Melilla, primera ciudad de acogida de menores inmigrantes no acompañados - Alfa y Omega

Melilla, primera ciudad de acogida de menores inmigrantes no acompañados

Cristina Sánchez Aguilar
Un niño intenta cruzar a la zona del puerto. Foto: José Palazón

Melilla es la primera ciudad de acogida de la mayoría de los menores inmigrantes no acompañados (MENAS) que llegan a España. En La Purísima, el centro de tutela de titularidad pública, hay 340 niños viviendo, pese a que el centro tiene capacidad para 140. «El centro, que gestiona la empresa privada Arquitempo, no solo es un descontrol administrativo y formativo, sino que conocemos casos de malos tratos a los chicos», afirma Rosa García, activista de la ONG Prodein. «Yo misma he denunciado a algunos educadores por agresiones, y también por chantajear a los médicos forenses para falsear la edad de los niños y hacerlos pasar por mayores de edad para no tener que tutelarlos», señala.

Aunque la tutela en La Purísima no garantiza mucho: «El derecho a permanecer en el centro, con una comida de calidad bajísima y una cama o colchón en el suelo». Poco más. La excusa es la masificación, pero según Rosa García, «hasta en lo más básico se está errando. Por ley, a los nueve meses de llegar a España un menor tiene derecho a la residencia. Pero yo conozco casos de chavales que llevan dos años o más en el centro y nadie les ha informado de que tienen que ir a huellar a la Policía». Los que sí han huellado tienen que renovar la tarjeta de residencia, «pero nadie les explica cómo y cuándo. No hay seguimiento». Si no lo hay para los menores, mucho menos para los que cumplen 18 años, «que se quedan en la calle, totalmente desamparados por la ley».

Ante este panorama, muchos niños prefieren buscarse las castañas solos. Saben que el centro no es garantía de tarjeta de residencia, y ante las agresiones, mejor dormir tranquilos. Aunque sea entre fríos y peligros. «Ahora mismo debe de haber unos 80 menores en las calles de Melilla. Algunos tienen 8 años», señala la activista de Prodein. Sobrevivir en la calle no es fácil, así que «trapichean, roban… porque no tienen nada que comer. Y huyen constantemente de las Fuerzas de Seguridad», con las que a veces hay conflicto. «Yo vi con mis ojos cómo la Guardia Civil cogía a un chico de 12 años, le metía en un furgón y le daba una paliza. Puse una denuncia, pero me contradenunciaron. Dijeron que les había llamado asesinos, pero no es cierto», afirma Rosa García.

En lo que va de curso han muerto ya tres niños. Uno se cayó por el acantilado, lugar donde van a dormir por la noche los menores, jugándose la vida. Otro murió en el agua, intentando llegar desde Nador. El último falleció esta Navidad, ahogado por el frío y los efectos de esnifar pegamento.