Comunicación vaticana, el fin de una era - Alfa y Omega

Comunicación vaticana, el fin de una era

La comunicación, una de las áreas más sensibles para el Vaticano. De ella depende que la voz y el mensaje del Papa lleguen a todos los rincones del planeta. No obstante, durante muchos años la Santa Sede mantuvo este sector dividido y atomizado, con duplicidad de funciones y medios contrapuestos. Ahora Francisco ha decidido cambiar las cosas y establecer un único organismo: una Secretaría para la Comunicación. Pero la reforma será lenta y el camino está lleno de dificultades

Andrés Beltramo Álvarez
Foto: AFP Photo/Alberto Pizzoli

Esta semana se anunció el fin de una era. Federico Lombardi dejará la Dirección General de la Radio Vaticana al terminar este mes de febrero. Han pasado 26 años desde que el sacerdote jesuita se hizo cargo de la dirección de programas de la emisora, una de las más antiguas del mundo. Lombardi, sin embargo, es mundialmente conocido como director de la Sala de Prensa del Vaticano y portavoz papal, puesto que todavía mantiene. Al menos por ahora.

Ya a inicios de su pontificado, Benedicto XVI había advertido la necesidad de unificar las áreas comunicativas de la Santa Sede. Pero su respuesta fue insuficiente: puso a Lombardi a cargo, simultáneamente, de la Radio Vaticana, la Sala de Prensa y del Centro Televisivo Vaticano (CTV). ¿El resultado? Una sola persona saturada de trabajo. Pero ese modelo duró lo que duró. En enero de 2013 Ratzinger nombró como responsable del CTV a Dario Edoardo Viganò, sacerdote especializado en cine y en el mundo del espectáculo.

Desde allí Viganò inició su escalada hasta convertirse, hoy por hoy, en el máximo responsable de la estrategia de información de la Santa Sede. El Papa Francisco le nombró secretario de Comunicación y le ha encargado la reforma de los medios vaticanos, junto con su segundo, el sacerdote argentino Lucio Ruiz, exresponsable de la Oficina de Internet.

Duplicidades y falta de sinergias

La reforma del sector comenzó formalmente el 27 de junio de 2015, con un decreto de Francisco. Con ese texto el Papa instituyó la Secretaría para la Comunicación con el objetivo de unir todas las oficinas papales dedicadas al tema: Sala de Prensa de la Santa Sede, la Oficina de Internet, Radio Vaticana, el CTV, el diario L’Osservatore Romano, la Tipografía Vaticana, el Servicio Fotográfico y la Librería Editorial Vaticana.

Resulta casi increíble que todas estas realidades hayan permanecido separadas e, incluso, que se ignorasen entre sí en el pasado. Entre los vaticanistas es famosa la anécdota según la cual, durante todo el pontificado de Juan Pablo II, su portavoz, Joaquín Navarro-Valls, jamás fue citado explícitamente como tal por L’Osservatore Romano.

Más allá de las historias de pasillo, la división comportaba algunas consecuencias específicas: no solo duplicidad de funciones y falta de sinergias en aspectos como la traducción de los discursos del Papa, sino también una superposición administrativa, con dobles presupuestos, consultorías legales y servicios varios. En resumen: mucho desperdicio de recursos.

A esto deberían sumarse arraigadas tendencias negativas en la forma de trabajo. Por más que se anunció en más de una ocasión, nunca se logró un verdadero «boletín multilingüe» de la Sala de Prensa vaticana. Así las cosas, actualmente la mayoría de los textos y mensajes del Pontífice están disponibles para la prensa solo en italiano, dejando a los periodistas o a otras personas la traducción de alocuciones que requieren un importante trabajo de correcta interpretación, en la mayor parte de los casos.

De ahí que la reforma no sea sencilla, sobre todo porque varias de las oficinas que serán unificadas históricamente estaban en manos de diversos actores eclesiásticos. Dos ejemplos concretos: por tradición, la Radio Vaticana era gestionada por la Compañía de Jesús, mientras que la Librería Editorial estaba bajo la tutela de los salesianos de Don Bosco. Con el nuevo estado de cosas, eso puede cambiar.

A la espera de nuevas noticias

Por lo pronto, ya desde el 1 de enero pasado dejó de existir el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales. Su presidente, monseñor Claudio María Celli, dejó incluso su oficina y se trasladó a otra más pequeña en el edificio ubicado en Via della Conciliazione número 5, a unos pasos de la plaza de San Pedro. Él espera que, de un momento al otro, Viganò y Ruiz se muden a esas mismas instalaciones. Porque allí, según lo previsto, funcionará la nueva Secretaría para la Comunicación.

El organismo ya controla la operatividad de la Sala de Prensa vaticana, que anteriormente dependía de la Secretaría de Estado. Ese organismo, responsable de la política interior y exterior de la Santa Sede, «no modificará su competencia en lo que respecta a la comunicación institucional», indicó una nota explicativa.

En este 2016 le tocará el turno a la Radio y al Centro Televisivo. En los próximos meses la producción y distribución del audio y del vídeo de las ceremonias papales comenzará a ser gestionada desde un único servicio. «El proceso de restructuración se acompaña a la formulación de nuevos estatutos no solo de la Secretaría, sino también de un previsto ente vinculado que garantizará la representación legal tanto en las sedes institucionales como en las europeas e internacionales», agregó.

Además de establecer nuevos estatutos propios, la flamante Secretaría para la Comunicación deberá «reformular las tablas orgánicas de la nueva realidad unificada». Y ahí se presenta un nuevo desafío. El reacomodar los recursos humanos nunca es una labor simple, porque se trata de personas con trabajo y antigüedad laboral.

Por lo pronto, ni Lombardi ni Alberto Gasbarri, director administrativo de la Radio Vaticana e histórico organizador de los viajes papales (quien se jubilará a fin de mes), han sido sustituidos en sus puestos. Ha asumido temporalmente sus competencias Giacomo Ghisani, vicedirector de la Secretaría. Y pocas semanas atrás el vicedirector de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Ciro Benedettini, se retiró, ocupando su puesto Greg Burke, periodista estadounidense que trabaja como consultor en comunicación de la Secretaría de Estado.

Todos estos cambios forman parte de una reforma necesaria. Una transformación que sabe a fin de una era, a un cambio de época.