Francisco: México vive su «pedacito de guerra» - Alfa y Omega

Francisco: México vive su «pedacito de guerra»

A pocos días de su visita al país, el Papa mantuvo un diálogo a distancia con los mexicanos en una inédita entrevista colectiva que concedió a la agencia de noticias Notimex

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa saluda a Andrés Beltramo. Foto: L’Osservatore Romano

Violencia, corrupción, tráfico, fabricantes de armas. El aire gravemente contaminado que padece el mundo también afecta a México. Un país que vive su «pedacito de guerra». Pero «el México de los cárteles, de las drogas y del crimen organizado» no es el país que «quiere su Madre», la Virgen de Guadalupe. Palabras cargadas de dramatismo, pero también de esperanza, las que pronunció Francisco en un diálogo a distancia con los mexicanos. A pocos días de su viaje a esa tierra, concedió una inédita entrevista colectiva a la agencia Notimex.

En la casa Santa Marta, su residencia del Vaticano, Jorge Mario Bergoglio siguió atento los mensajes de 33 mexicanos de diez ciudades distintas. Inquietudes, expectativas y preocupaciones divididas en cuatro fragmentos de vídeo. Al final de cada uno, el Pontífice respondió improvisando a los interrogantes que le lanzaron varios de ellos y ofreció algunas reflexiones de valor universal, en un programa especial emitido este miércoles 3 de febrero.

«Le pediría yo como mexicano pues que ore por todos los países, que se acabe la violencia», le solicitó José Ángel Herrera desde el atrio de la basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México. «Que interviniera por los mexicanos ya que estamos pasando por una situación muy difícil», agregó Carlos Espinoza, de Querétaro.

Corrupción y narcotráfico

En los testimonios quedó claro que la delincuencia es la principal angustia de los mexicanos. Una angustia cotidiana, a la cual Bergoglio contestó sin evasivas. Ese será uno de los temas centrales durante su gira mexicana, prevista del 12 al 18 de febrero. Es más, dejó claro que su visita apostólica no pretende tapar ninguno de los problemas del país, sino todo lo contrario.

«Si yo voy ahí, es para recibir lo mejor de ustedes y para rezar con ustedes, para que los problemas de violencia, de corrupción y todo lo que ustedes saben que está sucediendo, se solucione, porque el México de la violencia, el México de la corrupción, el México del tráfico de drogas, el México de los cárteles, no es el México que quiere nuestra Madre; y, por supuesto que yo no quiero tapar nada de eso, al contrario, exhortarlos a la lucha de todos los días contra la corrupción, contra el tráfico, contra la guerra, contra la desunión, contra el crimen organizado, contra la trata de personas», apuntó.

Pero no quiso quedarse solo en la denuncia. Francisco habló de la paz en sentido más amplio, aseguró que la paz debe trabajarse «todos los días» y lanzó una «contradicción»: «¡La paz hay que pelearla todos los días, hay que combatir por ella, no por la guerra!». Para esto llamó a sembrar mansedumbre y entendimiento, como rezaba san Francisco de Asís: «Señor, hacé de mí un instrumento de tu paz». Así pronunciado, con acento argentino.

El Papa aseguró que la paz es un «trabajo artesanal», un «trabajo de todos los días que se amasa con las manos» y surge desde lo más sencillo: desde cómo educo a un niño hasta cómo acaricio un anciano. Porque la paz «nace de la ternura», de la comprensión, y del diálogo, no de la ruptura.

Entonces apeló a ejemplos concretos, de esos que le gusta proponer. Habló de las peleas en los barrios y en las familias, donde la única forma de pacificar a todos es la apertura a la conversación con el otro, a escuchar sus razones y dejarse corregir.

«Padre, pero con un delincuente uno no puede hacer eso», exclamó. E inmediatamente él mismo abundó: «Eso es verdad, pero yo puedo dialogar con quien le puede cambiar el corazón a ese delincuente. Tenemos la misma Madre, y decíle: “Mirá, si vos me dijiste que yo no tenga miedo porque sos mi Madre, vos que sos mi madre arreglá eso”. Sí, yo le haría la pregunta a cada uno de ustedes: ¿Yo le pido a la Virgen de Guadalupe la paz en tal lugar, en tal otro, o sea la oración a la Madre para que ponga paz?».

Palabras que resonaron fuerte en la tierra de los capos del narcotráfico como el famoso Chapo Guzmán. A ellos, pero también a otras latitudes, instó a no tener miedo, a escuchar al otro y a conocer sus razones. Y añadió una súplica para los mexicanos: «No entrar en ninguna trenza» que, por ganar dinero, los esclavice por toda la vida en una «guerra interior» y les quite la libertad. «Porque la paz da libertad», subrayó.

«No voy a pasar la canastita»

Sentado en una cómoda silla de madera, Francisco levantó los ojos del papel y esbozó una sonrisa cómplice mientras disfrutaba de la melodía de un cantante callejero de Guanajuato. Las notas de aquella guitarra marcaron uno de los momentos más divertidos de ese primer cara a cara con México. Sergio, un espigado hombre mayor de anteojos a lo John Lennon, logró captar el interés del Pontífice con su improvisación y el sonido de su guitarra.

Francisco escucha la música de un cantante callejero de Guanajuato. Foto: L’Osservatore Romano

El programa fue grabado la tarde del viernes 22 de enero en Santa Marta. En el mismo salón donde saludó –por ejemplo– a los mandatarios de Israel y Palestina, Shimon Peres y Mahmud Abás o a la expresidente argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Desde un improvisado set montado por el Centro Televisivo Vaticano, Bergoglio pudo escuchar las voces de 17 mexicanos y 16 mexicanas.

En sus respuestas, demostró estar informado de algunas polémicas que preceden su próximo viaje internacional. Por ejemplo, aquellas sobre los gastos de organización y sobre la naturaleza de su visita. «Voy a México no como un Rey Mago cargado de cosas para llevar, mensajes, ideas, soluciones a problemas», aclaró. E insistió: «No voy a pasar la canastita, quédense tranquilos».

A solas con la Madre en Guadalupe

Al contrario, el Pontífice dijo que espera «recibir algo» de los mexicanos: la riqueza de su fe, la fe de un pueblo «que no quiere ser huérfano» y «se gloría de tener Madre», refiriéndose a la Virgen de Guadalupe, cuya imagen visitará la tarde del sábado 13 de febrero. En este sentido, Francisco recordó el dicho «Yo soy ateo, pero soy guadalupano» para destacar el poder de la religiosidad popular en el país.

En el santuario de Guadalupe, Francisco estuvo dos veces. Él mismo lo revela. Una en 1970, cuando viajó con motivo de una reunión de jesuitas; y la segunda, en 1999, cuando Juan Pablo II entregó la exhortación apostólica Eclessia in America. El Papa demostró que es capaz de recitar de memoria las palabras pronunciadas por la Virgen en sus apariciones al indígena Juan Diego: «No tengas miedo, ¿acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?».

«¿Qué siento por ella? Seguridad, ternura. Cuántas veces estoy con miedo o ha sucedido algo feo, uno no sabe como reaccionar, y me gusta repetirme a mí mismo. Son palabras de ella: “No tengas miedo”», exclamó. Y como favor peculiar pidió encarecidamente que, en esta tercera vez que pisa suelo mexicano, le dejen «un ratito solo delante de la imagen». Es más, con candidez preguntó: «¿Me lo van a hacer?».

La fe en la calle

Hacia el fin del programa le impactaron dos testimonios. Uno de ellos, José Ranulfo Lobato, de Guanajuato, lo describió con la sencillez «de los ancianos buenos», y aseguró que, para él, Francisco dice dos cosas: «Aquí estoy, necesito hacer, ya les consta que he estado tratando de cambiar o modernizar la religión, necesito su ayuda».

El Papa captó en esas palabras un deseo de renovación. Y garantizó que él llegará a México como «peregrino», como «servidor» de la fe del pueblo, una fe «pública», que debe «salir y meterse en la vida de todos los días», no quedarse «enfrascada como en una lata de conserva» o como parte de «una Iglesia de museo».

«Esa fe tiene que salir a la calle, en el entendimiento con los demás, en el diálogo, en la comprensión, en el perdón, en la artesanía cotidiana de combatir por la paz». Francisco quiere la fe «en la calle», porque si la fe no sale a la calle, «no sirve». Pero una fe en la calle –aclaró– no significa solamente una procesión, sino que los cristianos se muestren como tales en sus lugares de trabajo, en sus familias, en la universidad y en las escuelas.

Respuestas lineales, completas. Un diálogo que logró sacar la mejor versión del Papa, aquella que siente a América Latina como su casa. Al finalizar la grabación agradeció a todos, con una sonrisa satisfecha. Antes de despedirse bromeó pidiendo solo una cosa: «En México, nada de picante».