El estadio que costó 95 millones - Alfa y Omega

Bingu wa Mthalika, presidente de Malawi hasta que falleció en el 2012 de un ataque al corazón en una reunión de Estado, logró que el Parlamento aprobara la construcción de un estadio de fútbol. El Parlamento dio su visto bueno con la condición de que fuera en Lilongwe. Tras la muerte del presidente, su vicepresidenta convertida en presidenta, Joyce Banda, inició el proyecto en el área 48 de Lilongwe –muy cerca de mi casa, yo vivo en la 49–. Una empresa china fue la elegida para llevar a cabo la construcción del monumental estadio que se levanta desafiante en medio de un mundo de casas bajas de todos los estilos, colores y diseños, y nuevas iglesias con nombres del todo variopintos.

Para ir al centro de Lilongwe no queda otra que pasar por el lugar donde se ubica el estadio, y ha sido toda una experiencia ver cómo iba cambiando el perfil de la construcción. Creo que pocos de nosotros podemos decir que hemos visto cómo se construía un estadio desde los mismos cimientos.

Ahora bien, ya terminado, no dejo de preguntarme si los 80.000 millones de kwachas –moneda de este país–, unos 95 millones de euros creo, no se podrían haber utilizado para construir casas, hospitales, escuelas o simplemente para mejorar la pobrísima economía que mueve al país. No, se tuvo que construir este elefante blanco que nunca será rentable porque, para serlo, debería celebrarse al menos un partido cada semana.

Dicen que la deuda del estadio se comenzará a pagar dentro de 15 años, que ese ha sido el acuerdo con el Gobierno chino cada día con más influencia en Malawi, así que los malawianos que aún no han nacido lo harán con una deuda debajo del brazo de algo que, con toda seguridad, sufrirá el paso del tiempo y la falta de uso.

Lo triste de todo esto es que el Bingu National Stadium debería haberse inaugurado en noviembre, pero aún se discute qué equipos deberán jugar el primer partido. Por encima de ver cómo una obra de tal magnitud vive medio olvidada, lo que realmente causa dolor y te embarga de frustración es pensar la cantidad de cosas que se podrían haber hecho con ese dinero. Al final unos pocos disfrutarán, si llega el caso, del estadio y otros, la gran mayoría, lo verán de lejos.