«Prefiero a una familia herida que intenta amar a una sociedad narcisista y obsesionada por el confort» - Alfa y Omega

«Prefiero a una familia herida que intenta amar a una sociedad narcisista y obsesionada por el confort»

Unos divorciados vueltos a casar y una madre soltera le cuentan al Papa su experiencia de conversión durante el encuentro con las familias en el estadio Víctor Manuel Reyna de Tuxtla Gutiérrez

Redacción

Con un encuentro con familias celebrado en el estadio Víctor Manuel Reyna de Tuxtla Gutiérrez terminaba el Papa este lunes su visita a Chiapas.

Francisco constató que «hoy en día vemos y vivimos por distintos frentes cómo la familia está siendo debilitada, cuestionada. Cómo se cree que es un modelo que ya pasó y que no tiene espacio en nuestras sociedades que, bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento».

«Es cierto, vivir en familia no siempre es fácil –añadió el Pontífice–; muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión».

Historias de conversión

Esas palabras eran, como casi la totalidad de su homilía, una respuesta a los testimonios que se habían escuchado en el estadio.

El primero fue el de Humberto y Claudia Gómez, casados por lo civil, y ella anteriormente divorciada y con tres hijos fruto de esa unión anterior. Se convirtieron hace 3 años. Su vida dio un giro radical, y aunque «los divorciados vueltos a casar no podemos acceder a la eucaristía», sí «podemos comulgar a través del hermano necesitado, del hermano enfermo, del hermano privado de su libertad». De ese modo, hoy se dedican a buscar «la manera de transmitir el amor de Dios, que hemos sentido» ejerciendo la misericordia con los necesitados.

Beatriz, enfermera y madre soltera, contó que tuvo que superar la tentación de abortar, algo que, por su profesión, le hubiera resultado fácil. «La lucha siempre ha sido difícil, pues la precariedad, la soledad y el educar a los hijos sola, la tentación del aborto siempre se presentó como una alternativa que parecía la solución a los problemas, pero con la ayuda de Dios, he podido salir victoriosa de esas batallas y encontrarme con que la verdadera felicidad no está en lo que ofrece la sociedad, sino en encontrarse con el amor del Padre, la misericordia de la Iglesia y el perdón de los Pecados en Cristo». También ella experimentó un proceso de acercamiento a la Iglesia y ahora trata de anunciar «el amor de Dios a los adolescentes, madres solteras y familias destruidas, siempre impulsando al encuentro con Cristo a través de la Iglesia que me ha acogido como Madre».

«Santo Padre –concluyó la mujer, de 52 años–, solo pido su bendición, oración y fortaleza para las miles de mujeres que se enfrentan ante la falsa salida del aborto, para que puedan encontrarse como yo, con una Iglesia que les ama y las acoge».

«Echarle ganas»

Habló a continuación Manuel, un adolescente de 14 años que sufre una distrofia muscular desde los 5 años. Su enfermedad, pese a toda su dureza, unió a su familia y la acercó a Dios. Por eso afirma que Dios le ha bendecido «con esta capacidad especial».

Pero lo que realmente conmovió al Papa fueron las palabras del joven dirigidas a otros adolescentes que se encuentran «desanimados y en malos pasos». A partir de esas palabras, construyó el Papa buena parte de su discurso.

«Manuel, gracias por tu testimonio y especialmente por tu ejemplo. Me gustó esa expresión que usaste: “Echarle ganas”».

Es necesario –dijo Francisco– echarle ganas a la vida y a la propia familia, igual que «el Padre Dios le echó ganas a esa joven pareja» expulsada del Paraíso, Adán y Eva, y le «ha echado ganas a nuestra vida», simplemente «porque no sabe hacer otra cosa. Él sabe echarnos ganas, ¿por qué? Porque su nombre es amor. su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver hacer posible el Reino de Dios. Un Reino que nos invita a participar de esa nueva lógica, que pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida. En Jesús y con Jesús ese reino es posible. Él es capaz de transformar nuestras miradas, nuestras actitudes, nuestros sentimientos muchas veces aguados en vino de fiesta. Él es capaz de sanar nuestros corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar».

Discurso del Papa

Queridos Hermanos y Hermanas:

Quiero dar gracias por estar en esta tierra chiapaneca. Es bueno estar en este suelo, es bueno estar en esta tierra, es bueno estar en este lugar que con ustedes tiene sabor a familia, a hogar. Gracias le doy a Dios por sus rostros y presencia, gracias doy a Dios por el palpitar de su presencia en sus familias. Gracias también a ustedes, familias y amigos, que nos han regalado sus testimonios, que nos han abierto las puertas de sus casas, de sus vidas; nos han permitido estar en sus «mesas» compartiendo el pan que los alimenta y el sudor frente a las dificultades cotidianas. El pan de las alegrías, de la esperanza, de los sueños y el sudor frente a las amarguras, la desilusión y las caídas. Gracias por permitirnos entrar en sus familias, en su mesa, en su hogar.

Manuel, gracias por tu testimonio y especialmente por tu ejemplo. Me gustó esa expresión que usaste: «Echarle ganas», como la actitud que tomaste después de hablar con tus padres. Comenzaste a echarle ganas a la vida, echarle ganas a tu familia, echar ganas entre tus amigos; y nos has echado ganas a nosotros aquí reunidos. Creo que es lo que el Espíritu Santo siempre quiere hacer en medio nuestro: echarnos ganas, regalarnos motivos para seguir apostando, soñando y construyendo una vida que tenga sabor a hogar, a familia.

Y es lo que el Padre Dios siempre ha soñado y por lo que desde tiempos lejanos ha peleado. Cuando parecía todo perdido esa tarde en el jardín del Edén, el Padre Dios le echó ganas a esa joven pareja y le dijo que no todo estaba perdido. Cuando el Pueblo de Israel sentía que no daba más en el camino por el desierto, el Padre Dios le echó ganas con el maná. Cuando llegó la plenitud de los tiempos, el Padre Dios le echó ganas a la humanidad para siempre dándonos a su Hijo.

De la misma manera, todos los que estamos acá hemos hecho experiencia de eso, en muchos momentos y de diferentes formas: el Padre Dios le ha echado ganas a nuestra vida. Podemos preguntarnos: ¿Por qué?

Porque no sabe hacer otra cosa. Él sabe echarnos ganas, ¿por qué? Porque su nombre es amor, su nombre es donación, su nombre es entrega, su nombre es misericordia. Eso nos lo ha manifestado con toda fuerza y claridad en Jesús, su Hijo, que se la jugó hasta el extremo para volver hacer posible el Reino de Dios. Un Reino que nos invita a participar de esa nueva lógica, que pone en movimiento una dinámica capaz de abrir los cielos, capaz de abrir nuestros corazones, nuestras mentes, nuestras manos y desafiarnos con nuevos horizontes. Un reino que sabe de familia, que sabe de vida compartida. En Jesús y con Jesús ese reino es posible. Él es capaz de transformar nuestras miradas, nuestras actitudes, nuestros sentimientos muchas veces aguados en vino de fiesta. Él es capaz de sanar nuestros corazones e invitarnos una y otra vez, setenta veces siete, a volver a empezar. Él es capaz de hacer siempre nuevas todas las cosas.

Me pediste, Manuel, que rezara por muchos adolescentes que están desanimados y en malos pasos. Muchos adolescentes sin ánimo, sin fuerza, sin ganas. Y, como bien dijiste, muchas veces esa actitud nace porque se sienten solos, porque no tienen con quien hablar. Y eso me recordó el testimonio que nos regaló Beatriz. Si mal no recuerdo, Beatriz, vos dijiste: «La lucha siempre ha sido difícil por la precariedad y la soledad». La precariedad, la escasez, el no tener muchas veces lo mínimo nos puede desesperar, nos puede hacer sentir una angustia fuerte ya que no sabemos cómo hacer para salir adelante y más cuando tenemos hijos a cargo. La precariedad no sólo amenaza el estómago (y eso es ya decir mucho), sino que puede amenazar el alma, nos puede desmotivar, sacar fuerza y tentar con caminos o alternativas de aparente solución, pero que al final no solucionan nada. Existe una precariedad que puede ser muy peligrosa, que se nos puede ir colando sin darnos cuenta, es la precariedad que nace de la soledad y el aislamiento. Y el aislamiento siempre es un mal consejero.

Ambos usaron sin darse cuenta la misma expresión, ambos nos muestran cómo muchas veces la mayor tentación a la que nos enfrentamos es «cortarnos solos» y lejos de «echarle ganas»; esa actitud es como una polilla que nos va secando el alma.

La forma de combatir esta precariedad y aislamiento, que nos deja vulnerables a tantas aparentes soluciones, se tiene que dar a distintos niveles. Una es por medio de legislaciones que protejan y garanticen los mínimos necesarios para que cada hogar y para que cada persona pueda desarrollarse por medio del estudio y un trabajo digno. Por otro lado, como bien lo resaltaba el testimonio de Humberto y Claudia cuando nos decían que buscaban la manera de transmitir el amor de Dios que habían experimentado en el servicio y en la entrega a los demás. Leyes y compromiso personal son un buen binomio para romper la espiral de la precariedad.

Hoy en día vemos y vivimos por distintos frentes cómo la familia está siendo debilitada, cuestionada. Cómo se cree que es un modelo que ya pasó y que no tiene espacio en nuestras sociedades que, bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento.

Es cierto, vivir en familia no siempre es fácil, muchas veces es doloroso y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos los días conjugar el amor, a una sociedad enferma por el encierro y la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a rostros maquillados que no han sabido de ternura y compasión.

Me han pedido que rezara por ustedes y quiero empezar a hacerlo ahora mismo, con ustedes. Ustedes queridos mexicanos tienen un plus, corren con ventaja. Tienen a la madre: la Guadalupana quiso visitar estas tierras y eso nos da la certeza de tener su intercesión para que este sueño llamado familia no se pierda por la precariedad y la soledad. Ella está siempre dispuesta a defender nuestras familias, nuestro futuro; está siempre dispuesta a «echarle ganas» dándonos a su Hijo. Por eso, los invito a tomarnos las manos y decir juntos: Dios te salve María…

Testimonios de familias

Humberto y Lucy, familia formada por padres divorciados en nueva unión

Somos Humberto y Claudia Gomez. Yo Humberto antes era soltero y yo Claudia divorciada con 3 hijos, tenemos 16 años de casados por lo civil. El Señor nos permitió la bendición de tener un hijo de ambos que actualmente tiene 11 años y es monaguillo.

Nuestra relación ha sido de amor y comprensión, somos afines en cosas importantes pero hace 3 años que el Señor nos habló y entramos al grupo DVC cambio nuestra vida, nos acercamos a la Iglesia y recibimos amor, misericordia de nuestros coordinadores, hermanos DVC y de nuestros guías monseñor Alfonso Miranda y el Padre Oscar Lomelín, después de recibir el abrazo y amor de nuestro Señor, sentimos que el corazón no cabía en nuestro pecho.

Los DVC no podemos acceder a la eucaristía, pero podemos comulgar a través del hermano necesitado, del hermano enfermo, del hermano privado de su libertad, etc. Buscamos la manera de transmitir el amor de Dios, que hemos sentido, nos invitaron a ser parte de los voluntarios del IMSS, visitamos enfermos para darles ánimo, decirles que Dios esta con ellos, al visitarlos vimos la necesidad de alimento, ropa y cobija para los familiares de los enfermos, nos organizamos y gracias a Dios tenemos más de 2 años compartiendo el alimento con nuestros hermanos, posteriormente Claudia aceptó ayudar como coordinadora de voluntarias de la guardería que está dentro del penal del topo chico. Las trabajadoras sociales comentaron las necesidades de los internos que están en la clínica de rehabilitación de adicciones en el penal de hombres y aceptamos colaborar como matrimonio, platicando con ellos y llevando artículos de higiene personal.

El Señor es maravilloso y nos permite servir a quien lo necesita, solo dijimos Sí y Él se ha encargado de decirnos hacia donde caminar. Es maravilloso tener un matrimonio y familia donde el centro es Dios.

Beatriz, madre soltera

Mi nombre es Beatriz Muñoz Hernández, tengo 52 años, soy enfermera de profesión y madre soltera. Soy la tercera de una familia de 12 hermanos. Mi infancia estuvo marcada por la pobreza, la violencia y el abandono de mi padre, lo que me hizo no sentirme querida y fornicar en la adolescencia, quedando embarazada en varias ocasiones a lo largo de mi vida y experimentando la tristeza, el rechazo social y la soledad mas profunda.

Me encontré con el amor de Dios a través de su Iglesia, y me rescató, anunciándome que me amaba, que no me rechazaba y que sobre todo me perdonaba.

Siendo enfermera, muchas veces se me ofreció la oportunidad de abortar pero Dios me ayudó a no permitir atentar contra la vida de mis hijos. La lucha siempre ha sido difícil, pues la precariedad, la soledad y el educar a los hijos sola, la tentación del aborto siempre se presentó como una alternativa que parecía la solución a los problemas, pero con la ayuda de Dios, he podido salir victoriosa de esas batallas y encontrarme con que la verdadera felicidad no está en lo que ofrece la sociedad, sino en encontrarse con el amor del Padre, la misericordia de la Iglesia y el perdón de los Pecados en Cristo.

A través de un proceso de constante catequesis que me ha ayudado a entender y apreciar la palabra de Dios, a entrar en la oración, a la vida dentro de la comunidad, la práctica de los sacramentos, sobre todo la comunión y la reconciliación, alimentan ahora mi vida y me permiten vivir la misericordia de Dios que usted, Santo Padre, anuncia para todos los fieles, permitiendo que en mi trabajo de enfermera y en mi familia, pueda dar testimonio, anunciando el amor de Dios a los adolescentes, madres solteras y familias destruidas, siempre impulsando al encuentro con Cristo a través de la Iglesia que me ha acogido como Madre.

Santo Padre, solo pido su bendición, oración y fortaleza para las miles de mujeres que se enfrentan ante la falsa salida del aborto, para que puedan encontrarse como yo, con una Iglesia que les ama y las acoge.

Manuel, adolescente discapacitado

Santo Padre Francisco: Amigo de los adolescentes y jóvenes. Soy Manuel, un adolescente de 14 años. Quiero decirle: Gracias por ser nuestro amigo y estar cerca de nosotros. Gracias por venir a nuestra tierra chiapaneca. Gracias por traernos el mensaje de paz a nuestras familias. Que Dios lo bendiga mucho, mucho.

Santo Padre Francisco. Le comparto algo de mi vida personal: antes caminaba, corría, jugaba como todo niño, pero a los 5 años empecé a caerme, se dieron cuenta mis papas, y los médicos detectaron mi capacidad especial; tengo distrofia muscular. Fui perdiendo fuerza en todo mi cuerpo hasta que quedé en silla de ruedas y me puse muy triste al ver que no podía caminar, ni correr, ni jugar. Después platiqué con mis papas, les dije que no se pusieran tristes, que podía hacer cosas más grandes, aunque no pueda hacer lo que otros niños hacen y empecé a echarle ganas. Mis papás me apoyan en mis planes sintiéndome sin límites como toda persona normal.

Tengo mucha fe y ha crecido mi esperanza. Sé que Dios me ha bendecido con esta capacidad especial. En El confió. Y si es su voluntad me dará mi salud física. Antes que conociéramos a Dios en mi familia siempre había pleitos, hasta que Dios llegó a nosotros y empezamos a ir a la Iglesia. Al principio no me gustaba. Hoy agradezco a mi hermano, el cual siendo coordinador de adolescentes me motivó mucho. Así inicié en el grupo de adolescentes de la parroquia y me gustó mucho.

Ahora salgo en mi silla de ruedas a evangelizar y lo hago con mucha alegría a invitar a muchos adolescentes que no conocen el amor de Dios. También con mi familia misionamos y visitamos enfermos.

Santo Padre, ore por nosotros, los adolescentes de México, ya que hay muchos jóvenes desanimados; hay algunos adolescentes que están en malos pasos y como nadie los escucha caen en malas compañías y los llevan por malos caminos.

Hay mucha violencia entre adolescentes. Como adolescente les digo que si se encuentran desanimados y en malos pasos ¡Animo!, que se incorporen a un grupo. Y recuerden: somos los consentidos de Dios. Somos la esperanza de la Iglesia. Ore por nosotros y siga presentando al Dios amor y misericordioso. Papa amigo, los adolescentes de México oraremos por usted y que la Virgencita lo cubra con su manto maternal.

¡Viva el Papa Francisco!… ¡Viva el Papa Francisco!

Familia de la diócesis de Tapachula

Santo Padre, nos da mucha alegría que haya venido a Chiapas a visitarnos. Su presencia en medio de nuestro pueblo es una gran bendición. Nos sentimos muy felices con su visita.

Mi esposa, mis hijos y yo hemos venido acompañando a mis papás, que han vivido, gracias Dios, más de cincuenta años juntos. Ellos son Aniceto Hernández y Criselda Roblero. De ellos nacimos 5 hermanos: Mauro, Regina, Maximiliano, Adrián y un servidor: Menelio Hernández.

Las parejas de esposos aquí presentes que renuevan su alianza matrimonial, dan testimonio que el amor fiel es posible. Ellos hace 50 años juraron amarse y dar vida en sus hijos. Junto con ellos mi familia se siente bendecida por que a través de nuestros padres, Dios nos ha regalado la fe católica. Gracias a su testimonio y sus enseñanzas hemos aprendido el valor de la oración, la escucha y la lectura de la palabra de Dios.

Hemos aprendido a reconocer el gran valor de nuestra participación en los sacramentos. También reconocemos el regalo de Dios a través de la persona de usted, de los obispos y sacerdotes que van guiando nuestra fe. Damos gracias a Dios por la sabiduría de nuestros padres ancianos.

Le pedimos que haga mucha oración por nosotros, por nuestra patria y por nuestro pueblo que sufre mucha pobreza por la falta de trabajo, los salarios bajos y los precios tan altos de los productos básicos. Somos un pueblo que sufre pero que tiene esperanza, fe y mucho amor para seguir transmitiendo el amor de Dios a nuestros hijos y a las nuevas generaciones.

Nuevamente gracias por su visita y vaya usted con la confianza de que los fieles católicos de Chiapas, siempre oraremos por usted. Dios lo bendiga Santo Padre.