La resiliencia contra el hambre - Alfa y Omega

La resiliencia contra el hambre

La muestra 100 ejemplos de resiliencia, promovida por Acción contra el Hambre y la UE, recoge ejemplos de superación de gente corriente, en los que se reivindica el valor de la resiliencia para luchar contra el hambre. Hasta el próximo 19 de febrero en la Escuela Superior de Dibujo Profesional (ESDIP) de Madrid

Eva Fernández
@KarinaLlacqua: «Los niños de países afectados por el ébola han mostrado una extraordinaria resiliencia en momentos de grandes dificultades». Foto: Javier Sánchez

En la región del Sahel, alrededor de once millones de personas deambulan por la pobreza y la falta de recursos sin burladeros donde parapetarse. Se trata de una enorme franja, al sur del desierto del Sahara, que sufre las consecuencias constantes de la escasez de alimentos. El sur de Mauritania, Senegal, Malí, Burkina Faso, Níger, el norte de Nigeria y Camerún, así como Chad, Sudán y Eritrea conforman esta región, conocida como el cinturón del hambre. A lo largo de los años, las guerras han confinado a gran parte de la población a campos de desplazados. Los episodios de lluvias irregulares o las sequías son cada vez más graves y frecuentes. A pesar de que la mayor parte de la población en esta región se dedica a la agricultura y a la ganadería de subsistencia, muchos hogares pobres no llegan apenas a cubrir, con su propia producción, la alimentación de su familia.

En los últimos diez años, la zona ha sufrido cuatro crisis alimentarias y nutricionales consecutivas, cuyas consecuencias son aún visibles en cantidad de hogares, incapaces de recuperarse del impacto. Pero a pesar del dolor acumulado, sus habitantes prorrumpen en semilleros, nunca se rinden: las comunidades ayudan a levantar casas y escuelas, cavan pozos, cultivan lo que pueden y miles de niños, por primera vez, se sientan apretujados en esteras, bajo lonas de plástico, deseando aprender todo lo que sus maestros dibujan en la pizarra. Ellos viven la resiliencia sin saberlo. Imparten esperanza a la otra mitad del mundo.

Además de la exposición, la ONG ha lanzado en formato ebook estos 100 ejemplos ilustrados de resiliencia, que pueden descargarse de forma gratuita en la web 100ejemplosderesiliencia.org

Resiliencia como medicina

Originariamente, el término resiliencia se utiliza en la física mecánica para referirse a la capacidad de recuperación del material cuando desaparece la causa que lo deforma. En acción humanitaria, la resiliencia se perfila como una de las estrategias más eficaces para luchar contra el hambre: construir la resiliencia de una población como la del Sahel significa capacitarla para resistir mejor todos los problemas a los que se enfrentan y, así, reducir el hambre en la zona.

La exposición 100 ejemplos de resiliencia ayuda a profundizar en la gravísima situación que se vive en el epicentro del hambre, el cinturón del Sahel, a través de ejemplos de superación, adaptación y recuperación de gente corriente. La historia de quien es capaz de construir una nueva vida tras la enfermedad, la aventura del día a día de alguien que afronta una discapacidad, los cambios radicales a los que te expones tras perder el trabajo y, por supuesto, las luchas cotidianas para conseguir agua potable, frenar el avance del desierto o huir de una guerra abierta. Lo comprobamos en cada una de las ilustraciones de esta exposición, en la que más de 40 artistas muestran de forma gráfica los ejemplos de resiliencia recogidos en los últimos meses como parte de la campaña promovida por Acción contra el Hambre y la Comisión Europea. Los frutos de la resiliencia que practican a diario los habitantes del Sahel gracias a entidades como Ayuda en Acción se traducen en semillas adaptadas a la sequía, sistemas de retención del agua de lluvia, o microcréditos para sacar adelante pequeños negocios, entre otras iniciativas.

Los padres del concepto

En psicología, la resiliencia define la capacidad de una persona para desarrollarse de forma positiva y construir algo bueno, a pesar de las enormes dificultades iniciales. «El padre del concepto es el francés Boris Cyrulnik, hijo de emigrantes judíos de origen ruso que fueron asesinados en un campo de concentración nazi», explica Emilio Pinto, experto en educación para la resiliencia en España. Cyrulnik logró escapar del campo de concentración con tan solo 6 años. Tras deambular por varios centros de acogida, llegó hasta una familia que «le inculcó el amor a la vida, a la literatura y al rugby. Era el típico caso perdido, un patito feo condenado a llegar a la edad adulta convertido en un maltratador o un delincuente. Pero gracias a su capacidad de superación, y a la educación que le dieron, pudo revertir la situación».

En su obra cumbre, Los patitos feos, el ahora psiquiatra utiliza, por vez primera, el concepto de resiliencia. «Nadie duda que es porque mi familia fue deportada por lo que yo quise orientarme hacia la psiquiatría, explorar la mente humana y dar un sentido a lo incomprensible», diría el propio autor. Dar un sentido a la vida es un aspecto imprescindible del proceso resiliente.

Lo corrobora con su vida el otro padre del concepto, el francés Tim Guénard. Cuando tenía 3 años su madre le abandonó atado a un poste de electricidad. A los 5 años, su padre le dio una paliza que le dejó en cama hasta los 7. El resto de su infancia la pasó de una casa de acogida a otra, hasta que, ya en la adolescencia y tras varias estancias en la cárcel de menores, se quedó en la calle. «Solo tenía un deseo que me mantenía vivo: matar a mi padre», reconoce. Pero fue el encuentro con el Big Boss –como llama a Dios– que hizo que su camino diese un giro de 180 grados hacia el perdón y el amor. «Guénard es hoy un hombre de casi 50 años, felizmente casado y con cuatro hijos. Con una cruz siempre en la mano, acoge en su propia casa a personas con problemas, a las que orienta para que encuentren nuevos motivos para vivir», explica Pinto.

La resiliencia «hay que concretarla. Yo he conocido muchos casos de chicos en los que nadie había creído, porque si alguien te dice que no puedes, al final no puedes. Pero si te dicen que sí puedes, la fuerza te invade y te cambia», explica Emilio Pinto. Y recuerda un caso que llegó a sus manos de una madre «que se sentía fracasada tras llevar a su hijo a todo tipo de tratamientos sin resultado. El chaval dejó el colegio, se ausentaba de casa y llegó a pegar a su madre. A pesar de todo, ella decidió no darse por vencida y sacar su resiliencia, su fortaleza. Estudiaba todo lo que caía en sus manos y cada mañana se repetía, una y otra vez, que todavía había esperanza». La hubo. El chico «hay temporadas que está mejor que otras. La madre ya no le tiene miedo y, a medida que crece, nota como si él luchara junto a ella».

Cristina Sánchez Aguilar