Ninette y un señor de Murcia: un Mihura en serio - Alfa y Omega

Decía Ramón Gómez de la Serna en una de sus greguerías que «cuando anuncian por el altavoz que se ha perdido un niño, siempre pienso que ese niño soy yo». Y no me cabe la menor duda de que esta frase la suscribiría Miguel Mihura. Siempre fue un niño perdido en un mundo de adultos, un Dionisio fascinado por la libertad y el eterno presente del universo de Paula en Tres sombreros de copa, su obra maestra, o un Andrés, deslumbrado ante un imaginado París luminoso y chispeante, tan lejano de la anodina vida que le ha tocado en suerte, en la obra que se representa ahora en el Teatro Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa, de la mano de César Oliva.

Andrés, el señor de Murcia, viaja a París tras recibir una herencia con la idea de vivir una aventura que lo aparte de su vida plúmbea y reprimida en España. París representa para él una bocanada de aire fresco y de libertad. Su amigo Armando le busca una habitación en el piso de Pedro y Bernarda, un matrimonio español exiliado de la guerra civil, de profundas convicciones comunistas. Pero Andrés irá posponiendo día tras días su salida soñada por las calles de París: la hermosa Ninette, la hija francesa de los caseros, le tiene preparado otro plan.

Esta trama le permite a Mihura desplegar todo su universo, universo que este montaje respeta y realza bajo la batuta de César Oliva, hombre de teatro donde los haya, cargado de experiencia tanto en el plano práctico como en el teórico (su Historia básica del arte escénico es una obra de referencia para muchos de los que amamos el arte de Talía). César Oliva se toma a Mihura en serio, lo admira y lo cuida. Decía el dramaturgo que el humor era «la gracia envuelta en papel de celofán». Y eso es exactamente lo que hace este montaje: envuelve en elegancia, sencillez y buen gusto la comedia del madrileño.

No esperen un montaje rompedor, de los que compiten en originalidad con el autor, pero tampoco encontrarán una propuesta rancia. La obra se fundamenta en dos pilares: el texto de Mihura, que tanto tiene que decir hoy en día, cargado como está de humanidad, y la estupenda interpretación de los actores. Y estos no lo tienen fácil, al tratarse de una de las obras más versionadas en español, tanto en teatro como en cine y televisión. Por el universo de Ninette han desfilado nombres de la talla de Fernando Fernán Gómez, Ismael Merlo, Aurora Redondo, Alfredo Landa, Juanjo Menéndez, Victoria Vera, Fernando Delgado o Carlos Hipólito, y me dejo atrás a muchos y muy buenos. Magnífico y lleno de matices, como siempre, Jorge Basanta (Andrés), gratísima sorpresa la sobresaliente interpretación de Natalia Sánchez (Ninette), formidable y divertido Javier Mora (Armando) y sobre Miguel Rellán y Julieta Serrano ¿qué voy a decir?: dos maestros.

Solo han sido grandes en el mundo de la comedia los que se han acercado a ella con la mirada de un niño. Porque la comedia es una cosa muy seria, demasiado seria para dejarla en las manos de los previsibles adultos, demasiado profunda para alejarla de la visión liviana y virgen de la infancia. Y todo el teatro de Mihura está marcado por esa tensión provocada por ese niño juguetón, imaginativo y sorprendente que vive encerrado en un adulto formal y de buena familia. Su primera gran obra (la ya mencionada Tres sombreros de copa) que no pudo estrenar hasta veinte años después de haberla escrito, supuso una revolución de frescura desbordante, una liberación del lenguaje y la dramaturgia. Demasiado para la España de su tiempo. Precursora en muchos aspectos de lo que años más tarde, con un tratamiento distinto, sería el teatro del absurdo abanderado por Beckett e Ionesco, no encontró hueco en el gusto del público y hubo de plegarse a las exigencias de un teatro más convencional, al que pertenece el resto de su producción. Pero esa rebeldía primigenia permanece latente en todas sus obras, dotándolas de una humanidad y profundidad muy por encima de la del teatro de sus coetáneos. Y eso es exactamente lo que ocurre en Ninette y un señor de Murcia.

Merece la pena acercarse al Fernán Gómez y sumergirse de nuevo en esta atmósfera cerrada y cautivadora de ese piso en París desde el que no se ve París, que seguirá siempre soñado deseado por el señor de Murcia. Y recrearse ante la humanidad de sus habitantes y de la mirada de su creador. Decía Mihura: «La vida me ha recompensado con lo más precioso que existe. He conocido la ternura». Y se nota: sus personajes están llenos de ella.

Ninette y un señor de Murcia

★★★★☆

Teatro:

Teatro Fernando Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa

Dirección:

Plaza de Colón, 4

Metro:

Colón

Hasta el 14 de febrero