Luis Ángel de las Heras: «Se conoce lo que hacemos, pero no quiénes somos» - Alfa y Omega

Luis Ángel de las Heras: «Se conoce lo que hacemos, pero no quiénes somos»

El Año de la Vida Consagrada, que se inaugura el próximo domingo, debe servir para poner fin al desconocimiento sobre la vida religiosa tanto en la sociedad como dentro incluso de la propia Iglesia, explica el claretiano Luis Ángel de las Heras, que ha cumplido un año al frente de CONFER. Sobre la relación entre religiosos y obispos, afirma que «hemos avanzado»; «hay un buen clima, pero queda un largo recorrido»

Ricardo Benjumea
De las Heras (izquierda), con el Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, monseñor R. Carballo

¿Habrá sorpresas en el Año de la Vida Consagrada, o va a ser algo de lo que, casi, casi, podríamos ya hoy escribir unas conclusiones?
Yo creo que habrá sorpresas. Como en todas las cosas del Espíritu —y creo que con el Sínodo de la familia va a ocurrir lo mismo—, las cosas parece que van a ser de una determinada manera, y luego resulta que son de otra. Algo así creo que va a ocurrir con este Año, aunque, de todos modos, sí esperamos que sirva par que la vida consagrada camine un poco más hacia su autenticidad. Pero con qué signos, con qué líneas, no lo sé. El Papa ha lanzado algunas consignas, y ahora se trata de empezar a andar.

¿Cómo se va a encauzar el Año en España desde CONFER?
En mayo, en una reunión de las Juntas Generales de CONFER, acordamos que no iba a ser un año de grandes eventos. Los habrá en Roma, pero en CONFER lo que planteamos es que, este año, sea vivido y celebrado en cada rincón de la geografía española, con tres grandes objetivos: profundizar en la identidad y misión de la vida consagrada, dar a conocer mejor la vida consagrada a la Iglesia y a la sociedad, y celebrar la vida consagrada. Todo ello, teniendo en cuenta que esto no es un año sólo para nosotros, los religiosos. Igual que Benedicto XVI convocó un Año Sacerdotal para toda la Iglesia, para que el resto conociera mejor la espiritualidad sacerdotal, el Año de la Vida Consagrada debe implicar a toda la Iglesia. Y en ese sentido, yo creo que ha sido importante la preocupación de los obispos y de los sacerdotes diocesanos por conocer mejor la vida consagrada, por tener mayor relación, por que haya un mayor acercamiento…

Nos parecía también importante que hubiera un gesto solidario. Lo vamos a hacer junto a la Comisión de Migraciones, de la Conferencia Episcopal, y Cáritas Española. Se trata de un proyecto en Ceuta y Melilla con inmigrantes. Se buscó que este gesto visible no lo hiciéramos solos, sino sumarnos con otros a hacer Iglesia, significar que somos y hacemos Iglesia…

En los últimos tiempos, ha habido una clara mejora de las relaciones entre obispos y religiosos. ¿A qué lo atribuye?
El anterior presidente de CONFER, el padre jesuita Elías Royón, trabajó mucho por la comunión. Él llegó en un momento en que había algunas diferencias, e hizo un trabajo pacificador discreto, de acercamiento de posiciones, y ahora se están recogiendo los frutos. No se improvisa de la noche a la mañana esta mejora de las relaciones. Por otro lado, en Roma han cambiado las cosas. A veces la gente cifra el cambio en el momento en que el Papa Francisco es elegido. Con respecto a nosotros, yo creo que el cambio viene de antes, de cuando Benedicto XVI nombró al cardenal, entonces aún arzobispo, Braz de Aviz, y para nosotros empieza a haber con Roma una comunicación más fluida, más cercana, una comunión más clara. Eso también ayuda a que en España pueda haber una mejor relación entre los religiosos y los obispos.

Pero si el padre Elías hizo un esfuerzo, muchos obispos también lo hicieron; los esfuerzos de acercamiento no se hacen sólo por una parte. Es por ahí por donde hay que seguir caminando. En las reuniones con los obispos, hemos percibido que falta todavía un conocimiento mutuo. Hay algunas ideas preconcebidas, y hasta que no se dé una relación más cercana, todo depende de si el obispo y los religiosos de la diócesis tienen o no un determinado talante. Pero yo creo que sí hay conciencia por ambas partes de que se puede conseguir, sin que esto signifique, en ningún caso, que unos queden absorbidos por los otros. Una de las cuestiones que han emergido con frecuencia es que la Iglesia necesita la especificidad de la vida religiosa y la aportación de los distintos carismas. El arzobispo de Toledo, monseñor Braulio Rodríguez, lo ha expresado de forma muy clara al contar que no le gusta escuchar a algún párroco hablar bien de unas religiosas porque «son muy parroquiales». Pues «eso es muy peligroso —decía el arzobispo—, porque yo no quiero que sean muy parroquiales, sino que sean religiosas y que estén insertas en la parroquia como religiosas, no que dejen de serlo». En ese sentido, yo creo que queda mucho por caminar. Hemos avanzado, se nota el fruto del trabajo de lo que hemos hecho hasta ahora. Hay un buen clima, pero queda un largo recorrido. Hay que seguir trabajando.

«El compromiso es social nace del encuentro con Jesús», dice el padre De las Heras

Aludía usted también a la necesidad de dar a conocer mejor la vida religiosa.
Normalmente, se conoce a los religiosos por lo que hacemos, por el trabajo en los hospitales, en los colegios, en las misiones… Lo que haría falta es un mayor conocimiento de lo que somos, de qué es la vida religiosa. No podemos evitar algunos prejuicios. Pasa con la Iglesia en general, y sucede en España en particular. Hay determinados estereotipos que sólo se rompen con la relación personal con la gente. En las relaciones personales, podemos dar a conocer quiénes somos, por qué hemos optado por este estilo de vida, dar razón de nuestra forma de vida… En ese sentido, tenemos que estar cerca de la sociedad, dispuestos a dialogar, a abrirnos, a explicar… Es un reto importante, pero este trabajo hay que empezarlo por las personas que van a misa los domingos. Muchas de ellas apenas saben nada de la vida consagrada y de su significado, como deseo de vivir como vivía Jesús, buscando a través de los carismas recibidos de los fundadores algún rasgo concreto de Jesús para seguirle más de cerca e imitarle, y que eso sea, al mismo tiempo, una especie de signo de esperanza para el futuro, en el sentido de que sirva de anticipo del reino de Dios, porque los valores del Reino los queremos anticipar con nuestro estilo de vida. Hay toda una teología elaborada sobre la vida consagrada, pero no está bien comunicada.

¿Por qué se siente un joven hoy llamado a la vida religiosa?
Hay una idea básica que siempre se repite, y es que la vocación surge de un encuentro personal con el Señor, que suscita en el joven una inquietud que demanda una respuesta. Yo creo que esto es muy importante. Hay que reconocer que no siempre ha sido así en la historia de la Iglesia. Después de eso, que es lo principal, al joven le atrae un estilo de vida comunitaria, una comunidad en la que vivir y compartir su vocación, su respuesta a la llamada del Señor. Y me he encontrado en este sentido con alguna respuesta sorprendente: «He visto que entre vosotros hay religiosos mayores felices. Con sus ochenta y tantos, he visto que esta persona está realizada, que ha llevado una vida plena, y esto a mí me da confianza». Esa respuesta no la esperaba, pero es cierto: los religiosos mayores pueden dar testimonio de una vida plena y feliz. Y eso llama la atención.

Además, creo que los jóvenes tienen hoy la posibilidad de conocer mejor la vida religiosa por dentro que hace 20, 30 ó 40 años. Esto también es un elemento de discernimiento importante. Hay un conocimiento más cercano. Hoy estamos más abiertos, la gente puede venir a rezar y a comer con nosotros.

El concepto de periferia, tan utilizado por el Papa (aunque ya antes se aludía mucho a la idea de frontera), ¿ha hecho más atractiva la vida religiosa?
Yo tengo mi propia idea sobre la periferia. Estuve, entre otras cosas, trabajando en Vallecas (Madrid) seis años, con laicos y con otros claretianos, en un proyecto de acogida a toxicómanos. En esos años, la droga era un problema muy grande, y había pocas soluciones sociales. Pero yo no llegué a la vida religiosa por la periferia, sino que la vida religiosa me llevó a la periferia. Hace bastantes años, yo pensaba de otra manera. Creía que, cuando la gente nos viera comprometidos con los pobres, muchos se plantearían la vida religiosa, pero después no he tenido esa experiencia. En las vocaciones que han llegado a mi congregación, el reclamo nunca fue ése, sino el encuentro y la llamada del Señor. El compromiso social es consecuencia de esta llamada, no al revés.

Hay gente que se plantea en su vida cómo entregarse a los demás. Uno, como laico, puede trabajar como voluntario en la Cañada Real [barriada chabolista de Madrid]. Con los toxicómanos, yo tenía muchos voluntarios colaborando. ¿Pero ésa es la vía para llegar a la vida religiosa? Yo creo que no. La vía para optar a la vida religiosa es ese encuentro con Jesús, que te llama. Y cuando se da esa condición, ¡adelante! La vida en comunidad y las periferias se convierten entonces en paraísos para un religioso.

El Año de la Vida Consagrada es también, en España, un Año Jubilar Teresiano. ¿cómo se articulan ambas celebraciones?
Se complementan bien. Podía existir el temor de que el Año Teresiano eclipsara al Año de la Vida Consagrada, o al revés (al revés, creo que más difícilmente), pero creo que no va ocurrir así. El Año Jubilar Teresiano se lleva preparando desde hace bastante más tiempo desde la CEE, en colaboración con la diócesis de Ávila y la familia carmelitana. Los religiosos hemos aprovechado la figura de santa Teresa para ver qué le puede decir a la Vida Consagrada hoy, y en esa escucha estaremos todo el año. No va a haber colisión entre los actos del Año Teresiano y los del Año de la vida consagrada. Lo que hay que hacer es aprovechar esa coincidencia para hacer fuerza en el mismo sentido.

La Conferencia Española de Religiosos (CONFER) organizó, en marzo de 2014, la I Jornada del laicado en misión compartida, que llevó por título Juntos somos más, y reflexionó sobre el papel de los laicos que comparten con los consagrados la espiritualidad y el carisma en diversas familias religiosas. La Jornada fue una primera toma de contacto, explica el padre Luis Ángel de Las Heras, que tendrá continuidad el 14 de marzo de 2015, con una segunda edición, nuevamente coordinada por el padre jesuita Elías Royón, anterior presidente de CONFER. Si a los laicos —añade De las Heras— «les considerábamos antes como bienhechores y colaboradores, ahora reconocemos que trabajamos sobre una misión que no es ni de ellos ni nuestra, si no que es del Espíritu».