Pío XII apoyó desde 1939 tres complots para matar a Adolf Hitler - Alfa y Omega

Pío XII apoyó desde 1939 tres complots para matar a Adolf Hitler

Mark Riebling publica grabaciones inéditas realizadas en el despacho del Papa

Juan Vicente Boo
Mark Riebling entrega a Francisco en la audiencia general del pasado miércoles un ejemplar de su último libro en el que aporta pruebas de que Pío XII no era el «Papa de Hitler». Foto: Agenzia Monica

Mark Riebling es un experto en inteligencia y contraterrorismo, uno de los organizadores del servicio antiterrorista de la Policía de Nueva York después del atentado contra las Torres Gemelas, trabajando con el antiguo jefe de antiterrorismo de la Casa Blanca, Richard A. Clarke.

Pero su vocación académica es la de historiador de los servicios de inteligencia, sobre los que había escrito dos libros antes de atentado del 11 de septiembre del 2001.

En una larga conversación con ABC, poco después de haber entregado al Papa Francisco una copia de su último libro «Iglesia de Espías. La guerra secreta del Papa contra Hitler» (Stella Maris, 2016), Riebling comenta que «trabajando en libros anteriores descubrí que en 1945 el espionaje norteamericano intentaba infiltrarse en el Vaticano, y encontré 10 documentos importantes que demostraban que Pio XII había intentado derrocar a Hitler. Eran «pistolas humeantes: ¡Pio XII no era el Papa de Hitler!».

Francisco le agradeció el libro y le pidió que rezase por él. Para el Papa no es un tema cualquiera.

Hace un par de años en una entrevista con Henrique Cymerman, Francisco lamentó lo sucedido desde 1963 con «el Papa que lideró la Iglesia durante la Segunda Guerra Mundial. Al pobre Pío XII le han tirado encima de todo. Pero hay que recordar que antes se lo veía como el gran defensor de los judíos».

Francisco recordó que Pío XII «escondió a muchos judíos en los conventos de Roma y de otras ciudades italianas, y también en la residencia estival de Castel Gandolfo. Allí, en la habitación del Papa, en su propia cama, nacieron 42 nenes, hijos de los judíos y otros perseguidos. No quiero decir que Pío XII no haya cometido errores –yo mismo cometo muchos–, pero su papel hay que leerlo en el contexto de la época. ¿Era mejor, por ejemplo, que no hablara para que no mataran más judíos, o que lo hiciera?». Francisco no sabía en ese momento lo que ahora publica Riebling.

Pío XII mantenía su silencio en público a petición de grupos judíos, de grupos antinazis y de los aliados.

Pero, al mismo tiempo, realizaba desde 1939 una intensa actividad clandestina en apoyo de la resistencia alemana –incluidos altos jefes militares, cuyo enlace exterior como intermediario con los aliados era el Papa–, y de tres intentos de asesinar a Hitler.

Pío XII instaló un sistema de grabación magnetofónica de las reuniones en su oficina en 1939, tres décadas antes de las cintas de Nixon en el escándalo Watergate.

Riebling había visto una referencia a esas grabaciones, pero no estaba seguro de que hubieran existido, «hasta que un día le pregunté al padre Peter Gumpel, historiador jesuita, y me dijo que era cierto. El Vaticano las hacía como medida de precaución por si alguien falseaba después el contenido de conversaciones sensibles con el Papa».

Las primeras grabaciones y transcripciones son de una reunión de Pio XII, en su quinto día como Papa, con los cardenales de las grandes ciudades del Reich, que habían venido al Cónclave.

Era el 6 de marzo de 1939, y se abordó la estrategia clandestina de contención de Hitler. Pio XII no podía ser demasiado explícito, pues uno de los cardenales, Theodor Innitzer, el de Viena, había dicho el año anterior, cuando Hitler invadió su país, que la Iglesia apoyaba a los nazis. Eugenio Pacelli, entonces secretario de Estado, había tenido que llamarle al Vaticano y obligarle a firmar una retractación.

Foto: CNS

El pilar de la resistencia frente a Hitler era el cardenal de Múnich, Michael von Faulhaber, y el personaje clave en las tramas sería un corpulento abogado de esa ciudad, Josef Müller, amigo de Eugenio Pacelli desde sus tiempos de nuncio en Baviera, Alemana y Prusia.

Müller formaba parte de las conjuras militares para asesinar a Hitler y actuaba de enlace con el Papa gracias a docenas de vuelos clandestinos en su avioneta.

La organización de enlace civil se apoyaba sobre todo en valerosos jesuitas alemanes, pues los obispados estaban infiltrados por los nazis.

Riebling encontró los interrogatorios de Josef Müller por un agente de la OSS, antecesora de la CIA, que interrogaba generales alemanes prisioneros al acabar la guerra y que, posteriormente, como profesor de historia en la Universidad de Minnesota, siguió manteniendo y grabando durante 15 años largas conversaciones con Müller que han terminado en este libro.

Otra gran ayuda fue la de Ray Rocca, uno de los agentes americanos que trabajaba con el legendario James Jesus Angleton en la tarea de espiar a la Santa Sede.

Riebling ha utilizado todos esos datos «para hacer una cronología diaria de cada personaje. Y después lo he escrito con la narrativa cinematográfica propia de un «thriller». ¡Porque la historia no debe ser aburrida!».

Su libro documenta la planificación de tres intentos de asesinato de Hitler. El primero desde octubre de 1939 hasta mayo de 1940, el segundo desde 1942 a la primavera de 1943, y el tercero, muchísimo más conocido, el 20 de julio de 1944.

El atentado del coronel Claus von Stauffenberg con una maleta explosiva terminó en el arresto y la ejecución de todos los conspiradores, desde el almirante Wilhelm Canaris, jefe de la inteligencia militar, y varios jesuitas alemanes, hasta el teólogo luterano Dietrich Bonhoeffer.

El objetivo era matar a Hitler y enseguida dejar que se desplomase el frente del Oeste, de modo que Alemania fuese invadida por americanos, británicos y franceses, para evitar una ocupación soviética comunista.

Según Riebling, «la primera persona que acusó a Pío XII de conspirar con la resistencia alemana y con los aliados contra la URSS fue Stalin: en 1944 en la agencia TASS, y en 1946 en una publicación checa. Es una fuente sólida».

Juan Vicente Boo / ABC

Grabaciones de Pío XII: carta a Hitler y red secreta

Encuentros con los cardenales del Reich: Faulhaber de Múnich, Bertram de Breslau, Schulte de Colonia e Innitzer de Viena

6 de marzo de 1939

El Papa les lee un borrador de carta a Hitler y les pregunta:

Pío XII: «¿Consideran que este documento es apropiado, o se debería agregar o cambiar algo?»

Faulhaber: «¿Tiene que ser en latín? Teniendo en cuenta la aversión del Führer por las lenguas no germánicas, tal vez sería mejor que no tuviese que recurrir a un teólogo».

Pío XII: «Podemos escribirlo en alemán. Debemos pensar en lo mejor para la Iglesia en Alemania. Para mí esta es la cuestión más importante».

(…)

Faulhaber: «Ellos (los nazis) se asemejan tanto a los combatientes que da la impresión de que buscan razones para luchar. ¡Particularmente si la lucha es contra la Iglesia! (…)».

Pío XII: «Si quieren pelea, no tengamos miedo. Pero aún queda por ver si es posible de alguna manera llegar a una solución pacifica… Cuando lo hayamos intentado todo y ellos sigan queriendo realmente la guerra, presentaremos batalla. Si rehúsan (la paz), debemos luchar».

9 de marzo de 1939

Pío XII: «La primera cuestión es el servicio de correos entre la Santa Sede y los obispos alemanes. El asunto es de vital importancia, puesto que el sistema de enlace es la única manera de obtener los mensajes secretos».

(Discuten dos opciones de enlace clandestino)

Pío XII: «Se trata de un mensajero que no pertenezca oficialmente a la Santa Sede, pero que sea de mucha confianza. Esa persona viajará una vez por semana…».

Faulhaber: «En Baviera los cambiamos con frecuencia, para evitar que la policía los pille».

(sigue el debate)

Pío XII: «No debemos perder el temple. Sencillamente, no podemos ceder ni rendirnos».