Francisco y Cirilo, un abrazo que puede cambiar la historia - Alfa y Omega

Francisco y Cirilo, un abrazo que puede cambiar la historia

Fue el sueño más íntimo de Juan Pablo II y una ilusión de Benedicto XVI: el encuentro fraterno entre el Papa de Roma y el patriarca de Moscú, líder de la Iglesia ortodoxa más numerosa del mundo. Un deseo que hasta hace pocos años parecía inalcanzable y que se hará realidad este viernes 12 de febrero. Francisco y Cirilo escribirán la historia con un abrazo bajo el cielo de Cuba. Y abrirán una nueva fase en el diálogo entre los cristianos

Andrés Beltramo Álvarez
Foto: AFP/Alberto Pizzoli y Louisa Gouliamaki

Nunca antes había ocurrido. Jamás un Pontífice y un patriarca de Moscú se habían visto las caras. En dos horas de coloquio privado, ambos echarán por tierra casi mil años de división, excomuniones mutuas y enfrentamientos. La ortodoxa de Moscú es una Iglesia autocéfala, hija del Gran Cisma entre Oriente y Occidente. Y era la última que mantenía distancia del papado, desde que se separó de él en 1054.

La noticia llegó de repente, aunque llevaba cocinándose muchos meses. La mañana del viernes 5 de febrero la sala de prensa del Vaticano envió un breve mensaje a todos los periodistas acreditados. Una convocatoria para ese mismo mediodía, por «anuncios importantes». La especulación se disparó de inmediato, mientras en la capital rusa el Patriarcado convocaba a los corresponsales para la misma hora.

Una reunión histórica, largamente preparada

El portavoz papal, Federico Lombardi, leyó un comunicado en cuatro idiomas: «La Santa Sede y el Patriarcado de Moscú tienen el placer de anunciar que, por gracia de Dios, Su Santidad el Papa Francisco y Su Santidad el patriarca Cirilo de Moscú y toda Rusia, se encontrarán el próximo 12 de febrero. El encuentro se realizará en Cuba, donde el Papa hará escala antes de su viaje a México, y donde el patriarca estará en visita oficial. Comprenderá un coloquio personal en el aeropuerto internacional José Martí de la Habana y concluirá con la firma de una declaración común».

Mientras el sacerdote jesuita pronunciaba esas palabras, en la sala se aceleraban los golpes sobre los teclados de ordenador y los flashes de las cámaras. Entre los comunicadores era palpable la sensación de estar ante un hecho sin precedentes.

«Este encuentro de los primados de la Iglesia católica y de la Iglesia ortodoxa rusa, preparado desde hace tiempo, será el primero en la historia y marcará una etapa importante en las relaciones entre las dos Iglesias. La Santa Sede y el Patriarcado de Moscú desean que sea una señal de esperanza para todos los hombres de buena voluntad. Invitando a todos los cristianos a rezar con fervor para que Dios bendiga este encuentro, que dé buenos frutos», abundó Lombardi.

Los detalles del encuentro

Entonces pasó a ilustrar los detalles de la cita. Cirilo llegará a Cuba el 11 de febrero, Francisco partirá un día después, varias horas antes de lo inicialmente previsto. Ese tiempo lo destinará a la reunión, por eso la escala en La Habana no modificará su itinerario hacia México.

El avión papal aterrizará en Cuba a las 14 horas. Al pie de la escalerilla, Francisco será recibido por el presidente cubano, Raúl Castro, y por el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos.

Castro acompañará al Pontífice hasta la sala presidencial donde ya estará el patriarca. Unos 15 minutos después, ambos iniciarán un coloquio privado al cual se han destinado 120 minutos. En esa conversación participarán dos intérpretes –de ruso y español–, además de Koch y del arzobispo metropolitano Hilarión, responsable de departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú. Todo debería concluir a las 16:15 horas con un intercambio de regalos, la firma de una declaración conjunta (cuyos originales estarán redactados en ruso y en italiano) y un discurso de cada uno. El despegue de Francisco está previsto para las 17:30 horas.

Dos actores y un protagonista

Una reunión «no improvisada», preparada «desde hace largo tiempo». Así calificó Lombardi la cita. «El deseo del encuentro, sea de parte del patriarca, sea del Papa Francisco, se puede calcular en un par de años de cultivo y de contactos con vistas a madurar las posibilidades concretas para que ocurra», apuntó.

Se trata de una operación delicada, producto de una fina sinergia entre geopolítica y religión. Con varios actores claves y un protagonista. El primero de los actores fue el presidente ruso, Vladimir Putin, amigo personal de Cirilo y que siente una amplia estima por el Papa. Una simpatía que data de septiembre de 2013, cuando una carta de Francisco al G-20 de San Petersburgo y una estrategia diplomática frenaron la inminente intervención de Estados Unidos en Siria.

El segundo actor clave ha sido el metropolitano Hilarión, número dos del Patriarcado. Él fungió de mensajero entre Roma y Moscú. Pero fue Raúl Castro el protagonista absoluto. En mayo de 2015 viajó a la capital rusa en visita oficial. El sábado 9 se reunió en privado con Cirilo y de ese cara a cara salió una noticia: el patriarca había sido invitado a la isla, para su primera gira latinoamericana.

Ese mismo día Castro voló a Roma y el domingo 10 fue recibido por Francisco en una salita ubicada en la parte posterior del Aula Pablo VI del Vaticano. La conversación duró 53 minutos y, al final, el presidente salió con una gran sonrisa. «Si continúa así, volveré a rezar», confesó. Mientras los periodistas se centraban en el deshielo con Estados Unidos, la mirada de Francisco estaba posicionada en otra latitud del tablero mundial.

Así, Cuba se convirtió en el escenario ideal para el encuentro. «Es un lugar neutro», precisó el portavoz Lombardi. Y está fuera de Europa, una de las condiciones que había solicitado Cirilo. Para que los caminos de los dos líderes religiosos se crucen fue necesario alinear sus viajes. Así, el patriarca añadió a Brasil y Paraguay como destinos a su gira latinoamericana, y el Pontífice pensó inmediatamente en México, un país con el cual tenía una visita en el tintero.

«Tú me hablas y yo voy»

El intenso deseo del Papa rompió toda actitud de especulación. Ya lo había dicho él mismo, el 30 de noviembre de 2014, en el vuelo apostólico Estambul-Roma: «Yo se lo he hecho saber y él (Cirilo) también está de acuerdo; existe la voluntad de encontrarnos. Le dije: “Yo voy a donde me digas. Tú me hablas y yo voy”. Y él también tiene la misma voluntad». No le importó ser él quien tomó la iniciativa.

Los intentos de Juan Pablo II por encontrar al patriarca Alejo II y visitar Rusia fracasaron por causa de añejos conflictos: la situación de los grecocatólicos ucranianos y la acusación de proselitismo que, desde siempre, los ortodoxos lanzan contra los católicos. Aún se desconoce el contenido de la declaración conjunta que firmarán Francisco y Cirilo este viernes. Ni si estos problemas han sido solucionados. Pero el documento será aceptable para ambas partes y la base para construir un nuevo vínculo, cuya aspiración final debería ser la plena unidad.

El Patriarcado de Moscú congrega a dos tercios de los ortodoxos en el mundo. Unos 140 millones de fieles. Tras el histórico abrazo de La Habana, al Papa solo le quedará una cosa pendiente: pisar la tierra rusa.