Un servidor de Estado - Alfa y Omega

Un servidor de Estado

Fue inspector de Hacienda, letrado de las Cortes Generales, vocal del Consejo General del Poder Judicial y colaborador de Alfa y Omega. Murió el 7 de marzo de Madrid. Descanse en paz

ABC

Uno de los libros del ocasional y hoy doliente memorialista está dedicado a «Claro J. Fernández-Carnicero, alto y esclarecido servidor del Estado, amante apasionado del Empordà, sus gentes y sus ancestros». Probablemente tales líneas contengan lo esencial de la rica personalidad –dionisíaca en más de una de sus envidiables facetas- del español bien nacido que a escasas horas rindió su último viaje en una tierra por él entrañada de manera admirable y estimulante.

Vinculado a la hidalguía media de solar tan quijotesco como el de Lillo, tuvo la fortuna de cursar la carrera de Derecho en un momento académicamente acendrado de la Facultad madrileña como fuera el término de la década prodigiosa. La negra y excruciante memoria de la contienda fraticidaquedaba por entonces cada vez más atrás y los esperanzados dominios del futuro se ensanchaban aceleradamente. En un centro de plantel docente comparable a los de los más reputados de Occidente, Claro Fernández-Carnicero pudo saciar una cupido sciendi que en varias de las ramas de la ciencia jurídica se mantuvo acezante hasta días muy próximos a su fallecimiento. En posesión de un expediente bien expresivo de su vocación y entrega al estudio del Derecho en edad muy precoz, confirmó la confianza depositada en él por varios de sus maestros al consagrarse decididamente al servicio del Estado obteniendo y desempeñando una plaza muy cualificada en la Delegación de Hacienda de Gerona. Aunque identificado por entero con uno delos solares más bellos y patricios de la geografía española –amada en su incomparable diversidad-, no tardó en opositar también con brillantez a letrado de las Cortes en tiempos ya climatéricos de ansiada democracia y recobro de las libertades. Su concurso a la gran empresa llamada por su admirado J. Marías «la recuperación de España» se reveló tanardido como solvente desde un Congreso de los Diputados, usufructuador a caño abierto, en comisiones y dictámenes, de su saber y prudencia. La política activa llamó a las puertas de este buen caballero manchego y el flamante Ministerio de Medio Ambiente, rectorado por Isabel Tocino, exhibió como una de sus más preciadas adehalas una subsecretaría regentada con dedicación casi excesiva y honradez refulgente. Igual acontecería con su fecundo paso por el Consejo General del Poder Judicial, donde acrecentó la ya muy dilatada nómina de amigos y admiradores que constituyó presea inigualable de su empático y solidario carácter.

Retornado a su querido y noble oficio –en esta ocasión, en la Cámara Alta- este español de excepción volvió a cultivar, silente pero incesablemente, las muchas disciplinas del espíritu que atrajeron desde la mocedad su querencia arrebatada por el conocimiento del ser y la historia de una patria idolatrada por un alma alejada, por su hondo cristianismo, de cualquier relente pagano. En el regazo de esta fe acaba de morir en el Madrid de sus ensueños, dejando en sus amigos, lorquianamente, «llanto en los ojos, luto en su corazón».

José Manuel Cuenca Toribio / ABC

A continuación ofrecemos alguno de los numerosos artículos que publicó en Alfa y Omega:

Punto de vista. Alabado seas, mi Señor (Nº 937 – 09-07-2015)

Punto de vista. Una luz en el camino (Nº 842 – 18-07-2013)

El valor de un esfuerzo pastoral (Nº 334 – 26-12-2002)

La palabra y el silencio (Nº 712 – 18-11-2010)