Un hogar para familias desahuciadas - Alfa y Omega

Un hogar para familias desahuciadas

Cristina Sánchez Aguilar
Paula y su familia, en la casa proporcionada por la Fundación Tengo Hogar. Foto: Tengo Hogar

Paula se quedó embarazada hace tres años. Trabajaba en el servicio doméstico para un particular al que no le pareció bien su nueva situación. La despidió, sin más. «Casi al mismo tiempo, la empresa de mi esposo se declaró insolvente. Le echaron sin dar explicaciones ni indemnizaciones, ni arreglos para tener derecho al paro», explica. El matrimonio, llegado de Bolivia a Madrid diez años antes, se vio de repente en la calle con dos hijas, una de 8 años y otra recién nacida. No tenían redes familiares a las que acudir en España ni recursos a los que acceder. «Fui a solicitar la guardería a los Servicios Sociales, porque con el bebé no podía buscar trabajo y necesitábamos urgentemente dinero. Nuestro casero no podía esperar más a que le pagásemos». Tampoco podían buscar otro piso, aunque fuera sustancialmente más barato, «porque no teníamos dinero para dar un adelanto, ni un contrato de trabajo que nos avalase… Nadie quería alquilarnos su casa».

Fue la asistente de Servicios Sociales de Paula quien le habló de la Fundación Tengo Hogar. «Ese día cambió mi vida», asegura. «Días después me llamaron desde la fundación y me dijeron que tenían un piso disponible».

En abril hará dos años que Paula, su marido y sus dos hijas viven bajo el techo proporcionado por Tengo Hogar. «La casa no es gratis. Pagamos un alquiler mensual, pero la cantidad está dentro de nuestras posibilidades», asevera. Es un hogar acogedor, donde las niñas crecen felices. «Cuando entramos nos lo dieron como nuevo, pintado precioso, con electrodomésticos y muebles a estrenar».

Una voluntaria de Tengo Hogar pinta una casa antes de ser entregada. Foto: Tengo Hogar

Tengo Hogar no solo facilita el acceso al piso, sino que durante todo el tiempo que la familia está en la casa –dos años como máximo–, un asistente social hace seguimiento del caso y orienta tanto psicológica como laboralmente a los inquilinos. A punto de abandonar esta vivienda, el marido de Paula ha conseguido encontrar trabajo en una empresa de limpieza y ella, gracias a la formación recibida durante este tiempo en hostelería, ha podido trabajar durante nueve meses en un hotel. «Sigo buscando trabajo, y tengo esperanza de que saldrá».

Hasta Leroy Merlín pone muebles

La Fundación Tengo Hogar nació en la capital en 2013 de la mano de María de Lorenzo, una madre de seis hijos escandalizada por «el alto número de familias que eran desahuciadas y terminaban en la calle, creando un nuevo perfil de pobreza». María dice que todo esto «es obra de Dios». Cuando el más pequeño de sus hijos entró en el colegio «supe que era el momento de hacer algo por los demás». A la idea se unieron Jorge Martínez, un empresario que quería montar un proyecto social, y María José González, trabajadora social. «Tiramos de nuestros contactos… y así empezó todo».

En la fundación hay doce voluntarios y tres personas contratadas que ayudan a 28 familias –en total, más de 100 personas– a vivir en condiciones dignas y a «reimpulsar sus vidas», como dice el eslogan de la organización. Su objetivo es ayudar a familias –siempre con niños– que «hayan tenido una trayectoria laboral estable y tengan ganas de volver al mercado laboral y recuperarse. Nosotros luchamos con ellos», afirma De Lorenzo.

Tengo Hogar cede una vivienda a un coste reducido, de no más de 160 euros al mes. «Las casas proceden de instituciones públicas o privadas –como Bankia o el Banco Santander– que, a su vez, las alquilan a nuestro proyecto», señala. «Este coste reducido permite a las familias cumplir sus obligaciones contractuales y cubrir sus necesidades básicas». Tengo Hogar entrega las casas amuebladas, «gracias a empresas como Leroy Merlin o Flex». Luego la fundación y los inquilinos firman una cesión de uso de la casa por dos años, «y, en ese tiempo, les acompañamos en su proceso de recuperación, tanto psicológica como laboralmente».

Muebles y camas no son las únicas aportaciones: «Tenemos cientos de donaciones de alimentos, ropa, gafas, ordenadores… todo lo necesario para que se concentren en volver a trabajar», concluye María de Lorenzo.