El misterioso caso del Pectoral de Belluga y las joyas robadas de la catedral, resuelto 40 años después - Alfa y Omega

El misterioso caso del Pectoral de Belluga y las joyas robadas de la catedral, resuelto 40 años después

Una noche de invierno. Dos encapuchados misteriosos. Un botín de 300 millones de pesetas. 40 años sin pistas fiables. Y la fe de un pueblo asaltada con nocturnidad y alevosía. No son los ingredientes de una novela negra, sino el caso real de un robo ocurrido en Cartagena, que la Guardia Civil está comenzando a esclarecer

José Antonio Méndez
El acto de entrega de las joyas a monseñor Lorca Planes

Catedral de Cartagena, enero de 1977. Dos encapuchados, cuya identidad nunca será desvelada, se ocultan en la oscuridad y el frío de la noche murciana para forzar con una palanca el enrejado que da acceso a la rampa de la torre. Saben lo que hacen, conocen el templo. Rápidos y sigilosos, los asaltantes aprovechan la falta de luz para deslizarse sin ser vistos mientras atraviesan a la carrera los tejadillos de la catedral. Cuando llegan a una obertura situada sobre la llamada Capilla de los Vélez, descuelgan unas sogas y entran por fin en el recinto del tesoro catedralicio. Sus linternas apuntan hacia las joyas que durante siglos los fieles murcianos han ido donando a la Iglesia para honrar el templo y las imágenes sagradas, y que el Cabildo acogía sin poder venderlas por ser regalos hechos explícitamente con un fin inalterable para el culto y la devoción.

Los haces de luz de los encapuchados apuntan hacia la Corona de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Murcia, y la del Niño Jesús. Son piezas de oro fino engastadas con 7.621 piedras preciosas, entre diamantes, rubíes, zafiros y topacios. Junto a ellas está la tercera pieza de más valor de la catedral, una cruz de oro bruñido y esmeraldas conocida como «Pectoral de Belluga». Las linternas hacen titilar, un poco más allá, las aguamarinas y diamantes de un collar que la Patrona luce en el fajín en los días señalados. Más lejos, un farolillo de plata andaluz, una auténtica obra de orfebrería, se muestra a su alcance. Los misteriosos encapuchados no tienen tiempo que perder. Con habilidad portentosa, sacan algunas herramientas de sus bolsas, incluido un soplete, descerrajan los portillos de las vitrinas y sustraen todo cuanto pueden. Antes del alba, salen sin ser vistos por el mismo lugar por el que han entrado.

Un botín de 300 millones de pesetas

Cuando a la mañana siguiente los miembros del Cabildo entran en el templo para rezar el oficio divino, descubren el asalto. Horas después, la Policía comienza a investigar. Y las primeras pesquisas no traen noticias esperanzadoras: los ladrones eran profesionales que conocían el terreno que pisaban. Porque los objetos robados no son sólo joyas valiosas. También son antigüedades y, como tales, los asaltantes pueden obtener un buen rédito en el mercado negro. O peor, fundiendo los metales preciosos y vendiendo las piedras por separado. El botín es de un valor incalculable, aunque algunas estimaciones lo valoran en más de 300 millones de pesetas (de 1977).

El acto de entraga a monseñor Lorca Planes

Los meses pasan, pasan los años, y el caso permanece irresuelto. Las diligencias se archivan en un cajón a la espera de nuevas pistas. Quizás el caso del robo de la catedral pase a los anales de la criminología como un asalto impune, no sólo al templo, sino también a la fe de los murcianos que con tanto esfuerzo y devoción habían querido honrar con sus joyas a la Virgen y al Señor. Un misterio por resolver.

Cuarenta años para tres piezas

Hasta ahora. Porque esta misma semana, el Obispado de Cartagena ha recuperado dos de las joyas robadas en la catedral hace ya casi 40 años, y con ellas ya son tres las piezas que han vuelto al tesoro catedralicio gracias a la labor de la Guardia Civil.

Las que la Benemérita ha entregado este jueves son el «Pectoral de Belluga» y el collar de la Virgen. La primera se trata de una cruz pectoral popularmente conocida como «de Belluga» en alusión a monseñor Belluga, obispo de la diócesis en el siglo XVI. Aunque en realidad nunca perteneció a dicho obispo, pues éste estuvo como pastor de Cartagena en el primer tercio del siglo XVIII, y la joya pertenece a finales de la misma centuria. En realidad, fue una donación de Victoriano López Gonzalo, obispo de Cartagena de 1789 a 1805, que lo entregó al tesoro catedral junto a su anillo pastoral y el alfiler de donde pendía el pectoral, en 1795. Así consta en las actas capitulares del Cabildo. Y fue una donación para la Virgen de la Fuensanta.

La otra pieza entregada es un collar de aguamarinas y diamantes, que la imagen de la Virgen llevaba en el fajín en los días más solemnes, al igual que el pectoral. Este collar también fue una donación, en este caso del murciano Laureano Andreu Piñero, que la realizó en 1849, según consta en su testamento, «para la Santísima Virgen de la Fuensanta». Joyas de familia que, como última voluntad, se entregaban para hacer más bella a la Madre.

Por último, ha aparecido en las últimas semanas el farol de plata.

El pectoral robado

La pista estaba en una casa de subastas

¿Pero de dónde han salido estas piezas, 40 años después? La Guardia Civil las ha interceptado en una casa de subastas, dentro del marco de la «Operación Palimpsesto». El pectoral no había llegado a ser vendido en esta ocasión, aunque sí el collar, que había sido adquirido por un joven de Fuenteventura para regalarlo a su mujer el día de su boda. «Era un tercero de buena fe», indicó el coronel de la comandancia de la Guardia Civil, portavoz de la investigación, el jueves, durante la rueda de prensa ofrecida a los medios de comunicación. «A través de internet se descubrió una cruz que cumplía con las características del pectoral, que se iba a vender en una casa de subastas, y se investigó más. Ahí descubrimos que también estaba pendiente de subasta el collar», añadió el coronel. Desde 1977 hasta hoy, el pectoral no llegó a subastarse pero sí pasó por distintas personas para intentos de compra y venta, aseguran desde la Guardia Civil.

«La joya más valiosa es la fe de los murcianos»

La rueda de prensa era, a su vez, un acto para la entrega al obispo de Cartagena del Pectoral de Belluga y del collar de diamantes y aguamarinas. Y en él, monseñor José Manuel Lorca Planes quiso dar las gracias a todos los que han conseguido recuperar las joyas, aunque dejando claro que «la joya más grande que tiene la Virgen de la Fuensanta es el amor de todos los murcianos».

Además, monseñor Lorca Planes apuntó que «es una obligación cuidar este tesoro porque son regalos» de los fieles hechos para el culto y la devoción, y como tal no pueden ser vendidos. Por ello, explicó que «se van a incrementar las medidas de seguridad en la catedral y su museo», donde serán de nuevo guardadas estas dos joyas recuperadas.

La investigación, que continúa abierta, comenzó el pasado 19 de noviembre cuando la Facultad de Historia del Arte de la Universidad de Murcia se puso en contacto con el Vicario General de la diócesis, y Deán Presidente del Cabildo, Juan Tudela, para alertar de una subasta en Madrid del farol robado en 1977. Una semana después, el 27 de noviembre, el farol de plata el siglo XVIII, donado por el segundo marqués de Torrepacheco, fue devuelto a la diócesis. Y con él, se iluminó de nuevo la búsqueda de los otros objetos robados en 1977, que la Guardia Civil ha vuelto a reactivar.

40 años después, el misterioso caso del «Pectoral de Belluga» sigue abierto.