Una nueva cultura política - Alfa y Omega

Una nueva cultura política

Necesitamos un proyecto de convivencia en común desde la diversidad, que tenga en su centro la solidaridad y la justicia. La doctrina social de la Iglesia tiene mucho que aportar

Colaborador

Más allá de los cambios que se están produciendo en el panorama electoral, unos positivos y otros no tanto, necesitamos un profundo cambio en la orientación de la política. Necesitamos una nueva cultura política, otra manera de entender y vivir lo político como dimensión constitutiva de nuestra humanidad. Comenzando por comprender la política como toda la actividad dirigida a construir la vida social y, en consecuencia, como algo que afecta a todas las realidades sociales y de lo que todos somos responsables, sujetos y protagonistas.

Esta nueva cultura política, capaz de dar otra orientación a la vida y la acción política, la reclama la situación social que vivimos, marcada por una profunda fractura social, las crecientes desigualdades, el deterioro radical del trabajo por el desempleo y la precarización extrema del empleo, la creciente exclusión social… La reclama, en definitiva, la situación de los empobrecidos. La reclama igualmente la débil calidad de nuestra democracia, porque necesitamos un proyecto de convivencia en común desde la diversidad, y la voluntad de construir juntos un proyecto de convivencia que tenga en su centro la solidaridad y la justicia, las necesidades de los empobrecidos. Porque no hay peor debilidad de la democracia que la existencia de empobrecidos y excluidos. Como dice el Papa Francisco, necesitamos hacer frente a la «cultura del descarte», que descarta personas porque ha descartado lo humano.

El objetivo es la justicia

Esa nueva cultura política la reclama el carácter laico de nuestra sociedad. Necesitamos una sociedad realmente laica, superando el reduccionismo que supone la mentalidad que identifica laicidad con privatización de las convicciones, especialmente las religiosas, excluyéndolas del debate público. La laicidad es más bien la voluntad de construir juntos desde el reconocimiento del valor de la diversidad y desde la libertad. Por tanto, desde el diálogo en la búsqueda común de lo que nos humaniza. Un diálogo en el que todos, desde lo mejor de nuestras convicciones, visión del ser humano y de la realidad social, podamos aportar a ese proyecto común de convivencia.

La visión cristiana del ser humano, que en la doctrina social de la Iglesia se concreta en una manera de entender la vida social (por tanto, lo político), tiene mucho que aportar en ese sentido. El humanismo integral que propone la doctrina social de la Iglesia supone una rica aportación para la nueva cultura política que necesitamos. Es una manera de entender la política que gira en torno a la afirmación práctica de la sagrada dignidad de la persona. Todo en la vida social, y en la acción política que la construye, debe estar en función de la realización del ser y vocación de cada persona en un proyecto de fraternidad. Pero lo primero que exige la afirmación de la dignidad humana es que no haya empobrecidos: el criterio fundamental de una organización social humana y de la acción política es la solidaridad con los pobres y la lucha contra la pobreza como prioridad social. Por eso, el objetivo fundamental de la acción política es la justicia en la vida social, que sea posible la vida digna de todos, sin excluidos. Y en eso consiste la búsqueda del bien común (que es el sentido y el fundamento de la acción política): que todos y cada uno puedan realizar su humanidad, creando las mejores condiciones posibles para ello. Por eso, el bien común mira, en primer lugar, a las necesidades de los empobrecidos.

Amor concreto a personas concretas

Pero hay una convicción de la doctrina social de la Iglesia que es aún más importante para la vida y la acción política: el motor de nuestra humanidad y de la construcción de una sociedad humana es el amor concreto a las personas concretas. Esto es lo más importante para el reconocimiento práctico de la dignidad humana. La vida se realiza cuando se entrega en favor de que los otros vivan, en particular aquellos que ven más negada su dignidad. Es a lo que, por cierto, nos invita el Año de la Misericordia que celebramos en la Iglesia. Lo que más necesita la vida política es unir amor y justicia. Y eso es, ante todo, hacernos cargo de la vida de los empobrecidos.

En definitiva, la nueva cultura política que necesitamos tiene su centro en recuperar el valor sagrado de la dignidad humana y la felicidad del amor a los empobrecidos como proyecto de vida y como criterio de organización social. En torno a esta nueva cultura política gira el libro que acaba de publicar Ediciones HOAC, de la Hermandad Obrera de Acción Católica, La dignidad de la persona y el bien común. Una aportación al diálogo desde la doctrina social de la Iglesia. Seguramente a quienes hayan tenido la amabilidad de leer estas líneas lo que en ellas se dice puede parecerles algo extraño hablando de política. Pero, precisamente, ese cambio profundo de mentalidad es lo que necesitamos para caminar hacia una nueva orientación de la política.

Francisco Porcar

Presentación en Alfa y Omega

La dignidad de la persona y el bien común. Una aportación al diálogo desde la doctrina social de la Iglesia, editado por la Comisión Permanente de la HOAC, se presenta hoy, 21 enero, a las 19 horas, en la sede de Alfa y Omega en Madrid (calle de la Pasa, 3). Intervienen Francisco Porcar, editor del libro, y el secretario general de Cáritas Española, Sebastián Mora.