50 años de vida «y 31 vinculado al seminario» - Alfa y Omega

50 años de vida «y 31 vinculado al seminario»

Antonio Secilla relevó a José Antonio Álvarez como rector del seminario de Madrid. «Nuestro hermano José Antonio nos transmitió el vivir en la cercanía y en el afecto», afirma

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Secilla, segundo por la izquierda, y Álvarez, tercero por la derecha, en un convivencia de formadores en Valencia. Foto cedida por Antonio Secilla.
Secilla, segundo por la izquierda, y Álvarez, tercero por la derecha, en un convivencia de formadores en Valencia. Foto cedida por Antonio Secilla.

«Estamos sobrecogidos y en este momento solo encontramos la luz en la fe», afirma al coger la llamada de Alfa y Omega Antonio Secilla, rector del seminario de Madrid desde julio del año pasado. Cogió el relevo de José Antonio Álvarez, fallecido este miércoles de un infarto a los 50 años, cuando este fue nombrado obispo auxiliar de Madrid.

—¿Cómo está en este momento la comunidad de seminaristas? Me imagino que muchos conocerían a José Antonio…
—Nos enteramos a primera hora de este miércoles y estamos muy impresionados. En estos momentos nada nos da consuelo ni sentido a todo esto. Tan solo pensar que estamos en las manos del Señor y que Él conduce nuestra vida.

Todos en el seminario tenemos el reconocimiento al trabajo que Pepe ha estado realizando durante tantos años aquí. Han sido 24 años como sacerdote vinculado al seminario, y si se tiene en cuenta su etapa de seminarista son 31.

Álvarez en el seminario durante un inicio de curso
Álvarez en el seminario durante un inicio de curso. Foto: Archimadrid.

—Más de la mitad de su vida.
—Siempre lo ha tenido muy cerca en su corazón, así como lo que significa la figura del sacerdote. Lo vivió así desde muy pequeño, muy influido por José María García Lahiguera, a quien tenía mucho afecto por vivir también cerca de las Oblatas de Cristo Sacerdote. Eso le acompañó en todo su proceso: de niño, en el seminario y después también en su ministerio sacerdotal y episcopal. Y también fue muy importante para él la figura de Julio Navarro, muy querido por todos en Madrid y muy cercano a las Oblatas.

—Usted, personalmente, ¿cuándo le conoció?
—Cuando entré en el seminario, en 1996. Yo estaba en el primero curso y él en cuarto, tres por encima. Siempre la relación con él fue muy cordial. Luego los destinos pastorales nos separaron unos años, pero el afecto continuaba. En el seminario, compartimos misión: él como director espiritual y yo como formador. Luego, como formador, estuve a su disposición, acompañándole en la tarea de formar a los futuros sacerdotes, hasta que hace un año me nombraron rector.

Hablando con un seminarista de Madrid. Foto: revista Seminario.

—¿Qué visión personal tenía en cuanto a la formación de los seminaristas? ¿En qué ponía más el acento?
—Era una persona muy eclesial, siempre tuvo a la Iglesia en su corazón. Seguía muy de cerca lo que marcaban la Iglesia, el cardenal, el Papa, los documentos que salían… Constantemente nos los refería para vivir en comunión, que para él era algo fundamental. Al mismo tiempo, cuidaba cada dimensión de la formación; pero ante todo formar a futuros pastores conforme al corazón del Buen Pastor, Jesucristo, que es a lo que estamos llamados. Esa era la meta con la que nos quería configurar cada día.

—En lo personal, ¿qué destacaría de él, de su espiritualidad, de su forma de trato con la gente o con los seminaristas?
—Era una persona que vivía todo con mucha pasión, entrega, fuerza e ímpetu. Tenía ideas claras y quería testimoniarlas. Pero al mismo tiempo se conjugaba en él una bondad enorme. Por ejemplo, cuando alguien sufría, se le veía emocionarse al contemplar ese dolor. Tenía un corazón que se enternecía ante el sufrimiento de los demás, lo que mostraba una humanidad muy grande y sorprendía a todos a su alrededor. 

También quiero destacar su cercanía a su madre, a su hermana y a su familia. Nos enseñó que el seminario y la relación entre nosotros tenía que ser muy cercana y familiar. En este momento queremos estar unidos a su familia, en la oración y en la cercanía, en el afecto, que es lo que también nos transmitió nuestro hermano José Antonio.