Monseñor Martínez: «La Iglesia quiere proteger al máximo a las víctimas de abusos» - Alfa y Omega

Monseñor Martínez: «La Iglesia quiere proteger al máximo a las víctimas de abusos»

El arzobispo de Granada se ha reconocido «destrozado» por el caso de supuestos abusos sexuales cometidos por sacerdotes de la archidiócesis, y ha explicado que tanto el arzobispado como la Santa Sede han colaborado en todo momento con el proceso de investigación. Lo ha hecho en el programa La Mañana, de la Cadena COPE, a preguntas de su director, el periodista Ángel Expósito. Además, ha señalado que en cuanto apartó del ministerio sacerdotal a los presuntos abusadores como medida cautelar, tanto el denunciante como el juzgado le solicitaron que no hiciese nada más para no interferir en el proceso judicial, y por eso no tuvo margen para adoptar más medidas contra los supuestos encubridores. Asimismo, ha explicado que a la víctima «le he ofrecido mi paternidad» para tratar de «aliviar una herida muy grande, muy, muy grande», y asegura que en todo este tiempo hará oración y penitencia para que se esclarezca toda la verdad. Esta es la entrevista completa:

Redacción

¿Cómo se siente usted ante estos acontecimientos? ¿Cómo los está viviendo usted en primera persona, y toda la archidiócesis de Granada?
Si los hechos son ciertos es una herida tremenda en el cuerpo de Cristo, que es también mi propio cuerpo. Me sangra el corazón, me sangra el alma, y es dolorosísimo. Y si los hechos no fueran verdad, sigue siendo igual de doloroso, porque no se ha protegido la intimidad ni la presunción de inocencia de toda una serie de personas, incluida la presunta víctima.

¿Cómo tuvo usted noticia de los hechos?
Recibí una carta de la presunta víctima, una serie de correos y de cartas en los que me comentó que había dado conocimiento al Santo Padre. Inmediatamente después de recibirlas le llamé, quedamos, estuvimos hablando varias horas, e inmediatamente salí para la Santa Sede para pedir consejo a la Congregación que lleva toda esta serie de delitos sobre el modo de actuar. Justo antes de salir —ya tenía el billete comprado— me llegó la noticia de la Santa Sede de que había habido esta denuncia y de que procediera según el modo de proceder habitual.

¿Y cuál ha sido ese modo de proceder? ¿Qué decisiones ha tomado usted con los sacerdotes implicados?
Las que pide exactamente la disciplina de la Iglesia: primero, hacer una investigación previa para evitar que pueda haber denuncias y comunicaciones de muchos tipos que puedan ser falsas, y por eso hay que hacer una investigación para ver si la denuncia tiene verosimilitud. Yo puse en marcha inmediatamente esa investigación previa, y concluida que tenía verosimilitud, inmediatamente tomé medidas cautelares. Esa parte todavía no es judicial, porque tiene que haber un juicio justo para los sacerdotes y para la víctima, con derecho a defensa y con todas las pruebas necesarias. Pero la Iglesia quiere proteger a las víctimas al máximo, y por tanto, antes de que se iniciara el proceso judicial, una vez que está establecida la verosimilitud de la denuncia, se ponen una serie de medidas cautelares, como dice la Santa Sede. Yo las puse tan pronto como me fue posible, que fue el 15 de octubre.

¿Cuántos sacerdotes han sido acusados y cuántos han sido apartados por estas medidas previas?
La Santa Sede y las cartas del denunciante implican directamente a tres sacerdotes, que son los que han recibido las medidas cautelares, y han sido apartados de todo ejercicio del ministerio sacerdotal público, y retirados de todo domicilio pastoral o eclesiástico. En la denuncia se habla de otros sacerdotes que si fueran verdad los hechos los habrían conocido. Un periodista me preguntaba estos días por qué no había obrado con ellos. Pues por la sencilla razón de que cuando había tomado esas medidas con los tres sacerdotes y todavía no había enviado mi información a la Santa Sede, el propio denunciante me pidió que no hiciese nada más para no interferir con la acción que estaba empezando a hacer la Justicia. Además, el mismo juzgado de Granada me pidió exactamente lo mismo: «No actúe usted más en ningún sentido que pudiera interferir con las investigaciones judiciales y de la policía». Yo comuniqué este auto y esta providencia inmediatamente a la Santa Sede. Lo que sucede es que las medidas cautelares yo ya las había tomado en relación con estos tres sacerdotes, que eran los directamente imputados en los hechos.

¿Cómo puede influir en la vida de su diócesis y en el trabajo de su propio ministerio?
En mi propio trabajo influye mucho, desde luego. Repito que la Iglesia es mi cuerpo, y la diócesis de Granada que el Señor me ha confiado es mi familia. La quiero con toda mi alma y creo que le pueblo granadino lo sabe. Por eso tengo un dolor inmenso y no puedo más que hacer penitencia por mi familia. Imagine que esto sucede (y sucede por desgracia con demasiada frecuencia, y los sacerdotes lo sabemos) en el seno de una familia. ¿Cómo se siente el padre cuya hijo o cuya hija ha sido abusado por otro miembro de su familia? Destrozado. ¿Qué puede hacerse? Gracias a Dios somos cristianos, conocemos la misericordia infinita del Señor para con todos, así que hacer penitencia, pedirle al Señor que nos convierta el corazón, que podamos mostrar a todos sin distracciones la belleza de ser cristiano, la belleza de la comunidad cristiana, la frescura y la alegría de ese tipo de confianza, de afecto y de respeto infinito al bien de las personas, que es lo que caracteriza a un cristiano cuando vive su vida cristiana con verdad. Lo pido para mí, y pienso que de esto el Señor, no se cómo, pero sacará sin duda bien. Lo pido para mi Iglesia, que sé que está sufriendo también con todo el desconcierto, porque el juez había impuesto secreto y la Santa Sede también impone secreto, y por tanto la diócesis no sabía nada [del desarrollo del proceso de investigación] hasta que salieron a la luz estas noticias. Curiosamente saltaron el lunes, cuando empezaba la Plenaria, yo no estaba en Granada y cuando estaba toda la Conferencia Episcopal en Madrid. Todos hemos pasado la EGB y sabemos qué intención tienen esas cosas. Pero todo eso es absolutamente secundario con respecto al dolor de los hechos mismos. En mi diócesis vamos a pedirle al Señor que nos ayude a ser cristianos más verdaderos, sacerdotes más enamorados de nuestra vocación, de nuestro ministerio al servicio del pueblo, y más fieles a la hora de erradicar cualquier cosa que pueda servir de distorsión para la belleza de esa misión y a la belleza de la vida de la Iglesia.

Hemos hablado de los sacerdotes supuestamente implicados, pero ¿cómo está el protagonista de esta historia: el joven que denuncia los abusos?
Le decía antes que, porque he trabajado mucho con jóvenes, desgraciadamente me ha tocado acompañar a muchas víctimas de abusos no en el ámbito de la Iglesia, pero sí en otros de la vida. Una persona me decía precisamente ayer: «A este chico le está destrozando todo este follón». Por eso la Santa Sede pide secreto, y el juez también, porque las víctimas también sufren al convertir sus vidas personales en una especie de espectáculo, cuando llevan dentro una herida muy grande, muy, muy grande, que hay que tratar de curar y de aliviar. Yo al joven le he ofrecido siempre mi paternidad. La primera entrevista que tuve con él antes de tener ninguna noticia oficial, fue de dos horas y pico, donde traté de darle aliento, de decirle que tiene que haber un designio bueno en todo esto: podrás ayudar a otras personas, podrás evitar que esto pase

Y lo hará…
Yo se lo pido al Señor. El triunfo final de todas estas batallas lo tiene el amor infinito de Dios por todos: por las víctimas, por los agresores. Dios nos ama a todos, y quiere el bien de todos. Para algunos, ese bien significará pasar por una penitencia dolorosísima, para otros curar heridas que están hechas. Pero Dios quiere el bien de todos, sin excepción… [a monseñor Javier Martínez se le quiebra la voz]… perdón, se me saltan las lágrimas, pero es que es una herida muy grande.