Amelia Valcárcel: «No entiendo cómo un varón es capaz de pagar por sexo» - Alfa y Omega

Amelia Valcárcel: «No entiendo cómo un varón es capaz de pagar por sexo»

Javier Alonso Sandoica
Foto: María Pazos Carretero

Tenía muchas ganas de hablar con Amelia Valcárcel, sí señor, no solo por su historial docente, que es un camino de baldosas amarillas plagado de buen hacer y distinciones, sino porque me habían soplado que era sarcástica en las distancias cortas, pero en absoluto polemista, y eso es un aliciente.

Cierto, no me falló en la conversación. Lo pasamos bien, disentimos como buenos amigos, hubo acordes y desacuerdos, como dice Woody Allen.

Amelia es feminista de razones ponderadas, con las que puso firmes a los afiliados de Comisiones Obreras en los 70. No entendía la ausencia de mujeres en el sindicato.

En el restaurante pidió té kukicha, unas hierbas japonesas que ni el camarero conocía. Aprovechamos para preguntarle qué era aquel pastel tan adornado en el centro de la mesa, y nos lo detalló: «Polvo de almendras con lo justo de mantequilla tostada y un chocolate delicioso», y Amelia dijo enseguida: «Se nota cuando alguien es un verdadero amante de su oficio».

Amelia, eres miembro del Consejo de Estado desde el 2006, hablaste en tu toma de posesión de los derechos y libertades de las mujeres y de su dignidad.
Sí, el Consejo es un órgano que posee siglos a la espalda, es una institución con un cometido muy preciso. Antes de llevar las leyes a su aprobación, los miembros ejercemos nuestra capacidad de consejo, y sobre todo aportamos nuestra capacidad de sentido común, porque aquí el sentido común tiene que tomar asiento. He aprendido mucho, hay gente excelente.

Todos andamos preocupados por España. Si hacemos un repaso histórico al siglo XIX, con su confianza en el progreso, vemos cómo esa confianza choca contra el muro de las nuevas ideologías de la destrucción. Ahora estoy leyendo las Memorias de ayer de Stefan Zweig…
Pues te vas a deprimir, ya verás. Es uno de los intelectuales que con más capacidad y más dolor pensó su siglo. Se dio cuenta de que era un siglo convulso, tiránico, que no era capaz de alcanzar sus objetivos y se estaba haciendo malvado a gran velocidad. Y Stefan Zweig no lo pudo resistir. Pero se equivocó, no debió suicidarse, él pensaba que se cerraba el telón de la libertad y se apagaba la luz para siempre, pero no fue así. En ese siglo convulso y terrible que fue el XX, sobre todo en su primera mitad, la democracia y las libertades públicas salieron reforzadas. Si lo hubiera sabido, no se habría dejado humillar por la vida de esa manera. Ciertamente le tocó un tiempo espantoso.

Foto: María Pazos Carretero

Quizá porque Zweig se quedaba en el pasado como una época de protección y seguridad, pero veía el futuro con desesperanza. Yo siempre he reivindicado al escritor Ernst Jünger, que, a pesar del horror de las guerras en la historia, decía que siempre hay una iglesia en ruinas en la que se reúne un coro que reza y aguarda un futuro mejor.
La esperanza es absolutamente asombrosa, pero es a veces tramposa porque lo que vive y alienta en el ser quiere llegar a su cumplimiento. La esperanza hace que los hombres soporten situaciones imposibles. Ahora mismo habrá una mujer que ha sido raptada y estará por aquí cerca, obligada a prostituirse. Esa mujer tiene la esperanza de que su calvario acabará. Stefan Zweig no la tuvo y se marchó. Pero también creo que mantener una esperanza sin fundamento es un error, y que a veces es preferible actuar a esperar.

Para hacer un pronóstico sobre el ser humano habrá que hacer un buen diagnóstico de quién es.
El ser humano ha hecho cosas asombrosas en el planeta, hemos logrado saber dónde habitamos, incluso saber lo que hay más allá de las estrellas. Si pensamos en la capacidad de investigar y conocer, no podemos no maravillarnos, es algo absolutamente extraordinario. Ya es sorprendente nuestro planeta, donde hubo dinosaurios, donde los montes son millones de pequeños crustáceos que formaron fondos marinos que emergieron. Y que, en este lugar con millones de años, haya aparecido esa cosa tan extraña que es un bípedo capaz del lenguaje, poseedor de un mundo simbólico curiosísimo, que haya conseguido un dominio de la naturaleza inaudito para cualquier otro ser que convive con él y un conocimiento de su medio, y que encima nos encontremos aquí charlando de ello. Es asombroso. ¿Te gusta el mar? Uno recuerda aquello de Homero: «El mar, esa risa innumerable», y el hombre tiene la capacidad de saber lo extraño que es. Pero cada ser humano concreto no siempre participa de todos los predicamentos que se le atribuyen. Ya lo dijo Kierkegaard, y con mucha gracia.

¿Hemos descartado algo fundamental como los principios o la identidad, porque nos pueden resultar sospechosos de una época como la de Hitler o Stalin? ¿Hemos perdido solidez?
Pero aquel ideario nacionalsocialista era precisamente muy sólido, y fíjate todo lo que trajo. Como también lo fue el comunismo, y no se lo recomiendo a nadie, mira lo que hizo. Yo prefiero las cosas modestas, en esta vida prefiero propósitos racionales, que la gente coma más, que viva un poco mejor, que estudie más si lo desea, que sea más feliz o por lo menos que haya más confort, y que nos libremos de algunas cosas terribles cuando hay ausencia de ley o Estado. Es importante tener expectativas verosímiles.

Foto: María Pazos Carretero

Hablemos de la mujer. Amelia tú has criticado el término género.
Es que yo no sé qué rayos es eso del género. Varones y mujeres tienen una diferencia biológica, y con esa diferencia las culturas han hecho diferencias normativas, pero sin homogeneidad, con lo que te das cuenta de que la divergencia se construye.

¿Por qué decimos violencia de género cuando nos referimos justamente a la de los varones?
Porque hay gente a la que le gusta más. A mí no me dice nada, aunque el término quiera expresar algo tan grave como la violencia que las mujeres padecen por parte de los varones. Además, me parece un anglicismo.

Los planteamientos empresariales, los horarios laborales, siguen siendo muy masculinos, excluyen la paternidad, excluyen a la mujer y su maternidad, incluso su personalidad. Mucha emancipación de la mujer, pero existe una mentalidad laboral masculina.
Y así tenemos lo que está ocurriendo, que las mujeres dejan de tener hijos, y habrá muchos menos, porque a lo que no van a renunciar es a ser sujetos. Tendremos que volver a repensar eso y a dar una salida para que coincida la libertad de las mujeres con el sistema económico. No es fácil porque no tenemos un sistema económico homogéneo. Y mientras una parte del mundo sea capaz de producir a precios ínfimos, léase Oriente, dile a la gente de aquí que respete los tiempos para la familia. De todas formas hay muchos hombres y mujeres que prefieren no tener un cargo muy visible, y puede ser que a las mujeres les afecte más. Hay gente más contemplativa, que no pretende tener grandes responsabilidades. Pero es verdad que la desconfianza masculina todavía es muy grande, las barreras están puestas. Porque en el fondo los varones saben cómo funcionan esos espacios y no les apetece cambiar las reglas.

Hay muchas asignaturas pendientes. A la mujer se la sigue usando como adorno floral en publicidad y programas de televisión. Y luego tenemos el drama de la prostitución, que es una vejación de su dignidad, y habría que hacer un verdadero frente común para su abolición.
La aceptación de la prostitución es ir en contra de la gran agenda sufragista, que hablaba justamente de abolirla y de penar sobre todo la prostitución forzada. Cuando se habla en serio de la posibilidad de revertir esta situación, se habla de los acuerdos internacionales que se tomaron en los años 50, pero la trata sigue siendo un fenómeno constante y atroz en Occidente. Estas cosas no se pueden tomar con ligereza. Lo que no entiendo es cómo un varón es capaz de pagar por sexo. ¿Tan poco atractivo eres? Y sobre todo es inaudito en una sociedad que es muy liberal en torno al sexo, no estamos en una situación como la de Marruecos. Y a pesar de ello, los varones siguen comprando sexo. Evidentemente no solo es sexo, y eso habría que investigarlo bien. El foco siempre se pone en las prostitutas y yo quiero ponerlo en los puteros, y llamo con este dulce nombre a aquellos que se dedican a emputecer a los demás.

Medalla a la Promoción de los Valores de Igualdad del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad en 2010. Doctorado honoris causa por la Universidad de Veracruz (México) en 2015. Medalla de Asturias en 2006. Estos son algunos de los reconocimientos públicos que ha recibido Amelia Valcárcel (Madrid, 1950) por su lucha a favor del reconocimiento pleno de la igualdad de la mujer. Valcárcel es catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED, vicepresidenta del Real Patronato del Museo del Prado y miembro del Consejo de Estado. Ha publicado varios libros, y es referencia obligatoria para la Filosofía Política y el feminismo hoy en España.