Jesuita Germano Marani: «Antes católicos y ortodoxos solo hablaban de dificultades. Ahora miran los desafíos comunes» - Alfa y Omega

Jesuita Germano Marani: «Antes católicos y ortodoxos solo hablaban de dificultades. Ahora miran los desafíos comunes»

El jesuita Germano Marani es profesor del Pontificio Colegio Ruso de Roma, creado por Pío XI en 1929 para formar a los seminaristas que huían de la URSS. Hoy acoge a estudiantes católicos y ortodoxos, y es uno de los principales puntos de encuentro entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa rusa. Desde esta atalaya privilegiada, el padre Marani cree que el encuentro entre el Papa y el patriarca Cirilo ha sido posible porque «están cambiando los tiempos, las condiciones externas y también las personas. Mirando el mundo de hoy, no podemos continuar ignorándonos»

María Martínez López

¿Cómo ha visto el encuentro entre el Papa y Cirilo?
La declaración es una descripción de la unidad en camino. El camino es todavía largo. El encuentro simbólico entre Francisco y Cirilo está preñado de esperanza para un futuro que pertenece sobre todo a Dios. El patriarca Atenágoras y Pablo VI se encontraron, pero los frutos se vieron sobre todo muchos años después. Creo que hay que dar fe a lo que han dicho los dos jerarcas de que el encuentro ha sido franco y leal.

No hay que ser entusiasta de forma irreal. Pero este encuentro es un símbolo, una imagen con la que muchos han soñado. Es clave el hecho de que comiencen a mirar juntos a la humanidad de forma pastoral, como ha subrayado decididamente el Papa en el encuentro con los periodistas en el avión. El futuro del cristianismo no es una cuestión pequeña, sino que afecta al futuro de la humanidad, al futuro en el Mediterráneo y en Oriente Medio. El hecho de que hayan hablado de esto ya es un signo de que se ha pasado a otra época. Antes solo se hablaba de las dificultades. Ahora comenzamos a mirar juntos la suerte de otras personas que ni están en Europa ni son solo un problema europeo: la inmigración, los cristianos de los santos lugares y su disminución en Irak, Siria y en los territorios africanos donde hay persecución. Esto significa empezar a mirar de un modo nuevo, de colaboración pastoral, a los fines y desafíos comunes.

La declaración conjunta hace un llamamiento explícito a la comunidad internacional sobre la guerra de Siria. ¿Qué influencia puede tener en este momento?
Esta alusión tiene una gran importancia, tanto para la suerte presente y futura de los cristianos, por ejemplo en Aleppo, como para la importancia estratégica como territorio en el que hace falta trabajar para preservar la paz y evitar que la guerra se alargue. También hace falta decir que esta región es objeto de atención además a causa de los muchos intereses geopolíticos, aunque esto está más allá de las intenciones inmediatas del documento conjunto.

El documento ha sido acogido con recelo por parte de la Iglesia grecocatólica ucraniana.
Los grecocatólicos viven cargados de una historia compleja. Entre los mismos estudiosos grecocatólicos hay varias lecturas históricas de la Iglesia de Kiev en relación con la Iglesia grecocatólica actual y la etapa de la Unión de Brest, de 1596. En 1946, tras la invasión soviética, sus fieles fueron obligados a pasar a la Iglesia ortodoxa, pero algunos pasaron a las catacumbas y parecía que habían dejado de existir. Cuando cae el Muro de Berlín, resurgió y comenzó a reivindicar sus edificios, que ahora pertenecían a la comunidad ortodoxa. Entonces empezó un periodo muy difícil. Pero los grecocatólicos han sabido reconstruir y reforzar su Iglesia.

Nadie tiene el derecho de influir sobre la libertad religiosa de la persona, pero persiste la cuestión de cómo resolver las relaciones entre unos y otros. En los últimos años esta dificultad se ha reforzado mucho por una parte y por otra, a causa de la crisis en el este de Ucrania y la anexión de Crimea. La cuestión de Ucrania es delicada desde muchos puntos de vista y permanece encima de la mesa no solo para la Iglesia ortodoxa, sino también para la propia Iglesia grecocatólica ucraniana y para el Vaticano. Pero también es bello que estas cuestiones no hayan impedido al Papa y a Cirilo encontrarse, mientras que sí lo impidieron en 1997, cuando hubo un proyecto de encuentro entre Juan Pablo II y el patriarca Alexis II.

¿Cómo puede la Iglesia tender una mano a Moscú sin alienar a sus propios fieles?
La Iglesia católica no debe abandonarlos, sino ayudarlos si piden ser ayudados, dar gracias a Dios por habernos acercado a Oriente y habernos hecho gustar la diversidad dentro de la Iglesia católica, y rezar para que cada Iglesia local se acerque cada vez más a Cristo. Solo de este encuentro cada vez más profundo cada Iglesia verá qué es mejor hacer en el futuro junto con las otras.

En el pasado, otro problema han sido las acusaciones a los católicos de proselitismo. ¿Qué hay detrás?
Cuando cayó el muro de Berlín, los católicos tuvieron prisa por entrar en el territorio ruso. Esto creó preocupación a la Iglesia ortodoxa, que decía «en vez de ayudarnos nos hacen la competencia». Creo que había buena voluntad, pero esta no lleva siempre a la comunión. Ahora las relaciones se viven de otra manera. Hace dos años en San Petersbugo se organizó una procesión de Corpus y teníamos que hacer una estación cerca de una iglesia ortodoxa. El párroco ortodoxo dijo que la hiciéramos en los escalones de su iglesia, y su mujer se preocupó de las flores. Se está pacificando la convivencia, hay una apertura a la colaboración pastoral y académica. Y a nivel de jerarquía tampoco es el problema número uno.

¿Cómo considera la Iglesia ortodoxa el ministerio del Obispo de Roma?
Varía mucho de Iglesia a Iglesia, de periodo a periodo y de teólogo a teólogo. Hay una Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre católicos y ortodoxos, fundada por Juan Pablo II y el patriarca de Constantinopla Dimitrios I, que se reúne desde 1980. Años después del Concilio Vaticano II, donde se habló del diálogo de la caridad, comenzó el diálogo teológico. En la encíclica Ut unum sint, Juan Pablo II pidió discutir sobre el modo del ejercicio del primado. En los concilios ecuménicos de los primeros siglos, se atribuía una prioridad en el orden al Obispo de Roma. En los últimos años, esta comisión ha llegado a discutir sobre la cuestión del primado de Pedro y la sinodalidad de la Iglesia, las dos dimensiones del diálogo.

¿Qué ha cambiado en estos últimos años para hacer posible el encuentro de Cuba?
Creo que están cambiando los tiempos, las condiciones externas y también las personas. En lo externo, las condiciones son realmente serias, e invitan con fuerza a la Iglesia a preocuparse del futuro de los cristianos. Están diciendo: «Chicos, juntaos, por favor». Mirando el mundo de hoy, no podemos continuar ignorándonos. No digo que tengamos que unirnos de repente, pero sí tener una preocupación por lo que ocurre a nuestro alrededor, y en nuestra sociedad europea, mediterránea y mundial.

¿Y los cambios en las personas?
Las personas de la jerarquía que han tenido y tiene un gran deseo de unidad que nos han precedido o están ya en el cielo han dado un fuerte impulso a la búsqueda activa del encuentro. En este sentido, el Papa Francisco está dando un impulso muy claro a la cultura y la espiritualidad del encuentro, que significa creer más en el diálogo, en la posibilidad de algo nuevo. Creo que este pensamiento está madurando gracias a nuestros padres en la fe, teólogos como O. Clement, el cardenal Spidlik, Congar y muchos otros. Creo que desde el cielo continúan su obra con su oración y con su alegría por este encuentro. Y no tengo dudas de la obra del Espíritu Santo. Es Dios quien guía la historia, y guiará a nuestras iglesias.

Un padre de la Iglesia comparaba a la humanidad con una rueda, compuesta de la llanta externa, los radios y el eje central. En la llanta, estamos lejos unos de otros. Pero a través de los radios, que son la oración y las virtudes como la esperanza y la caridad, nos acercamos al eje, que es Cristo; y poco a poco también nos acercamos entre nosotros. Es la Trinidad la que nos quiere juntos.

¿Ha ayudado la personalidad tanto del Papa Francisco como del patriarca Cirilo?
Al nivel de las opiniones en el ámbito académico ruso se mira mucho a la personalidad del Papa. En febrero de 2015, en un simposio en Moscú, una profesora me decía: «El Papa Francisco es una persona que interesa mucho a nuestra generación». No ha dejado indiferente a los que forman parte de una cierta inteligencia, les ha invitado a reflexionar. Hay más querencia hacia el Obispo de Roma; no en vano se presentó como tal el día de su elección. Bergoglio conoce bien la realidad oriental. El arzobispo mayor de los grecocatólicos ucranianos, Sviatoslav Shevchuk, fue obispo de los ucranianos en Buenos Aires, y Bergoglio le ayudó. Conoce bien también la parroquia rusa de Buenos Aires.

¿Y el patriarca?
Cirilo conoce muy bien la Iglesia católica y cómo funciona el Vaticano. Como secretario del metropolita Nikodim, fue a Roma muchas veces. Después de ser elegido obispo a los 27 años, siguió viniendo con frecuencia. En la noche de la Navidad ortodoxa de este año, durante el tradicional desayuno después de la liturgia en la catedral, el patriarca habló de forma muy positiva sobre la persona del Papa. En este caso, evidentemente esto era ya un signo de que se estaba moviendo con claridad hacia el encuentro.

Hay otro punto importante: para el Papa Bergoglio es importantísimo reformar todo lo posible la Iglesia y está intentando hacerlo. También para Cirilo es muy importante vivificar y reforzar la Iglesia ortodoxa. Podemos decir que en Cuba se han encontrado dos “reformadores” de sus respectivas Iglesias.

¿Qué podemos esperar del sínodo panortodoxo que se celebrará el próximo junio?
Es un encuentro que se esperaba desde hace décadas, ya antes del Concilio Vaticano II. Tiene mucha importancia, porque el encuentro es siempre un don de Dios. También tiene valor para nosotros, porque si los ortodoxos caminan juntos, es más fácil caminar con ellos. Hay problemas abiertos sobre cuestiones que están resueltas para los católicos, y también para teólogos ortodoxos como S. Bulgakov, como la procedencia del Espíritu Santo o el reconocimiento mutuo del bautismo. Constantinopla y las otras jerarquías lo reconocen, pero hay sacerdotes griegos y rusos que hacen lo que quieren. Entre las mismas iglesias ortodoxas el primado es una cuestión, y es bueno que lo hablen francamente entre ellos.

No descartaría que el encuentro de La Habana pueda ayudar a la posición del patriarca Cirilo dentro del próximo sínodo panortodoxo. Pero todo ha ocurrido bajo la mirada bendecidora del patriarca Bartolomé de Constantinopla.