No solo voluntad - Alfa y Omega

No solo voluntad

Javier Alonso Sandoica

El pasado sábado el doctor Enrique Rojas escribía una espléndida Tercera en ABC a propósito de la voluntad, sustancia que descodifica desde hace años. Aprendí de niño que la voluntad era una de las tres potencias del alma, como tres coches rojos recién salidos de fábrica esperando una mano firme que supiera hacerse con ellos. Pero no sé, creo que a la voluntad se la puede manipular a placer, y en vez de aliada puede ser el enemigo que duerme en casa. Hay gente que se empeña por el placer de empeñarse, cosa tan absurda como aburrida. Todo ejercicio de la voluntad lleva hacia una meta, pero no creo que la voluntad pueda con todos los obstáculos, no es el único ingrediente de la ensalada. Si los padres enseñan a sus hijos que una voluntad firme alcanza siempre el objetivo pretendido, el chaval se creerá un superhéroe, pero un superhéroe que no ejerce porque, como a todos, la debilidad le llegará más pronto o más tarde.

Ahora leo una biografía sobre Simone Weil, que escribieran Gustave Thibon y el padre Perrin, las dos personas que más la conocieron: Simone Weil, tal como nosotros la conocimos (Nuevo Inicio). Y su lectura me recuerda un texto que la filosofa escribió sobre Dios y la voluntad. Con el mero empeño no se llega hasta Dios, decía: «Hay quienes tratan de elevar su alma como quien se dedica a saltar continuamente, con la esperanza de que, a fuerza de saltar cada vez más alto, llegue el día en que alcance el cielo para no volver a caer».

Simone Weil era pesimista con la capacidad del hombre para hacer el bien, por eso añade: «Los seres humanos no podemos dar un solo paso hacia el cielo», pero termina con algo muy hermoso, «pero si miramos largamente el cielo, Dios desciende y nos toma fácilmente. Como dice Esquilo: “Lo divino es ajeno al esfuerzo”».

Todos conocemos el célebre fragmento de El sastrecillo valiente de los hermanos Grimm, en el que se celebra un concurso de fuerza. El gigante lanza una piedra todo lo fuerte y alto que puede pero, por mucha trayectoria que tuvo, la piedra terminó por caer en tierra. En cambio, el sastrecillo, qué tipo más listo, suelta un pájaro, y el pájaro no cae. Y es que lo que no tiene alas acaba siempre por caer, y digamos que la Gracia son esas alas.

La voluntad no puede ser mero esfuerzo muscular. «El esfuerzo muscular realizado por el campesino –dice Weil– sirve para arrancar las malas hierbas, pero solo el sol y el agua hacen crecer el trigo».