La disyuntiva para Moscú: unidad o privilegios - Alfa y Omega

La disyuntiva para Moscú: unidad o privilegios

La declaración conjunta de La Habana puede cambiar la historia del cristianismo. Todo depende de qué interpretación prevalezca al final: la política o la espiritual

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Foto: AFP Photo/Alejandro Ernesto

Una fría sala del aeropuerto José Martí de La Habana acogió el esperado encuentro entre el Papa y el patriarca de Moscú. El inhóspito atrezo respondió al deseo ruso. Así y todo, el encuentro de La Habana es un acontecimiento que puede cambiar la historia del cristianismo. Todo depende de qué interpretación prevalezca al final: la política o la espiritual.

Tras la firma de la declaración conjunta, Cirilo –que pertenece al sector de la ortodoxia rusa más partidario del acercamiento a Roma– planteó el resultado en términos casi de alianza estratégica en defensa de los cristianos perseguidos, la familia o el derecho a la vida. Imposible no estar de acuerdo desde el Vaticano con esos objetivos. Otra cosa es que sepan a poco. Pero –como subrayó el Papa– «la unidad se hace caminando».

En su parte más espiritual, la declaración habla de recuperar la comunión plena perdida hace mil años «a despecho del Primer Sacerdote». En su vertiente más política, el documento sirve para canalizar contradicciones como las que plantean los estrechos vínculos del Patriarcado con la diplomacia rusa, junto a las complejas relaciones de poder dentro de la propia ortodoxia.

Cirilo acudirá al Sínodo panortodoxo de junio (el primero en 1.300 años) como líder de unos 150 millones de fieles, dos terceras partes de la ortodoxia mundial. La realidad, sin embargo, es que en torno a la mitad de esos 150 millones viven en Ucrania y que muchos aspiran a independizarse de Moscú. Por otro lado, no llega al 5 % la práctica religiosa en Rusia, donde el cristianismo corre el peligro de convertirse en un simple barniz cultural.

El Patriarcado de Moscú ha dado un paso muy valiente con la firma de esta declaración conjunta. Para seguir avanzando hacia la unidad, hace falta ahora que las jerarquías ortodoxas antepongan el anuncio del Evangelio a la defensa de su posición de poder. Las diferencias teológicas con Roma son mínimas, y Francisco está dispuesto a una «conversión del Papado» que facilite la superación del cisma. Cirilo tiene la palabra.