¿Compartir tarea o compartir misión? - Alfa y Omega

¿Compartir tarea o compartir misión?

Laicos y religiosos comparten tareas y responsabilidades en colegios y obras sociales de las congregaciones. Convertir esos grupos de trabajo en comunidades en misión es el reto de futuro que ha señalado el III Encuentro de Laicos y Religiosos en Misión Compartida

Ricardo Benjumea
Monseñor Osoro, arzobispo de Madrid, asiste a una de las mesas redondas. Foto: Ricardo Benjumea

San Juan Bautista de La Salle solía decir que sus profesores no podían ser «solo empleados». Tenía que haber una implicación mayor. La congregación vio refrendada esa línea por el Vaticano II, con su acento en la corresponsabilidad de los laicos. Hoy en las Escuelas Cristianas existen planes de formación para todos, sean profesores o cocineros, para potenciar su implicación.

Juan de Dios García, responsable de formación en la congregación, presentó algunos ejemplos en una mesa redonda en la que se expusieron experiencias formativas de varios institutos religiosos. García habló de la contratación de nuevos profesores. Tras una primera inmersión a la llegada, pasados cinco años se inicia un nuevo programa, esta vez de dos años de duración, dedicado a «profundizar en la identidad y el sentido de pertenencia» por medio de encuentros trimestrales de día y medio, a los que se añade una semana intensiva en verano. Programas aún más ambiciosos se realizan cuando el profesor lleva unos 10 años en la institución y quiere asumir mayores compromisos. A todo lo anterior se añade la formación de los responsables de estos itinerarios formativos, indistintamente seglares o religiosos.

La formación en el carisma y en la espiritualidad ha sido el tema central del III Encuentro de Laicos y Religiosos en Misión Compartida, que reunió el sábado en Madrid a 681 personas (434 laicos, 237 religiosos) en representación de unas 115 congregaciones. La misión compartida es una realidad en el «día a día» en los hospitales, escuelas y demás obras de las congregaciones religiosas, resaltó el presidente de CONFER, el claretiano Luis Ángel de las Heras, en la inauguración de esta jornada, que acogió el colegio Nuestra Señora del Recuerdo. La primera edición, en 2014, dio visibilidad a la misión compartida; la segunda aportó a la misión compartida en España un horizonte de futuro. El objetivo es año era avanzar hacia unos modelos formativos que den consistencia y solidez a esta nueva realidad en la Iglesia, que ha llegado para quedarse.

Antes de la clausura, cada participante escribió en un papel el reto o compromiso más importante que le gustaría que quedara de esta jornada. «Proponer un itinerario para los religiosos y laicos en misión compartida, gradual y atractivo, con las líneas básicas que sirvan para el posterior desarrollo en cada familia carismática según su propia realidad o necesidad», fue la principal propuesta.

La conciliación

«¿Es sincero este camino de la misión compartida?», fue una de las preguntas a los participantes de la mesa redonda de la mañana. «Sí, pero al principio fue forzado. Empezó a hacerse por necesidad», como paliativo al descenso de vocaciones, reconoció el hermano de La Salle Antonio Botana.

Lo que comenzó como matrimonio de conveniencia se convirtió en amor verdadero. Hoy no se habla solo de realizar una tarea juntos. «La espiritualidad es lo que diferencia compartir la misión o simplemente una tarea. Queremos compartir un proyecto, crear verdaderas comunidades en misión», explicó Débora Santamaría, religiosa de Jesús María. Comunidades en las que laicos y religiosos trabajan juntos, rezan juntos, celebran juntos…

«Todo esto es muy bonito, pero a mí me da miedo que haya instituciones que vengan aquí cada año con la mejor de las voluntades, pero que después, en el día a día, siga todo igual», dijo Guillermo Gómez, laico calasancio de Madrid. David López Royo, de los Hermanos de San Juan de Dios, habló de resistencias. «A veces los laicos tenemos la sensación de que vivimos de las migajas que nos dejáis los religiosos. Tenéis que tener la audacia de formarnos y de ayudarnos a comprender y entender el carisma». Por el lado de laicos, hay también obstáculos, añadió el escolapio: «Hablamos de la misión compartida como una tierra prometida, pero implica mucha exigencia. Los laicos hemos estado muy aborregados mucho tiempo en la Iglesia. Eso no conduce a la plenitud ni a la felicidad, pero es muy cómodo».

Varios asistentes al Encuentro. Foto: Ricardo Benjumea

«Ojo con el paradigma de la sustitución, advirtió López Royo. «Yo soy religiosa, y no puedo proyectar mi estilo de vida a un profesor que, cuando se va del colegio, tiene que duchar a los niños y darles de cenar», añadió Santamaría. «No podemos ser unos pseudoreligiosos», dijo Guillermo Gómez. Hay que aprender a conciliar. «Soy laico escolapio también cuando estoy con mi hija y mi mujer. Mi carisma está integrado en mi vida familiar. Y también aporto a las Escuelas Pías mi visión de la realidad como padre de familia».

Odres nuevos

El III Encuentro de Laicos y Religiosos en Misión Compartida ha despejado dudas e incertidumbres, pero también deja en el aire nuevas preguntas. «Necesitamos estructuras adecuadas para vivir la comunión» y la «corresponsabilidad, decía Antonio Botana. «Las estructuras canónicas actuales no permiten que los laicos puedan participar con igualdad de derechos, con voz y voto. Pueden servir para un momento de comienzo, pero estas no son las estructuras apropiadas para la misión compartida. Es necesario inventar, aun sabiendo el riesgo que tenemos de equivocarnos. Es necesario asumir ese riesgo de inventar estructuras nuevas, porque si no caeremos en el error de meter vino nuevo en odres viejos».

Falta traducir en realidades concretas el reconocimiento pleno de «la adultez del laicado», de la que tanto habla ya el Concilio, afirmó en la inauguración el director del Secretariado de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal, Antonio Cartagena. Este es, ante todo, un problema de mentalidad. «Para muchos sacerdotes, el laico es el que está al lado del cura». Pero hoy la Iglesia no se puede permitir este lujo. «Hace falta –añadió–, un laicado responsable y formado integralmente» para la misión. Es necesario despertar a esta «porción mayoritaria del Pueblo de Dios, que todavía está demasiado silenciosa».

Laicos en misión compartida pretende despertar a ese gigante dormido en el ámbito de la vida religiosa. «Si nos tomamos en serio hacer la misión compartida, la revolución está hecha», dijo a los participantes el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, que no se ha perdido una sola de estas jornadas.

Decálogo para la misión compartida

Monseñor Carlos Osoro presentó estas diez claves para laicos y religiosos en misión compartida:

Nunca olvidéis a Jesús y el modo en que los fundadores lo vieron y quisieron aproximárselo a los hombres.

No caigáis en la mundaneidad espiritual.

Vivid con la gracia del despojo. Que el Señor nos dé el valor de despojarnos del espíritu del mundo, que es el cáncer de la sociedad, y entrar en ese espíritu que iniciaron los fundadores.

Encontrémonos mirando y tocando a los pobres.

Sintamos que somos instrumentos de Dios para que Él actúe, al estilo de la familia carismática con la que estamos trabajando.

Poned los pies en las huellas de Jesús tal y como lo hicieron los fundadores. Esto requiere momentos de reflexión, de estudio, ejercicios espirituales…

No basta estar en la lista de los invitados. Para entrar al banquete hay que llevar traje de fiesta, que es el carisma que amamos e implantamos en nuestra vida.

No seamos cristianos cerrados, tristes, sin libertad… El Señor quiere que comprendamos lo que sucede en el mundo, lo que necesitan los hombres. Los cristianos tristes no anuncian nada, hacen que la gente se marche. Necesitamos libertad de espíritu.

No somos discípulos de una ideología, sino de Cristo. Cuando caemos en ideologías somos rígidos y moralistas, pero sin bondad y sin ternura.

Amad hasta el extremo, como nuestro Señor.

Carisma y espiritualidad

Compartir los carismas y la espiritualidad confiere la posibilidad de que la misión compartida sea algo más que un trabajo o una tarea que los laicos realizan junto a los religiosos como colaboradores, voluntarios, simpatizantes, con o sin un contrato laboral. La misión compartida no es una simple tarea compartida, sino la realización de un proyecto evangelizador, eclesial, basado en una llamada del Espíritu a los laicos a vivir su fe, su vocación cristiana, su compromiso misionero, su responsabilidad eclesial desde un carisma y una espiritualidad que han nacido en una familia religiosa. Hoy la fidelidad creativa al Espíritu y la aprobación de la Iglesia empujan a que esos carismas fundacionales no sean propiedad exclusiva de un grupo de religiosos o religiosas, sino que puedan alargarse y marcar también a laicos y laicas que se sienten llamados a vivir su fe y a realizar su misión desde ellos.

Lo dicho se puede aplicar a la espiritualidad, entendida como un modo singular de acercarse al evangelio y de mirar al mundo para anunciarle la buena noticia de Jesús. La vivencia de una espiritualidad, nacida al calor de un carisma fundacional, favorece el compartir un proyecto evangelizador con otros laicos y religiosos.

Viviremos una misma espiritualidad con acentos diversos; los religiosos acentuando el aspecto escatológico de consagración y profecía propio de su vocación, y los laicos en la secularidad que recuerda que la encarnación nos compromete con el mundo y nos invita a reconocer los valores propios de la creación, de la humanidad y de las culturas. Pero somos conscientes de que se hacen necesarios unos modelos formativos específicos o compartidos por ambos, que aseguren una clarificación y reflexión sobre las claves de la espiritualidad derivada de los diversos carismas.

Quisiéramos que esta Jornada sirva para entender más y mejor la misión compartida, para extender su ámbito de presencia, disolver nudos y superar prejuicios, y en fin, crear comunión eclesial, que hace creíble el anuncio del evangelio.

Elías Royón, SJ
Coordinador de la jornada y vicario para la Vida Consagrada de la archidiócesis de Madrid
[Extracto de su intervención]