Periodistas misioneros - Alfa y Omega

Periodistas misioneros

Manuel Cruz
Foto: María Pazos Carretero

Hace unos años asistí como invitado a una reunión de delegados diocesanos de Medios de Comunicación, en la que también participaron otros periodistas. Sorpresa general suscitó la comunicación de un compañero en la que afirmó que los periodistas «somos unos amorales por definición». ¡Ahí es nada!

En realidad, lo que quería destacar era que el periodista no se mueve, en general, por motivos éticos sino, simplemente, por el deseo de «informar», sin importarle la veracidad, ni la oportunidad, ni las consecuencias, aunque se trate de una difamación o de unos datos «filtrados» interesadamente. Aquella observación se convirtió en una bomba informativa, pues al día siguiente un periódico que se distingue por su fobia a los católicos, tituló: «Para la Iglesia, todos los periodistas son unos amorales».

Si traigo aquí este recuerdo es porque estos días un puñado de periodistas especializados en información religiosa ha tenido la feliz idea de constituir un grupo de trabajo en el marco del Plan Diocesano de Evangelización. En la raíz de esta iniciativa está, sin duda, la decisión del Papa Francisco de enviar a cientos de sacerdotes a todo el mundo como misioneros de la misericordia.

Nosotros, los periodistas, no podemos llegar a tanto: nuestro sacerdocio no es ministerial, es el mismo que nos iguala a todos los cristianos como pueblo de Dios. Pero sí que es necesario ampliar nuestra formación religiosa para que, a la hora de escribir, no se nos pueda achacar que nos hemos dejado llevar por el vendaval del laicismo, el nombre moderno de la «amoralidad» que denunciaba años atrás un excelente observador de la vida diaria.

Quien fue director durante largos años de Alfa y Omega, el gran Miguel Ángel Velasco, solía decir: «¡Es que no terminamos de creérnoslo!». Eso es, exactamente, creer en la Encarnación, en los sacramentos –y frecuentarlos–, en la vida eterna, en que somos hijos de Dios, en que nuestra misión es servir… Y podríamos seguir aunque todo se reduzca a los dos mandamientos principales: amar a Dios y al prójimo. Los periodistas también queremos ser misioneros, también queremos formarnos como ellos y también tenemos que derrochar misericordia. Así de clarito.