La (peculiar) geopolítica del Papa Francisco - Alfa y Omega

La (peculiar) geopolítica del Papa Francisco

«Santidad, ¿qué sueña usted? ¿Cuál es su pesadilla?», disparó el periodista. «China», respondió Francisco sin pensar, provocando espontáneas risas. Y agregó: «Ir allá. Me gustaría mucho». Es su ilusión y su obsesión: pisar Pekín, la antigua ciudad prohibida. Como lo hizo su hermano jesuita, Mateo Ricci, siglos atrás. Algo que nunca ha logrado un Papa. Ese destino es parte de una lista especial, un de viajes geopolíticos que Bergoglio ha realizado ya o espera realizar. Visitas elegidas con un criterio muy suyo. De Washington a Moscú. Y lo que vendrá

Andrés Beltramo Álvarez
Foto: CNS

Ocurrió la tarde del miércoles 17 de febrero, en el vuelo Ciudad Juárez-Roma, en su retorno al Vaticano tras el reciente viaje a México. Una pregunta lanzada en la conferencia de abordo tras una visita cargada de simbolismo. No solo por la etapa mexicana sino, sobre todo, por la etapa cubana. Apenas poco más de tres horas en La Habana, para un histórico abrazo con el patriarca ortodoxo Cirilo.

Aquella parada cubana explicó muchas cosas. Desde los primeros meses de su ministerio Francisco había aceptado la invitación para viajar a México. Ya en junio de 2014 se lo había comunicado al presidente Enrique Peña Nieto. Pero los meses pasaban y la Santa Sede no ponía fecha. Esto alimentó la ansiedad del Gobierno de ese país y, con el transcurso del tiempo, su frustración. Sobre todo después que el Papa comunicó, en otro vuelo (de Asia a Roma) que no lo visitaría en el 2015. La relación diplomática se precipitó a mínimos históricos.

Por eso el Papa debió intervenir. Dio una entrevista a la televisión mexicana y acercó, así, un ramo de olivo. Quería mantener su comodín. Una carta para jugar en un tablero mucho más grande: la geopolítica ecuménica. Ya para esa fecha, inicios de 2015, estaban bastante avanzados los contactos con el Patriarcado Ortodoxo de Moscú y Cuba había irrumpido en la escena como un facilitador clave.

El 9 de mayo siguiente, Raúl Castro se encontró con el patriarca Cirilo en Rusia. Lo invitó a visitar la isla y el líder ortodoxo aceptó. Un día después el mandatario cubano estaba en el Vaticano, sentado frente al obispo de Roma, para garantizarle que su país podía ser ese “espacio neutro” necesario para el ansiado abrazo de hermanos. En las semanas posteriores, Francisco le dijo a un diplomático mexicano: «Solo me falta arreglar una cosa y ponemos fecha». En octubre vino el anuncio.

Rusia, Armenia, Colombia

México permitió que Cuba ocurriera. El abrazo con Cirilo y una declaración conjunta sin precedentes. Ese país fue la carta ganadora en la peculiar geopolítica de los viajes papales. Una geopolítica que cada vez más ligada a una agenda mundial de Francisco. Una agenda con dos prioridades: China y Rusia.

En el vuelo ya citado, de regreso a Roma, otro periodista le preguntó al Papa por Moscú. ¿La visitará? Y, sin negar que ese destino esté en sus planes, él respondió: «Si digo una cosa debo decir otra». «Puedo decirle que lo que hemos hablado nosotros en privado es solo lo que hemos dicho en público». Antes de rechazar cualquier eventualidad, Francisco pidió la venia del silencio diplomático por haber tocado ese tema en corto con Cirilo. Lo cual puede significar muchas cosas.

Visitar Rusia fue el gran sueño pendiente de Juan Pablo II. Francisco tiene a su favor su nacionalidad “extraeuropea”. Esto le da una sensibilidad y una mirada distintas. Eso le está permitiendo y le permitirá tocar escenarios hasta ahora insospechados.

En la decisión sobre los destinos de los próximos viajes apostólicos pesará mucho esta mirada geopolítica. En julio próximo el pontífice es esperado en Cracovia, para la Jornada Mundial de la Juventud. Una cita eminentemente pastoral.

Pero ya se habla de otros lugares. Uno de ellos es Armenia, probablemente en septiembre, según lo publicado por el servicio de prensa de la sede de Echmiadzin de la Iglesia Apostólica Armenia. Un pueblo con importante presencia en Argentina, por el cual Bergoglio cultiva un especial afecto. «El Papa quiere empujar la apertura de la frontera entre ese país y Turquía; en eso está empeñado especialmente», indicó un diplomático argentino hace varios meses atrás.

Francisco reconoció el genocidio armenio a inicios de 2015, en plena basílica de San Pedro. Sus palabras cayeron muy mal en Ankara, que llamó a consultas a su embajador. Según filtraciones periodísticas, ese periplo por Armenia podría incluir etapas en las naciones limítrofes de Georgia y Azerbaiyán.

En Sudamérica otro inminente viaje tiene un valor geopolítico fundamental. «Tengo ganas de ir a Colombia. Si se deja en firme el acuerdo de paz voy», dijo el líder católico en el vuelo de Roma a Cuba, el 12 de febrero. No era la primera vez que condicionaba su ansiada visita a la firma entre el gobierno y la guerrilla en el país.

Los obispos colombianos han dicho que el Papa los visitará en el primer semestre del próximo año. Pero todo está supeditado a una verdadera voluntad de paz, demostrada en los hechos y no sólo en las palabras. Francisco se da cuenta que las partes en conflicto están muy presionadas. Su anunciada presencia puede ser la cuña que destrabe décadas de confrontación, consagrando así esa vocación global y pacificadora de los viajes apostólicos.

¿Fue tensa la primera reunión del Papa con el nuevo presidente de Argentina? Los principales diarios argentinos resaltaron que Mauricio Macri salió «muy contento» del encuentro, en el que Francisco le aconsejó que «tenga paciencia y que no dude en afrentar los problemas graves en la Argentina, en especial el narcotráfico y la corrupción». Para la prensa internacional, sin embargo, fue muy llamativo el gesto serio del Pontífice o que la audiencia durara apenas 20 minutos, muy por debajo de los más de 50 concedidos en 2014 al entonces rey Juan Carlos I o, en ese mismo año, al norteamericano Barack Obama. Bergoglio y Macri, como arzobispo y alcalde de Buenos Aires, no tuvieron una relación sencilla. Pero lo mismo sucedió con Cristina Kirchner, quien, sin embargo, una vez Bergoglio fue elegido Papa, aprovechó cualquier ocasión para visitarlo en el Vaticano. Francisco –lo ha dicho alguna vez él mismo– está cansado de que se le utilice políticamente en Argentina.