Las causas de nuestros males - Alfa y Omega

Las raíces que alimentan los problemas de nuestro tiempo son la pérdida de la noción del bien y del interés por buscar la verdad. Ambas surgen del proceso de desvinculación religiosa y filosófica que caracteriza a la sociedad occidental, y de manera destacada a la española.

La causa religiosa es el olvido de Dios, su menosprecio. Es la dinámica histórica que conduce del teísmo al deísmo, y de este a la nada. La ignorancia de la cultura religiosa es una de sus consecuencias. La pérdida del sentido religioso ha sido definida como secularización. En realidad es la manifestación en el plano religioso de un proceso mucho más amplio que afecta a toda la sociedad: la desvinculación. La desvinculación es la pretensión antropológica moral y cultural de que el logro de la plena realización personal solo es posible mediante la satisfacción de las pulsiones del deseo, constreñido por la lógica del mercado. Ningún compromiso o vínculo personal, ningún deber, norma, tradición, creencia filosófica, fe religiosa, puede limitarlo o negarlo. Si lo hace, el compromiso, debe ser transformado hasta hacerlo adaptativo, débil, o en todo caso destruido. La mayor parte de nuestra realidad puede interpretarse en estos términos, incluida, claro está, la política.

En el ámbito filosófico implica la destrucción de nuestra tradición cultural y el cegamiento de sus fuentes. Desde la extraordinaria construcción ético-filosófica de la Antigüedad grecolatina, la gran síntesis cristiana, hasta el esfuerzo por la primacía o exclusividad de la razón, todo está dañado. Tanto que si la cultura religiosa tiende a desaparecer de la educación, las humanidades todavía lo han hecho en mayor medida. Entre ambas hay un trasfondo común fuerte. La desaparición del sentido religioso no ha ido acompañada de un crecimiento de la racionalidad, sino de un aumento extraordinario del mundo oscuro de las supersticiones, como lo muestran las encuestas: a menor edad, mayor creencia supersticiosa, o la Navidad, usurpada por el solsticio de invierno, cuando la naturaleza antes del advenimiento cristiano estaba prisionera del mundo mágico. Que la ideología de género, una creencia irracional surgida de la lógica del deseo, haya sustituido al marxismo como creencia a la moda, es otra evidencia de la hegemonía social del deseo. Vivimos el resultado del deslizamiento, que Freud denunciaba en 1915: «Allí donde la comunidad se abstiene de toda desaprobación cesa también de coartar los impulsos perversos».