«El Papa viene a palpar las heridas de este país crucificado por la violencia» - Alfa y Omega

«El Papa viene a palpar las heridas de este país crucificado por la violencia»

México cuenta la horas para recibir a Francisco, que comienza su visita este mismo viernes. Cinco misioneros españoles relatan para Alfa y Omega cómo está la situación del país y el trabajo que allí desarrollan

Redacción

José Luis González. Jesuita en Frontera Comalapa, Chiapas. Trabaja con migrantes

En los Diplomados en Pastoral de Migrantes que la Universidad Iberoamericana y el Servicio Jesuita a Migrantes desarrollan desde hace más de diez años, me ha tocado coordinar los últimos que se han dado en esta frontera sur y dar algunos temas, entre ellos uno sobre el Papa Francisco y la migración. Y de repente, ver que el Santo Padre viene a esta frontera sur es magnífico. Sus posicionamientos sobre el tema no son solo teóricos sino que son gestos y hechos que impactan más que un discurso o una encíclica. Lleva en los genes la herencia migrante y por eso, para entender por qué su primera salida de Roma fue a Lampedusa tras un naufragio, hay que saber que la familia de su padre Mario estuvo a punto de tomar un barco de Génova a Buenos Aires que naufragó en las costas de Brasil.

Sus insistentes mensajes sobre la migración tienen un hilo conductor: la fraternidad. No cualquier fraternidad sino la que da el saberse hijo de Dios, Padre de todos. La doble respuesta que el Papa pide al fenómeno de la migración es cultural: «cultura del encuentro» frente a la «globalización de la indiferencia»; y política: «los muros no son la solución»; pero ambas desde una raíz teológica que da la fe: Dios es padre de todos.

Esa fraternidad se ha vivido en parte en esta frontera en algunos momentos de la historia. Me tocó trabajar ocho años con los refugiados guatemaltecos que regresaron a Ixcán (norte de Quiché) después de 12 años de refugio en México, y tienen muy gratos recuerdos de las familias pobres que les acogieron cuando cruzaron la frontera huyendo de las masacres del ejército en 1982. Y tienen los recuerdos de una Iglesia solidaria que los recibió de la mano de Samuel Ruiz, el obispo entonces de esta diócesis, cuya tumba visitará el Papa en la catedral de San Cristóbal. Hay una hospitalidad popular que ahora se quiere torpedear desde la política y desde los planes de Estados Unidos de externalizar su frontera hacia el sur de México. Alan Bersin, un alto funcionario de Estados Unidos ha dicho que «la frontera de Chiapas con Guatemala es ahora nuestra frontera sur». Y la militarización y el control que existe aquí son financiados por Estados Unidos para que México le haga el trabajo sucio de filtrar a los migrantes. Sin embargo, a pocos metros de esta casa parroquial donde vivo, hay familias pobres como la de Saraín Velazquez que han hospedado a muchos migrantes. Recientemente ha hospedado durante dos meses a una familia hondureña que huye de la violencia sistemática de su país.

Esta parroquia ha construido un albergue hace tres años y ahora sirve para solicitantes de refugio. Y en marzo inaugurará el obispo un comedor para migrantes, mientras se construye una Casa del Migrante en un terreno ya comprado y en el que cada familia católica ha aportado económicamente. La colecta de la Misa del día 15 en San Cristóbal será para esta Casa del Migrante en Frontera Comalapa y para otra que se hará en otra parroquia de la diócesis. Es importante que se conozca la distinción entre migrante y refugiado, pues ahora muchas de las personas que llegan de Centroamérica vienen huyendo del infierno de esos países donde impera una violencia neo-feudal donde los más asesinos pasan de guerreros a nobles que controlan la vida local y provocan un paisaje de nuevos castillos y murallas que intentan dar la seguridad que el Estado ya no puede dar. La mayoría ya no son migrantes. Son refugiados. Pero no lo saben. Y las autoridades de México harán lo posible para que se siga ignorando la magnitud del desastre en estas Lampedusas de América.

Cuando llegué en 1990 a Honduras —llegué como médico y luego me hice jesuita— mucha gente se iba a Estados Unidos. Eran migrantes. Buscaban mejor salario. Podían volver. No había maras. Hoy, muchos de los centroamericanos que pasan por aquí no pueden volver, como dos salvadoreños que ayer mismo, al explicarles que para su caso no hay manera de que México les de un papel que regularice su estancia, se echaron a llorar porque en La Unión, de donde vienen, el crimen organizado les quiere reclutar y ellos no quieren «ensuciar su alma matando a otras gentes». Si no lo hacen los matan. Son campesinos con una gran fe en Dios, en un Dios que les recuerda que todos somos hermanos. La misma fraternidad que el Papa viene a recordar. La misma que movió al primer obispo de esta diócesis, Bartolomé de Las Casas, a defender la dignidad de los indios, logrando que en 1537 la bula papal Sublimis Deus reconociera que los indios tenían alma. Algo que nos parece hoy tan evidente, pero no para ilustrados como Voltaire que consideraba a los indios seres inferiores dos siglos después de la bula.

De nuestra parroquia se han apuntado unas 800 personas para ir a la Misa del Papa en San Cristóbal. Hay mucha empatía con este Papa que habla la misma lengua y que viene a palpar las heridas de este país crucificado por la violencia, la migración y la marginación de los pueblos indígenas. Es una lástima que no se haya podido organizar un evento más popular y masivo, ya que el gobierno ha limitado el cupo de participantes a 90 mil. Este Papa ha celebrado ya Misas para varios millones de personas, como la de Río de Janeiro, pero aquí le tienen miedo. Hace 500 años los españoles hicieron la vida imposible a obispos como Bartolomé de Las Casas (que tuvo que irse), o Vasco de Quiroga (primer obispo de Michoacán, donde también va el Papa), o Valdivieso en Nicaragua (asesinado por el hijo del Gobernador al salir de la Misa de miércoles de ceniza). No gustaba que esos obispos denunciaran el maltrato a los indios, a los «otros». Hay miedo a un atentado -eso muestra Gobernación con tantas medidas restrictivas- pero Francisco no se amedranta a la hora de anunciar la fraternidad que abre fronteras.

Pablo Roger Codinach. Legionario de Cristo. Trabaja con jóvenes en San Luis de Potosí

San Luis Potosí se localiza en el centro de México. La situación a nivel religioso es muy activa, como en casi todo México. Quiere decir que la mayoría de gente se acerca a la iglesia, piden los sacramentos, hablan con el sacerdote. No entienden su vida sin el Señor, y lo bonito es que lo exteriorizan. No se avergüenzan de nada, las celebraciones son preciosas. Podríamos pensar que es algo superficial pero para nada. Yo, que por gracia de Dios toco profundamente los corazones, les aseguro que son muy bellos, muy limpios, muy humildes. La felicidad, la pena y dolor, el entusiasmo, la ilusión y proyecto de vida, la caridad… todo esto reluce en todas estas personas tan amadas por Cristo.

La situación a nivel social y seguridad podríamos decir que está muy tranquila. Hace 3-4 años, según me comentan, era muy complicado. La gente casi no salía a la calle y tomaban muchas precauciones a la hora de viajar. Hoy en día, gracias a Dios, todo está muy normal. Esto no quita que debas tomar precauciones según la zona de la ciudad por la que te muevas, pero esto desgraciadamente pasa en todo el mundo.

Mi trabajo se centra en toda la pastoral adolescente y juvenil. Es un trabajo apasionante en el que ya llevo 12 años (toda mi etapa de seminario y ahora como sacerdote). Animar, consolar, motivar, alegrarse, reír, llorar, sufrir… todo esto lo vive uno junto a tantos chavales que le necesitan. Son corazones enormes, con ansias de vivir junto a Dios y demostrarlo, pero a la vez conocedores de su limitación. Tienen deseos de lucha para no dejarse llevar y abandonar los auténticos ideales y valores en los que han sido formados.

Mi trabajo es muy bonito y cansado… Pero con tal de que Cristo reine en sus vidas cualquier sacrificio es poco… Tienen muchas cosas a la mano, mucho más fácil que en Europa, por ello la voluntad y coherencia se convierten en las mejores armas para hacer de sus vidas caminos de profunda felicidad, paz y orgullo.

Sobre la visita del Papa

El ambiente en general ante la visita del Papa es de mucha ilusión y de gran fe. Para los mexicanos la figura de Francisco no es solamente una imagen, sino un verdadero padre que se preocupa por ellos. Es Cristo que camina entre nosotros y nos da esperanza, fortaleza e ilusión por seguir adelante en el día a día y estar más unidos al Señor.

También como es lógico hay personas o grupos que no quieren la presencia del Santo Padre en el país dado que levantará ampollas. En México hay una tasa altísima de pobreza y los ricos son y aparentan como tales. La diferencia social es altísima y a pesar de ser un pueblo con grandes recursos naturales y afán de trabajo no hay incentivos apropiados y facilidades para aprovechar estas circunstancias.

Ha habido problemas de tipo logístico para poder movilizar a tanta gente así como, a mi modo de ver, falta de comunicación por el tema de los boletos. Entendible dada la magnitud de personas y los lugares de visita. También ha habido desinformación involuntaria, o no, sobre el tema de los costos. Muchas personas se quejaban de los costos que supuestamente debería asumir el país por la visita del Papa. En los medios y redes sociales se notaba mucha de esta mala información.

Nuria Ostos. Regnum Christi. Trabaja en Ciudad de México en el colegio del bosque

Vivo en la zona poniente de la ciudad en el municipio de Huixquilucan. Es una zona con una gran población judía. El nivel socio económico es alto aunque hay mucha desigualdad. En México puede haber una zona de mucho nivel y unos metros más allá casas muy humildes.

Mi apostolado se centra en atender espiritualmente a las niñas de primaria inferior de un colegio y acompañarlas en su formación. También ayudo en la atención y la formación de las maestras, el personal del colegio y las familias que lo requieran. Ocasionalmente doy charlas a jóvenes universitarias o acompaño misiones de grupos en diferentes ciudades.

Alberto Azcona. Escolapio. Trabaja desde hace 6 meses en Apizaco con jóvenes

Apizaco, nombre de esta ciudad en que vivo, en el estado de Tlaxcala, tendrá unos 40.000 habitantes. Es una ciudad creada en el XIX por los ferrocarrileros. Hace frío en invierno porque no nos protegen montañas y estamos a unos 2.400 m de altitud; pero el sol de mediodía pica que es un gusto. Me da la sensación que se vive de los servicios. Parece una ciudad tranquila, aunque me han llegado voces de que en los medios de comunicación se silencian los dramas.

Hace veinte años que salí de Pamplona. Estuve siete y medio en la costa centro de Chile, siempre en parroquia. Tres años en Roma, en servicio de la Casa General de mi orden escolapia. En septiembre del 2006 llegué a México, donde he vivido en nuestros colegios grandes de Oaxaca y Puebla y una parroquia media baja de la capital del país.

Ahora estoy en el mejor colegio de la ciudad, colegio de iglesia, de los padres escolapios, aunque no somos los más caros. Pero no hay duda de que somos caros, pues el gobierno mexicano no ayuda lo más mínimo a la educación privada. En este colegio doy manualidades a dos cursos de secundaria y atiendo pastoralmente como sacerdote por todas las secciones de la escuela, tarea que comparto con otro escolapio de Cataluña.

Llevo tres semanas queriendo lograr puesto para acudir al encuentro de los jóvenes con el Papa y el resultado es un «no hay entradas», aunque mañana espero que me diluciden la última esperanza de lograrlo. Al menos para la Misa dominical del 14 sí cuento con entradas. Si consigo entradas para el encuentro juvenil, cedería mis entradas de la Misa dominical a la parroquia de Ciudad de México donde estuve anteriormente.

Nuestro colegio y otras cuatro presencias escolapias que tenemos en el país, nos permite a los escolapios de México mantener dos escuelas para niños de clase media-baja, cuyos ingresos no permitirían sostenerlas; hogares para unos 50 niños, cuya realidad familiar los tiene en riesgo de calle; y una misión en el sureste del país.

Conscientes de que nuestra orden nació para mejorar el mundo, educando sobre todo a los pobres, nuestros colegios abren las puertas por las tardes a quienes no son nuestros alumnos pero quieren venir a realizar sus tareas. Mi colegio los atiende, por grupos de tres niños, con los maestros de la mañana y la ayuda de los alumnos de final de bachillerato. Yo acudo pero para saludarles, jugar y ayudar al que se me ocurre cada día. Esta «escuela de tareas» es un servicio gratuito.

El colegio en que estoy también abre los sábados para adultos que quieren obtener el título de bachillerato, título que les gestionamos nosotros con validez oficial. Dan una cuota muy asequible y simbólica, para que ellos mismos valoren su compromiso y no se retiren. Diariamente atiendo también una Misa en la capilla que tiene la escuela.

Como ve, mi misión no está rodeada de cocodrilos ni penurias, pero lo vivo como verdadero servicio humano y cristiano. No estoy con los más pobres pero ayudo a que otros lo estén.

Isidro Fábregas Sala. Salesiano. Trabaja con indígenas.

Estamos en sur este de México en el estado de Oaxaca en la colindancia con el Estado de Veracruz. Es una zona tropical situada en la cuenca del río Papaloapan, separados de la ciudad de Oaxaca por la sierra Juárez.

Se trata de una zona marginada de indígenas, fundamentalmente de la etnia chinanteca, aunque también tienen presencia los pueblos zapotecos y mixes, y un regular número de mestizos.

La situación de la gente es de lucha para ir saliendo de su gran marginación, marginación que es mayor en los pueblos más alejados de las vías de comunicación. La gente se dedica sobre todo al campo y a la ganadería, cosechan maíz y frijol, chile…

Yo soy el director general del CECACHI Don Bosco y vicario parroquial de San José Río Manso. Como vicario atiendo los domingos a tres pueblos y cada día apoyo en los servicios que me solicita el párroco.

En el CECACHI coordino el funcionamiento de un internado pluricultural con 160 niños y niñas pertenecientes a 50 pueblos distintos. Aquí estudian secundaria y se les prepara para que sean promotores integrales de sus familias y pueblos.

Llevo en esta obra 42 años y tenemos ya ex alumnos doctores, maestros, licenciados.