«Es posible la sanación en Cristo» - Alfa y Omega

«Es posible la sanación en Cristo»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Ron Sartini

Son tres las heridas profundas que los abusos sexuales por parte de un sacerdote pueden dejar en el corazón de una víctima, especialmente si se trata de un niño. Una: «como el sacerdote es imagen de Cristo y representante de la Iglesia, quien ha sufrido abusos encuentra después una gran dificultad para creer que Cristo le ama y para creer en la santidad de la Iglesia». Dos: un niño que sufre abusos por parte de un cura «rechazará el amor de Dios como Padre». Y tres: al ser el sacerdote normalmente una figura respetada en la comunidad y en la familia, «es fácil que el niño que sufre abusos se sienta aislado, porque su familia y amigos pueden no llegar a creerlos, o bien presionan al niño para que no haga público lo que le ha pasado; de este modo, el abuso tiene un profundo efecto destructivo también sobre las familias y las parroquias».

Quien así habla es Dawn Eden, autora de Mi Paz Os Doy. Curando las heridas sexuales con la ayuda de los santos, y de Recordando la misericordia de Dios: redimir el pasado y liberarse de los recuerdos dolorosos (ambas en Planeta/Diana). Ella misma sufrió heridas profundas en su infancia –en su caso, por parte de un empleado de la sinagoga que frecuentaba su familia– y pasó por un proceso de sanación gracias a su acercamiento a la Iglesia católica. Tras su conversión al cristianismo, ha ayudado a personas que han sufrido abusos por parte del clero a rehacer su vida. «Sí, es posible para cualquiera que haya sufrido cualquier tipo de trauma encontrar la sanación en Cristo, tal como yo la encontré», afirma.

Dawn Eden aporta su experiencia para ayudar a otras víctimas (a través de sus libros y de sus charlas), y saluda con agrado los pasos que está dando la Iglesia en este campo, superando poco a poco dos rémoras: la de «minimizar el problema subrayando que hay otros segmentos de la sociedad que cometen más abusos que los sacerdotes», y la de centrar los esfuerzos en lidiar con las responsabilidades civiles y económicas que estos casos producen en las respectivas diócesis.

Pone como ejemplo los programas SafeNet de la archidiócesis de San Francisco, y la red Maria Goretti Network de la archidiócesis de Houston, y alienta a los obispos a la hora de crear redes de apoyo «para hacer ver a las víctimas que la Iglesia las tiene en cuenta». Sin embargo, advierte de la necesidad de «evitar la sensación de que las víctimas están bajo control de la Iglesia, para así dar libertad a quien quiere permanecer en ella y a quien no», y pide ofrecer apoyo también «a cualquiera que haya sufrido abusos, no solo por parte de clérigos; eso ayudaría a salvar el dolor de la sensación de aislamiento» que sufre cualquier víctima.

La reconciliación con Dios y con la Iglesia suele ser, de hecho, el objetivo del proceso de sanación, que Eden compara con «la larga experiencia de desierto que fue para los israelitas parte de su salvación», aunque no todas las víctimas llegan hasta ese punto.

«La mayor parte de mi sanación –afirma Dawn Eden desde su experiencia personal– vino tras sumergirme en la vida sacramental de la Iglesia católica, incluida la Misa, la Confesión, la dirección espiritual, las lecturas espirituales y la compañía de amigos que rezaban por mí y conmigo».

Así descubrió que la sanación «procede de la gracia de Dios, trabajando en mí a lo largo del tiempo», sin forzar y respetando los tiempos. «Participar en la vida de la Iglesia nos lleva a la sanación, poco a poco». Pero eso no es fácil, sobre todo cuando la víctima no encuentra ayuda y comprensión dentro de la propia Iglesia.

Mirando hacia atrás todo el proceso, Dawn Eden explica ahora que, a pesar de todas las dificultades, ha atravesado «una purificación», porque «mi fe me ha llevado a entender que mi sufrimiento no tiene sentido, pero tiene un incalculable valor en Cristo».