La fórmula de Iñaki - Alfa y Omega

La fórmula de Iñaki

Eva Fernández
Foto: EFE/EPA/Alessandro di Meo

Esto, que quede entre nosotros, entre tú y yo. Hoy, el texto solo es tuyo, Iñaki. Si no te fijas, si no te lo cuentan, casi ni te enteras de que detrás de su mirada limpia aparece la palabra Asperger, un síndrome que pocos entienden. A sus 13 años Iñaki lleva una vida normal pero está como fuera de las cosas porque al mundo ya le tiene dadas muchas vueltas. Por algo su coeficiente intelectual es de 150. Se entiende que quiera ser físico teórico y también, político, programador, arquitecto e ingeniero electrónico. Por su mente superdotada se pasean varias teorías que harían envidiar al mismísimo Einstein: «La variable del tiempo no existe, es un concepto irreal, en realidad lo que hay es una distorsión espacial progresiva»: así, sin parpadear te lo explica Iñaki, ignorando las caras de admiración que despierta, porque detesta los halagos. Y los abrazos, las caricias y los besos. Las formulas físicas no le funcionan para hacer amigos, aunque los desea. Su lógica perfecta no entiende los mecanismos que rigen las relaciones humanas y tiene dificultades para empatizar con otras personas.

Con nueve años le detectaron el trastorno que afecta a cuatro de cada 1.000 niños en el mundo. Hoy precisamente es el Día Internacional del Síndrome de Asperger, una peculiaridad incluida dentro del espectro autista, que araña por dentro a quienes lo padecen y escuece a los de fuera. La mente de Iñaki viaja a bordo de una curiosidad insaciable y se atreve incluso con la crisis: «Para salir de ella es necesario, primero, erradicar la ignorancia y la pasividad del pueblo». Tenemos mucho que aprender de todos los que comparten tu distinción. Nunca tendrás la sensación de andar perdiendo el tiempo con las cosas urgentes, mientras nosotros no tenemos un minuto para lo importante. Quien dude, que mire la fotografía. Esas manos señalando la fórmula con la que Einstein puso patas arriba la física. Todo un símbolo. La energía de Iñaki en reposo es igual a su masa multiplicada por la velocidad al cuadrado. Tu vida, Iñaki, reconcilia con la imperfección, aunque te cueste recibir caricias. Por eso, hoy, entre las líneas de este texto se han colado un par de achuchones, pero no me los tengas en cuenta.