Iglesia en salida - Alfa y Omega

Una tentación muy recurrente suele ser la de pensar que la Iglesia tiene que cambiar sus convicciones y adaptarlas a las del mundo, como fórmula para que su mensaje sea acogido. Traer la Iglesia a la gente sería interpretado, en este caso, al modo de una equivocada mundanización de la Iglesia, tantas veces denunciada por el Papa Francisco. Traer la Iglesia a la gente no puede ser sinónimo de asumir el pensamiento políticamente correcto de cada momento y lugar (que con frecuencia resulta ser éticamente incorrecto). Obviamente, para eso no necesitaríamos ser cristianos, bastaría con ser ciudadanos del mundo. Por lo demás, la experiencia nos ha mostrado repetidamente un hecho inexorable: una Iglesia mundanizada suele ser mayoritariamente aplaudida por resultar complaciente; al mismo tiempo que es abandonada a posteriori por quienes la han aplaudido, por resultar innecesaria e insignificante. (…) Para ir afuera, hay que empezar por llegar adentro. Me explico: si queremos llevar la Iglesia a la sociedad, es necesario que nosotros lleguemos al núcleo del misterio de la Iglesia, que profundicemos, sin quedarnos en la periferia. Me estoy refiriendo a un encuentro personal con Cristo, en la comunión de la Iglesia. Sin conversión personal y sin conocimiento profundo de la espiritualidad católica, la evocación de la Iglesia en salida quedará reducida a una mera imagen. Pero a la conversión personal se ha de añadir también la conversión pastoral, tal y como nos recuerda Evangelii gaudium. Y esta conversión pastoral requiere que seamos libres y valientes, sin agarrarnos a falsas seguridades ni a hábitos pastorales caducos.

¡No tengamos miedo a aprender de las experiencias de evangelización que se llevan a cabo en lugares lejanos! ¡No tengamos miedo a la precariedad y a la falta de medios económicos en nuestra Iglesia, porque la Providencia nos dará la gracia de purificarnos y de desprendernos de todo lo superfluo! ¡No tengamos miedo a los cuestionamientos críticos, ni a la agresividad de los ambientes anticlericales, porque el Señor nos ha enseñado que la mansedumbre puede convertirse en nuestra respuesta más convincente! ¡Ni siquiera tengamos miedo a nuestra propia incapacidad!