El Papa empieza el año pidiendo «vigilancia» contra «el mal que nos acecha» - Alfa y Omega

El Papa empieza el año pidiendo «vigilancia» contra «el mal que nos acecha»

En el primer domingo de 2016, el Papa Francisco recuerda que «la vocación y la alegría de todo bautizado es indicar y donar a Jesús a los demás»

RV

A la hora del Ángelus del segundo domingo después de Navidad, el Papa Francisco recordó que la liturgia nos presenta el Prólogo del Evangelio de san Juan, quien sin esconder el carácter dramático de la Encarnación al proclamar que el Verbo, es decir, la Palabra creadora de Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros, contrapone, a este don del amor de Dios, la falta de acogida por parte de los hombres. De ahí su afirmación de que «la Palabra es la luz, y sin embargo los hombres han preferido las tinieblas».

Vigilancia ante el mal que acecha nuestras vidas

Es el misterio del mal que acecha también en nuestra vida, y que requiere por nuestra parte «vigilancia y atención», para «que no prevalezca», dijo el Papa. Francisco destacó asimismo que «la vocación y alegría de todo bautizado es indicar y donar a Jesús a los demás», y explicó que para hacerlo «debemos conocerlo y tenerlo dentro de nosotros, como Señor de nuestra vida».

El Pontífice invitó al abandono filial, y a ponernos con un nuevo impulso en las manos de María, de quien contemplamos en estos días en el pesebre su dulce imagen de Madre de Jesús y Madre nuestra. Por eso, el Santo Padre recordó que nuestra actitud hacia ella debe ser la del apóstol Juan, que la recibió en su casa.

Petición de paz tras el ángelus

Después de rezar la oración mariana, el Obispo de Roma dirigió su saludo a los numerosos fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro. En este primer domingo de 2016, el Papa Francisco recordó el compromiso asumido en la Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios y día también de la Jornada Mundial de la Paz, que tiene por lema: «Vence la indiferencia y conquista la paz»; e invitó a todos «invocar la gracia de Dios» para hacer realidad esta tarea.

El Pontífice también renovó a todos su deseo «de paz y de bien en el Señor», y su propuesta de poner en sus manos todos los momentos de nuestra vida, tanto los alegres como los tristes, ya que Él es «nuestra misericordia y nuestra esperanza».

María Fernanda Bernasconi y Renato Martinez / RV

Texto completo del mensaje antes del Ángelus:

Queridos hermanos y hermanas ¡feliz domingo!

La liturgia de hoy, segundo domingo después de Navidad, nos presenta el Prólogo del Evangelio de San Juan, en el que se proclama que «el Verbo –o sea la Palabra creadora de Dios– se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Esa Palabra, que reside en el cielo, es decir en la dimensión de Dios, ha venido a la tierra a fin de que nosotros la escucháramos y pudiéramos conocer y tocar con las manos el amor del Padre. El Verbo de Dios es su mismo Hijo Unigénito, hecho hombre, lleno de amor y de fidelidad (Cfr. Jn 1,14), es el mismo Jesús.

El Evangelista no esconde el carácter dramático de la Encarnación del Hijo de Dios, subrayando que al don de amor de Dios se contrapone la no acogida por parte de los hombres. La Palabra es la luz, y sin embargo los hombres han preferido las tinieblas; la Palabra vino entre los suyos, pero ellos no la han acogido (Cfr. vv. 9-10). Le han cerrado la puerta en la cara al Hijo de Dios. Es el misterio del mal que asecha también nuestra vida y que requiere por nuestra parte vigilancia y atención para que no prevalezca.

El Libro del Génesis dice una bella frase que nos hace comprender esto: dice que «el mal está agazapado a la puerta» (Cfr. 4,7). Ay de nosotros si lo dejamos entrar; sería él entonces el que cerraría nuestra puerta a quien quiera. En cambio, estamos llamados a abrir de par en par la puerta de nuestro corazón a la Palabra de Dios, a Jesús, para llegar a ser así sus hijos.

En el día de Navidad ya ha sido proclamado este solemne inicio del Evangelio de Juan; y hoy se nos propone una vez más. Es la invitación de la Santa Madre Iglesia la que acoge esta Palabra de salvación, este misterio de la luz.

Si lo acogemos, si acogemos a Jesús, creceremos en el conocimiento y en el amor del Señor y aprenderemos a ser misericordiosos como Él. Especialmente en este Año Santo de la Misericordia, hagamos de modo que el Evangelio sea cada vez más carne en nuestra vida. Acercarse al Evangelio, meditarlo y encarnarlo en la vida cotidiana es la mejor manera para conocer a Jesús y llevarlo a los demás.

Ésta es la vocación y la alegría de todo bautizado: indicare y donar a los demás a Jesús; pero para hacer esto debemos conocerlo y tenerlo dentro de nosotros, como Señor de nuestra vida. Y Él nos defiende del mal, del diablo, que siempre está agazapado ante nuestra puerta, ante nuestro corazón, y quiere entrar.

Con un renovado impulso de abandono filial, nosotros nos encomendamos una vez más a María: precisamente en el pesebre contemplamos en estos días su dulce imagen de Madre de Jesús y Madre nuestra.

Texto completo de los saludos del Papa

Queridos hermanos y hermanas,

Dirijo un cordial saludo a ustedes, fieles de Roma y peregrinos llegados de Italia y de otros países. Saludo a las familias, a las asociaciones, a los diferentes grupos parroquiales, en particular a aquel de Monzambano, los confirmandos de Bonate Sotto y los jóvenes de Maleo.

En este primer domingo del año renuevo a todos los deseos de paz y de bien en el Señor. ¡En los momentos alegres y en aquellos tristes, confiemos en Él, que es nuestra misericordia y nuestra esperanza! También recuerdo el compromiso que hemos asumido el primer día del año, Jornada de la Paz: «Vence la indiferencia y conquista la paz»; con la gracia de Dios, podremos ponerlo en práctica. Y recuerdo también ese consejo que muchas veces les he dado: todos los días leer un párrafo del Evangelio, un pasaje del Evangelio, para conocer mejor a Jesús, para abrir nuestro corazón a Jesús, y así podemos hacerlo conocer mejor a los demás. Llevar un pequeño Evangelio en el bolsillo, en la cartera: nos hace bien. No se olviden: cada día leamos un pasaje del Evangelio.

Les deseo buen domingo y buen almuerzo. Y, por favor, por favor, no se olviden, de rezar por mí. Hasta la vista.