La verdad inadvertida - Alfa y Omega

La verdad inadvertida

Javier Alonso Sandoica

Hombre, si después de 900 páginas voy a hablar mal del libro que acabo de terminar, es que no me anima el gusto sino el frío empeño por acabar las cosas. Pero es impepinable que he tenido entre manos un obrón, una novela singularísima, bueno, como toda la producción del autor.

Submundo, de Don DeLillo (editorial Seix Barral) recorre la historia de los últimos 50 años de los EE. UU. desde una perspectiva original: el recorrido en el tiempo de una pelota de béisbol que fue clave en un partido memorable. Resumir el argumento sería baladí; es que este mantón lleva muchos hilos sueltos de colores brillantes y no puedes tirar solo de uno. Pero hay un momento que merece la pausa de la reflexión. Un chaval del Bronx se queda la bola que da la victoria a su equipo, lo que lleva en el bolsillo es un tesoro porque aquel partido entre los Giants y los Dodgers en el 51 se ha considerado como nuestro doce a uno a Malta, una muesca en el emblema patrio. Aquella bola es un tesoro impagable. El padre del chico se la queda y quiere venderla para sacarse algún dinero, por los apuros de la familia. Pero, ¿cómo demuestra que es la pelota auténtica? Es muy interesante el planteamiento, ya que aquella verdad certísima pasa inadvertida y nadie le da crédito. En las conversaciones que tiene con los candidatos, se juega la baza más humana que tenemos: la fe en el otro. «Yo mismo personalmente me lo creo –dice el protagonista– porque mi propio hijo me contó qué pelota era esta, y no hay la menor posibilidad de que mintiera a su viejo en una cosa así. Miente a veces, claro, miente acerca del colegio. Se salta el colegio y cuenta una mentira».

«Pero esto es béisbol», dice Charlie.

«Exactamente eso oí al chico».

«Y percibiste que era verdad».

«Exacto, lo percibí, porque lo noté en sus palabras».

La confianza es una disposición profundamente humana, pero no es irracional, también están de por medio los indicios. «Ignoro si me estás diciendo la verdad, pero la pelota se parece a las pelotas que se emplearían en cualquier partido de la Liga Nacional de 1951, lo cual es un punto a tu favor». Pero la verdad solo se revela en una apuesta por la confianza. «El otro factor, el más importante, es que te miro y no creo estar viendo a un timador ni a un mentiroso».

Ahí lo dejo, que empiezo a soltar spoilers y luego me llueven las denuncias.