Dos mil años para recorrer 4 kilómetros - Alfa y Omega

Dos mil años para recorrer 4 kilómetros

Francisco es el tercer Papa que visita el Templo Mayor judío de Roma. El rabino jefe, Riccardo Di Segni, destaca la importancia de este gesto que aunque empieza a parecer una costumbre, refleja una novedosa etapa de amistad entre católicos y judíos

Aleteia

Cuando Juan Pablo II se dirigió al Templo Mayor de Roma, el 13 de abril de 1986, el evento marcó la historia: era el primer Pontífice en pisar un lugar de culto judío. Desde el Vaticano a la sinagoga del Lungotevere de’ Cenci hay poco menos de 4 kilómetros, pero hicieron falta casi dos mil años para recorrerlos.

La visita del Papa Francisco el 17 de enero, a seis años exactos de distancia de la de Benedicto XVI y a casi 30 años de la de Wojtyla, comienza a parecerse a una costumbre, y con seguridad es signo de una amistad que se refuerza.

«El camino abierto de amistad y de lucha contra cualquier forma de intolerancia, que es lo que significan las visitas precedentes –subraya el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni– no es un camino parado, no se vuelve atrás, sino que sigue adelante».

Pero hay también otro significado muy importante de la visita, que «se adentra en la realidad de nuestros días, tristísimos en lo que respecta al renacimiento de una violencia inspirada en la religión. El hecho de que los representantes de dos importantes religiones se encuentren con un signo de paz, va en absoluta contratendencia respecto a las señales que nos preocupan».

«Hermanos predilectos, hermanos mayores»

En 1986 fue Elio Toaff, durante medio siglo rabino jefe jefe de Roma y gran protagonista del dialogo, quien acogió al Papa Wojtyla, el cual se refirió a los judíos como «hermanos predilectos» y «hermanos mayores», una expresión que a Di Segni no le gusta especialmente.

«Por una parte, es una expresión muy bella –y es innegable que lo es– porque subraya la relación de fraternidad y la relación de antigüedad respecto a la fraternidad; por otra parte, desde un punto de vista estrictamente bíblico y teológico, ser hermano mayor es ser el hermano malo y perdedor, como Caín o Esaú. Son todos ejemplos negativos de personas que han perdido. Esto se une al tema teológico –que apoyan pocas personas– del hecho de que el pueblo judío ha perdido la primogenitura, y ha perdido esto en relación a una sustitución».

Una teoría, la de la sustitución del pueblo cristiano al pueblo judío como «pueblo elegido» por Dios, decididamente desechada por el documento «Porque los dones y la llamada de Dios son irrevocables» (Rm 11,29), publicado por la Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo con ocasión del 50° Aniversario de la Nostra aetate, la declaración del Concilio Vaticano II que abrió el diálogo entre ambas religiones.

«La declaración que hizo la Iglesia católica es importante –afirma el rabino jefe de Roma a propósito de las perspectivas del dialogo judeo-cristiano– porque resume desde el punto de vista teológico cincuenta años de trabajo llevado a cabo sobre todo por la Iglesia católica, pero escuchando siempre el punto de vista judío».

«Tenemos delante un gran desafío, que es el de comprometernos y dar signo, a través de nuestra amistad, de un signo de construcción y de enriquecimiento de nuestras sociedades y de la sociedad que nos rodea. Esta es nuestra gran tarea para los años próximos».

La Shoah, advertencia para nuestro tiempo

La visita del Papa Francesco es esperada con mucha participación y simpatía por la comunidad judía romana, la más antigua de la diáspora, y el Templo estará «al límite de su capacidad».

El Papa se detendrá ante la lápida que recuerda el 16 de octubre de 1943, cuando las SS invadieron el Gueto y deportaron a 1.024 judíos romanos al campo de exterminio de Auschwitz, símbolo de la trágica realidad de la Shoah.

«Un misterio con significado exclusivo y un desafío a la razón», la definió en el pasado Di Segni. «Se trató –dice a Aleteia– de un crimen enorme que llegaba al culmen de una historia de persecuciones, intolerancias, sufrimientos y que se distinguió no sólo por sus dimensiones, sino por la programación sistemática y el uso de la tecnología. Desde este punto de vista es un horror único y una gran advertencia para toda nuestra sociedad, que puede recaer en estos errores».

La historia del pueblo judío es una advertencia para nuestros días, marcados por nuevas violencias en nombre de la religión, y puede sugerir cómo afrontar los fenómenos de las migraciones y de la convivencia entre culturas y religiones diversas.

«Nuestra historia –confirma el rabino jefe de Roma– ofrece un modelo extremadamente importante de diversidad que se inserta en un contexto urbano, integrándose y enriqueciéndolo. La integración es la condición para la convivencia. Sobre esto habrá que trabajar, porque una emigración sin integración está destinada a fracasar trágicamente».

Chiara Santomiero / Aleteia