Francisco 2015: una indiscutible autoridad moral - Alfa y Omega

Francisco 2015: una indiscutible autoridad moral

Andrés Beltramo Álvarez

«Pope Francis of the Holy See». Cuando esas palabras retumbaron en el salón de plenos del Congreso de los Estados Unidos, se convirtieron en el emblema tangible del liderazgo mundial de Francisco. El «Papa de la Santa Sede» tomó, por primera vez en la historia, la palabra en el Capitolio.

Junto a su indiscutible autoridad moral planetaria, en el año que termina Francisco también ha cosechado reveses. El más duro de ellos se llama Vatileaks II, el escándalo por la filtración de documentos confidenciales relativos a su proceso de reforma de las estructuras financieras de la Santa Sede. Una crisis que ha sacado a la luz divisiones entre sus colaboradores más cercanos.

El 2015 se inició para Francisco con un baño de multitudes. El 18 de enero marcó un récord. Ese día el Papa congregó a unas siete millones de personas durante una misa en Manila, en su viaje a Sri Lanka y Filipinas. Cientos de miles lo acompañaron en las calles de esos dos países. Una visita que no estuvo exenta de polémicas mediáticas, con frases que calaron en el sentir popular. Primero se refirió al atentado terrorista contra Charlie Hebdo, la revista satírica francesa. «Si él ofende a mi madre se gana un puñetazo», dijo refiriéndose al organizador de sus giras, Alberto Gasbarri. Su imagen lanzando al aire el puño acaparó todos los noticiarios planteó el interrogante: ¿el Pontífice justifica la violencia?

Pocos días después, y a bordo del avión papal Bergoglio, quiso explicar el concepto de paternidad responsable y dijo que los católicos «no son conejos». La frase, que hirió susceptibilidades, fue corregida por él mismo más tarde.

«Si sigue así, volveré a rezar»

Discusiones más o menos encendidas rodearon los viajes internacionales del Papa durante el año. Por ejemplo en julio, cuando el presidente de Bolivia, Evo Morales, le regaló un crucifijo incrustado sobre una hoz y un martillo, obra del jesuita Luis Espinal. En esa gira sudamericana fue recibido también en Ecuador y en Paraguay. Antes, a inicios de junio, había realizado un viaje relámpago a Sarajevo.

Su itinerario más significativo fue, además, el más largo de su pontificado. Fue del 19 al 28 de septiembre, e incluyó dos países: Cuba y Estados Unidos. Las mismas naciones que él ayudó a reconciliar con una intervención mediadora directa. En La Habana fue recibido con esperanza y despedido con un debate intenso en torno a los disidentes.

Aunque quiso saludar a algunos miembros de las Damas de Blanco, no pudo hacerlo porque fueron detenidos. En cambio sí pudo reunirse con un anciano Fidel Castro, quien estuvo acompañado por su familia. La imagen de los dos, cara a cara, es una de las postales del año. Su hermano, Raúl, había visitado a Francisco en el Vaticano el 10 de mayo. «Si sigue así volveré a rezar», confesó el presidente cubano al salir del encuentro.

Todo esto no impidió una recepción con honores de Barack Obama a Bergoglio en la Casa Blanca. Ni los rabiosos aplausos a los mensajes del Papa en el Capitolio y en las Naciones Unidas, aunque sus discursos fueran incisivos y profundamente críticos con el estilo de vida americano.

Sus palabras incluyeron la misma crítica contenida en una encíclica que ha suscitado grandes aplausos, pero también críticas en algunos sectores, fundamentalmente del catolicismo norteamericano: Laudato si. Publicada el 18 de junio, la carta fue una decidida apuesta del Papa por el «cuidado de la casa común». Como él mismo aclaró no se trata de una «encíclica verde», sino de un texto inscrito en la tradición de la doctrina social cristiana.

Inspirándose sobre todo en san Francisco de Asís, el obispo de Roma encendió las alarmas ecológicas partiendo de un análisis detallado sobre las afrentas cotidianas a la naturaleza provocadas por la industria moderna. Y aunque el capítulo 1 de la encíclica fue el que acaparó más titulares, el núcleo del mensaje papal se encuentra en las secciones 2 y 3. Allí Francisco plasmó una despiadada crítica al sistema económico actual, develando que la crisis del medio ambiente parte, en realidad, de una crisis del hombre.

Ambición, envidia, prepotencia, violencia. Todas situaciones producto de esta crisis del hombre. Una crisis que es alimentada por la inequidad de un sistema social sostenido sobre la «cultura del descarte». De ahí que, una y otra vez, el Papa haya clamado contra estos flagelos durante prácticamente todo el 2015. Así lo hizo en África (Kenia, Uganda, República Centroafricana), que visitó en noviembre.

Traición y misericordia

Con esa misma perspectiva afrontó el escándalo más grande de su pontificado: el Vatileaks II. La ambición ganó a dos excolaboradores cercanos a Francisco: el clérigo español Lucio Ángel Vallejo y la relaciones públicas Francesca Immacolata Chaouqui. Ellos lo traicionaron y filtraron a la prensa documentos confidenciales de la COSEA, la comisión establecida en 2013 para proponer reformas a las estructuras financieras del Vaticano.

Poco antes de la publicación de dos libros (Via Crucis y Avarizia) con los papeles reservados, ambos fueron detenidos. Bergoglio decidió ir a fondo y los tribunales civiles vaticanos procedieron a un juicio, que aún está en curso.

Un intento por enfangar. Así fue percibida también la publicación de un supuesto tumor en el cerebro de Francisco. Una falsa noticia difundida en medio del Sínodo de los Obispos, en octubre. Para esta asamblea de representantes de todo el mundo, el Papa quiso un debate franco y abierto. Y este se verificó, con no pocos roces (incluso entre cardenales). Diferencias alimentadas, sobre todo, por el tema de la reunión: la familia.

Finalmente los padres sinodales alcanzaron un acuerdo y votaron un documento final de la asamblea por mayoría. Un texto con estilo misericordioso, comprensivo y de apertura a las familias heridas, a las personas en dificultad, incluso a los divorciados vueltos a casar, materia de grandes discusiones en los meses previos.

Misericordioso. Un estilo que es ya la principal preocupación de Francisco. El principal objetivo de su pontificado. Por eso 2016 comenzó antes para la Iglesia. El 8 de diciembre pasado, cuando el Papa abrió la Puerta Santa de la basílica de San Pedro e inauguró el Jubileo de la Misericordia. Un especial tiempo de gracia, de perdón y de purificación.

Un Año Santo «para dejarse perdonar» que se extenderá hasta el 20 de noviembre de 2016. Como explicó el propio Papa al anunciarlo, el 13 de marzo de este 2015: «Estoy convencido de que toda la Iglesia podrá encontrar en este Jubileo la alegría de redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos somos llamados a dar consuelo a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo».