Dios elige a las personas para cuidar de sus ángeles - Alfa y Omega

Dios elige a las personas para cuidar de sus ángeles

Un embarazo difícil, una operación de corazón pocos meses después del parto… «Lo que nos ha enseñado este tiempo es a vivir el presente, a ser más humanos, a que el bien llama al bien, y a tener a Dios más presente en las cosas cotidianas», dice Ángel, el padre de Hugo, un niño de 5 meses con síndrome de Down

Irene Pozo
Mónica y Ángel con sus hijos Álvaro, Angelito, Alejandro, y en el centro, el pequeño gran Hugo. Foto: Mónica Cavanillas

A lo largo de nuestra vida, muchas personas pasan a nuestro lado, permanecen un tiempo, y desaparecen dejando algún recuerdo. Otras, en cambio, son capaces de dejar una huella imborrable en el corazón de las personas.

Conocí a Mónica y a Ángel hace algunos años, cuando nuestros hijos mayores comenzaron juntos el colegio. Álvaro, Angelito, Alejandro… Mónica se quedó embarazada del cuarto hijo. Estaba feliz. Estaban felices.

A los pocos días de conocer la noticia, coincidí con ellos antes de recoger a los niños en el colegio. Mónica lloraba. Ángel intentaba buscar consuelo para ella, quizá sin ser muy consciente de que él también necesitaba algo a lo que agarrarse. Algo iba mal. El bebé venía con un posible síndrome de Down y una cardiopatía. «Se me pasó de todo por la cabeza, lo bueno y lo malo, pero nunca pensé en acabar con la vida de mi hijo», me contaba Mónica. Al verles a ellos, al ver su esperanza envuelta en lágrimas, comprendí que Dios nos elige. Dios elige a las personas para cuidar de sus ángeles. Y les había elegido a ellos.

No me equivoqué. A pesar de las pocas esperanzas que ofrecían los doctores, nunca he visto a nadie sacar tanta fuerza, entereza y esperanza en los meses que duró el embarazo. Hugo nació y se confirmó el pronóstico: síndrome de Down y una cardiopatía. Aprovechando unos días en los que Hugo estuvo en casa, lo bautizaron. Poco después, las circunstancias llevaron a esta familia de nuevo al hospital.

Era urgente operar a Hugo, su corazón no aguantaría mucho. Pero Hugo no estaba en buenas condiciones para entrar a quirófano. Entre algunos padres comenzamos una pequeña cadena de oración. En alguna ocasión le comenté a Mónica si le molestaba que rezáramos por Hugo. Ella, siempre agradecida, me decía que eso funcionaba. Fueron días, semanas, meses difíciles… Hugo estaba intubado, en la UCI, y los doctores tuvieron que arriesgarse. Aunque no estaba en las mejores condiciones, entró a quirófano. En esta ocasión, tras cruzarme fortuitamente con Ángel en el colegio, me pidió que rezáramos. Y así lo hicimos. No solo yo me di cuenta de lo especiales que eran cuando vi que muchos papás del cole hablaban de ellos, me llegaban mensajes, todos con buenas palabras, sobre su ejemplo, su entereza, su vida, su fe… Esa fe que tienen y de la que creo que ellos mismos no son muy conscientes, porque son así, sencillos, buenos, humildes y agradecidos.

Una bandera de dignidad

La operación de Hugo fue un éxito. Si no hay complicaciones, es muy probable que sea su cirugía definitiva. «Estamos muy agradecidos a todo el equipo médico, que con sensibilidad y profesionalidad han luchado por la vida de nuestro hijo», decía Ángel mientras Mónica asentía.

Foto: Mónica Cavanillas

Y como El de arriba es quien dispone, quiso que el doctor pasara a Hugo a planta a la misma habitación en la que ingresó un bebé con el mismo diagnóstico que Hugo, con unos papás seguramente muertos de miedo, pero que encontraron en Mónica y Ángel el mejor de los ejemplos, el mejor testimonio y la mejor ayuda. «Les animé a ser realistas, optimistas y a tener confianza en Dios», dice Ángel. «Nos hemos dado cuenta de que tener un hijo con síndrome de Down es una bandera para defender la vida humana y su dignidad».

El bien llama al bien

Esta semana he tenido la suerte de compartir unos minutos con ellos. Hugo está precioso. Acaba de cumplir cinco meses. Recordamos su reciente estancia en el hospital, el agotamiento de Mónica para poder atender a la vez su casa y a sus otros tres hijos. Sin quejarse. «Hugo ya sonríe», me decía. Y Ángel me contaba cómo en su primera visita a una fundación que presta ayuda a casos como el de Hugo, la voluntaria les dijo: «Creo que sois los primeros padres que en vez de venir a pedir ayuda para vuestro hijo, venís a ofrecerla». Ellos son así. Y con su testimonio y su ejemplo de vida han calado en muchas personas. Y seguirán haciéndolo. «Lo que nos ha enseñado este tiempo es a vivir el presente, a ser más humanos, a que el bien llama al bien, y a que hay que tener a Dios más presente en el día a día, en las cosas más cotidianas».

Al coger a Hugo en brazos entendí de nuevo por qué Dios nunca nos deja solos y por qué les había elegido a ellos. Sin darse cuenta, me han enseñado a ser mejor persona, a ser un poco más humilde, a valorar más la sencillez de las pequeñas cosas… Sin darse cuenta, nos han dado a todos un ejemplo de amor desmedido, de esperanza y de fe. Sin darse cuenta.