«Dejarse cuidar también es misión» - Alfa y Omega

«Dejarse cuidar también es misión»

«Podemos ser ejemplares en el arte de envejecer y morir», asegura el camilo José Carlos Bermejo en una jornada de CONFER sobre el envejecimiento en la vida religiosa

María Martínez López
La hermana Trinidad (izquierda), con parte de su comunidad de París. Foto: Hijas de la Caridad

En la comunidad de la hija de la caridad Trinidad Rojas, a las afueras de París, «somos cinco, y todas en activo. La más joven tiene 65 años. La mayor, de 86, coge cuatro autobuses tres veces por semana para ir a la cárcel». Este fin de semana, la hermana Trinidad, de 80 años, se desplazó a Madrid para participar en las Jornadas de formación para religiosos mayores organizadas por la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) sobre el tema Me voy haciendo mayor. ¿De qué recursos humanos y espirituales dispongo? «He venido a prepararme para bien morir, y para cuando llegue a una comunidad de hermanas inactivas. Tiene que ser difícil pasar de la cama al sillón y del sillón a la cama. Pero eso también es hacer la voluntad de Dios».

La edad media de los religiosos en España es de 70 años. El objetivo de este encuentro de CONFER era «identificar recursos espirituales para vivir saludablemente el envejecimiento», explica a este semanario el director del Centro de Humanización de la Salud, el camilo José Carlos Bermejo, que se encargó de la formación el primer día. «Los religiosos vivimos el envejecimiento como personas. Y atravesamos crisis de identidad, de autonomía y pertenencia».

Con el peso de los años, hay que abandonar cargos, se pierde a familiares y a hermanos de congregación… Un momento de gran cambio es el traslado a casas para mayores. «Puede causarles crisis muy fuertes, explica la hermana Lourdes Carballo, que coordina las casas de este tipo que tienen las terciarias capuchinas en España.

Cada una de estas despedidas necesita un tiempo de duelo. No hay que avergonzarse de ello, o sentir que uno estaba demasiado apegado a lo que se ha perdido, explica Bermejo. El duelo es «un proceso de adaptación, de reinventarse en medio de las pérdidas». Y, para superarlo, ayuda «la fe, que ilumina de una manera especial el misterio de perder-ganar, el misterio pascual». Esta esperanza puede dar «vida en medio del dolor».

La hermana Lourdes Carballo. Foto: María Martínez

La misionera agustina recoleta Cecilia Gallardo, que atiende a algunas hermanas mayores, busca facilitarles que lo vivan así: «Intentamos ayudarlas a descubrir lo que les está pasando, a resumir su vida y a ver que lo que todavía les queda es valioso. Les digo: “Ya no puedes hacer cosas, pero puedes ser testimonio de lo que has vivido”». Esta etapa es, en palabras de Bermejo, «una oportunidad humana y espiritual de descubrir el pasado vivido», y de «cultivar el agradecimiento».

«La opción por Jesús se mantiene»

«De ser religiosos no nos jubilamos», continúa Bermejo. «La opción de radicalidad por Jesús se mantiene viva». «Ser testigos del Evangelio no es solo poder trabajar. Vivir los valores desde la dependencia y la fragilidad es un modo de aportar. Dejarse querer, dejarse cuidar… es un espacio de misión». Aunque se vivan dificultades, «podemos ser ejemplares en el arte de envejecer y morir».

En este sentido, la hermana Lourdes subraya «lo admirable que es que hermanas con muchos años todavía aporten tanto al cuidado de otras», empujando sus sillas de ruedas «o llevándoles un zumo». A sus 71 años, y después de 30 en el Amazonas, la religiosa sabe que «la vejez no se improvisa. Cuando aparecen limitaciones, en vez de ponerme de mal humor intento ver qué es lo que me toca vivir y le pido al Señor que me ayude».

¿Quién es la cuidadora?

El envejecimiento y la escasez de vocaciones pueden hacer que, en algunos casos, las religiosas jóvenes corran el riesgo de convertirse casi únicamente en cuidadoras de las mayores. Frente a esto, hay tantas soluciones como congregaciones. En las terciarias capuchinas, a las mayores las cuidan las religiosas de mediana edad, mientras las jóvenes son destinadas al resto de apostolados. En cambio, en las misioneras agustinas recoletas –explica la hermana Cecilia Gallardo–, «damos a algunas jóvenes la oportunidad de estar con las mayores. Para ellas, es una riqueza encontrarse con la historia real» de lo que quieren vivir. Pero siempre alternan estos destinos con otros, «para que no se quemen».

¿Cómo integrar a las mayores?

Cuando se agrupa a los religiosos mayores en casas específicas, pueden sentir desarraigo. «Es importante hacer que estos lugares sean realmente casas religiosas», afirma José Carlos Bermejo, director del Centro de Humanización de la Salud. «La comunidad es un espacio de comunión, es un recurso para ayudar y dejarse ayudar y querer», para «seguir siendo el religioso que se era».

Las terciarias capuchinas están organizando sus casas para mayores con esto en mente. Así, por ejemplo, en el comedor están todas juntas, en vez de separar a las mayores por razones logísticas, explica la hermana Lourdes Carballo –en la imagen–. «Hay que ayudar a las más limitadas a comer, pero se sienten parte de la comunidad». A la hora de la oración, «intentamos hacer con ellas la lectura espiritual o la lectio divina. A veces proyectamos un powerpoint para ayudarlas. ¡Si viera cómo comparten! Sacan mucho sobre su fe, pero también sobre su experiencia de dolor, de soledad. Es muy bonito, porque están integradas».