«Aquí estamos felices, contentas y libres; si no, es mejor irse» - Alfa y Omega

«Aquí estamos felices, contentas y libres; si no, es mejor irse»

El 21 % de las monjas de clausura en España son extranjeras. El caso de las Mercedarias de Santiago ha puesto de relieve los problemas de importar vocaciones, aunque las religiosas explican que «la vida religiosa se enriquece cuando hay hermanas de varias culturas viviendo el mismo carisma»

José Antonio Méndez
Foto: REUTERS/Félix Ordóñez

Sor María Teresa Arakkal tiene 42 años y es una de las prioras más jóvenes de España. Llegó a nuestro país a finales de 1993 procedente de Kerala, al suroeste de la India, y desde hace seis años es superiora en un convento de clausura de Agustinas Recoletas en Madrid. En su comunidad viven 11 religiosas –cinco españolas y seis indias–, y aunque su vocación las lleva a apartarse del mundo para dedicarse a la oración, conoce el caso de las Mercedarias de Santiago de Compostela. «Aquí estamos para entregarnos a Dios por quienes están fuera, así que tenemos que estar enteradas de lo que sucede en el mundo –explica para Alfa y Omega–. Lo que ha pasado en Santiago tendrá que aclararse, pero lo primero que pensé es: “Pobres monjas… las que se han ido y las que se han quedado”. Hay mucho sufrimiento en esa historia, porque la vida de clausura te hace muy feliz si es tu vocación, pero si no, puede ser muy dura para la religiosa y para toda la comunidad».

Cuesta creer en monjas retenidas

A pesar de compartir nacionalidad y de haber llegado a España más o menos en la misma época (ella hace 23 años, las otras hace 15 y 17), sor María Teresa no ha coincidido con ninguna de las cinco religiosas indias a las que la Policía Nacional fue a buscar hace dos semanas al convento de Madres Mercedarias de Santiago, tras la denuncia de otra monja india exclaustrada que señaló que estaban retenidas en contra de su voluntad: no sabe quiénes son las dos que se quedaron en el convento, ni las tres que se fueron con la Policía y que ya habían pedido la exclaustración a la Santa Sede y estaban a la espera de que llegase la dispensa papal de sus votos. Lo que sí sabe es que, a estas alturas, «cuesta creer» que una religiosa pueda estar retenida en un convento: «Si una monja ve que la vida de clausura no es para ella, lo mejor que puede hacer es marcharse. Estamos en el siglo XXI y tenemos contacto con el exterior para ir al médico, en el torno, en el locutorio… Si hay problemas es fácil decirlo. Nosotras tenemos móvil e Internet para la comunidad. La vida religiosa se enriquece cuando hay hermanas de varias culturas viviendo un mismo carisma, porque las que vivimos en clausura estamos para seguir lo que Dios nos pide; estamos felices, contentas y libres. Si no, es mejor irse».

Comunicado de las Mercedarias

Esta presencia «libre y voluntaria» de las monjas en su convento es lo que han resaltado las propias Mercedarias de Santiago de Compostela en la carta abierta que hicieron pública el pasado viernes. Ha sido, hasta ahora, la única comunicación que han mantenido con el exterior desde que los medios comenzaron a hablar del caso.

La madre Catia Sampaio, junto a las Carmelitas Mensajeras del Espíritu Santo. Foto: José Antonio Méndez

En la carta, las religiosas expresan su «gran perplejidad, dolor y consternación» por la situación que se ha producido, y señalan que consideran su convento «como una pequeña comunidad universal, llena de alegría y variedad cultural», en la que conviven monjas de España, México y la India. Y en la que, hasta ahora, jamás habían recibido «denuncia o información alguna acerca de presuntos comportamientos delictivos» porque tanto las que han perseverado en su vocación como las que han abandonado al cabo del tiempo, lo han hecho «libre y voluntariamente».

Religiosas extranjeras en España

En realidad, la presencia de religiosas extranjeras no es algo atípico en los conventos españoles. Según los datos de 2015 recopilados por la Conferencia Episcopal, de las 10.357 monjas de clausura que hay en nuestro país, repartidas en 807 monasterios, el 21 % son extranjeras. Y como señala el ex presidente de la Conferencia Española de Religiosos (Confer) y actual vicario para la Vida Consagrada en la archidiócesis de Madrid, el jesuita Elías Royón, esa presencia suele producir «frutos de integración muy positivos, aunque también genere problemas lógicos de adaptación». Lo atípico es que esos problemas deriven en un escándalo mediático como el de Santiago.

«Hablé con ellas una por una»

Una de las personas que mejor conoce a la comunidad mercedaria compostelana es el sacerdote franciscano José González, delegado para la Vida Consagrada en la archidiócesis de Santiago. Además de las visitas anuales al convento que exige su cargo, y de haber predicado para ellas algún retiro, el padre González fue el encargado de velar por el proceso de elección de la nueva superiora, hace dos años. «Tuve que hablar en privado una por una con todas las monjas, y ninguna me dijo nada raro. Hablaron con toda libertad sobre la vida de la comunidad y sobre cómo estaban ellas. Cuando una monja de clausura no está bien o la comunidad va mal, es fácil detectarlo; sin embargo, ninguna dijo que quisiera irse y no pudiera, ni las cosas que se dicen ahora», explica.

Lo que sí apunta el delegado para la Vida Consagrada es que este caso demuestra que «hace falta ser muy cauto cuando se trae a extranjeras a España para entrar en un convento. No vale que digan que quieren venir, ni que las recomiende un cura o una monja, y menos si es de otra congregación. Sobre todo si son seglares, deben traer una carta del obispo de su diócesis y una referencia de la comunidad de su país de origen, para hacer una valoración detallada de su madurez espiritual, psicológica e intelectual, porque la vida religiosa, y más en clausura, no es para cualquiera. Nuestra responsabilidad es poner los medios para que ninguna vocación se pierda, con un buen discernimiento y cultivándola después; pero también asegurar que no traemos a cualquiera».

Problemas de discernimiento

Esa falta de cultivo de la vocación o de un correcto análisis de la propia vida es lo que puede estar, en opinión del padre González, en el fondo del asunto de las Mercedarias: «Es necesario que la investigación sea rigurosa y la archidiócesis está comprometida con la Justicia, pero parece que se ha tratado de un problema de discernimiento mal llevado. Si falla la madurez personal, es más fácil echar balones fuera que asumir la responsabilidad de decir “me he equivocado” o “ya no quiero esta vida”. Esa decisión no implica que la persona no haya entrado libremente, y libremente se haya mantenido en el convento», añade.

Clarisas de distintas nacionalidades trabajan en el monasterio de Santa Cruz, en Córdoba. Foto: Valerio Merino

También el padre Elías Royón explica que, antes de traer vocaciones extranjeras, «lo normal sería que la persona ingresara en noviciados establecidos en el propio país, en su natural entorno social, cultural y religioso. Allí se debería tener la experiencia de las etapas primeras de discernimiento vocacional y formación. Antes de cinco años no sería prudente ir a monasterios en otros continentes o países». De hecho, fuentes de Confer apuntan que «en los últimos años algunos obispos de diversas diócesis africanas han prohibido que jóvenes de sus Iglesias particulares vengan a Europa a ingresar en institutos religiosos o monasterios».

Una gran riqueza para la Iglesia

Cuando todos los pasos se dan correctamente, el resultado, lejos de dar pie a escándalos, beneficia a toda la Iglesia. Así lo explica la madre Catia Sampaio, superiora de las Carmelitas Mensajeras del Espíritu Santo. Ella, como el resto de religiosas de su congregación presentes en España, es brasileña, y argumenta por qué es importante llevar a cabo un buen discernimiento y cumplir con los trámites burocráticos: «Una religiosa que venga a España, sea de vida activa o contemplativa, viene como misionera, y tiene que ser respetuosa con las leyes y con su misión. Pero solo deberían venir quienes deseen servir al Señor. Que vengamos de esa manera es muy bueno, porque la manera de evangelizar y de vivir la fe es distinta en cada cultura, y cuando nos unimos crecemos en el respeto y aportamos nuestros talentos al servicio del Señor».

Y aunque la multiculturalidad en el convento «genera miedos y problemas con las costumbres y el idioma, es una riqueza cuando te das cuenta de que Dios te lleva donde quiere para hacer su obra, a pesar de todas las dificultades», añade. Y concluye: «Lo importante es buscar y cumplir la voluntad del Señor para anunciar el Evangelio, no llenar un convento a toda costa».