Bienaventurados los solidarios - Alfa y Omega

Bienaventurados los solidarios

Vence la indiferencia y conquista la paz: Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz 2016

Ricardo Benjumea
Visita a un hospital pediátrico en Bangui (República Centroafricana). Foto: REUTERS/L’Osservatore Romano

Guerras, terrorismo, persecución por motivos étnicos o religiosos… Las desgracias han marcado 2015 «de principio a fin», constata el Papa en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el 1 de enero. El docuemnto, al mismo tiempo, constata signos de esperanza, como el reciente compromiso de la comunidad contra el cambio climático alcanzado en París o la nueva agenda de la ONU para el desarrollo sostenible, la llamada Agenda 2030. Pero más que en los grandes acontecimientos, Francisco pone el foco en dos fuerzas que hacen que el mundo sea un lugar más justo y fraterno, o bien más inhóspito y violento: la compasión y la indiferencia.

«La primera forma de indiferencia en la sociedad humana es la indiferencia ante Dios, de la cual brota también la indiferencia ante el prójimo y ante lo creado», escribe el Papa. El hombre que «piensa ser el autor de sí mismo» y «se cree autosuficiente», termina ignorando a los demás.

Ese hombre puede estar «bien informado», pero eso no le hace sentir compasión por el otro. Este tipo de actitudes egoístas alimentan «el persistir de situaciones de injusticias y grave desequilibrio social, los cuales, a su vez, pueden conducir a conflictos», advierte Francisco.

Trasladada esta indiferencia respecto al otro al plano institucional, se generan «actuaciones y políticas que terminan por construir amenazas a la paz», o que justifican «algunas políticas económicas deplorables». Como consecuencia, «cuando las poblaciones se ven privadas de sus derechos elementales, como el alimento, el agua, la asistencia sanitaria o el trabajo, se sienten tentadas a tomárselos por la fuerza».

Buenos samaritanos

En pleno Año de la Misericordia, el mensaje subraya que «la misericordia es el corazón de Dios» y que «el amor a los demás –los extranjeros, los enfermos, los encarcelados, los que no tienen hogar, incluso los enemigos– es la medida con la que Dios juzgará nuestras acciones. De esto depende nuestro destino eterno». Dicho en otras palabras, Francisco afirma que, «donde la Iglesia esté presente, allí debe ser evidente de la misericordia del Padre».

Cada persona está llamada a ser «capaz de abrirse a los otros con auténtica solidaridad». Francisco alude al ejemplo de «muchas organizaciones no gubernamentales y asociaciones caritativas dentro de la Iglesia y fuera de ella, cuyos miembros con ocasión de epidemias, calamidades o conflictos armados, afrontan fatigas y peligros para cuidar a los heridos y enfermos, como también para enterrar a los difuntos». En ese apartado, menciona a quienes «ayudan a los emigrantes» y refugiados o incluso les acogen en sus casas. Y a «los periodistas y fotógrafos que informan a la opinión pública sobre las situaciones difíciles que interpelan las conciencias, ya los que se baten en defensa de los derechos humanos», sin olvidar a «los jóvenes que se unen para realizar proyectos de solidaridad».

«Quiero agradecer y animar a todos aquellos que trabajan en acciones de este tipo, aunque no se les dé publicidad», añade el Papa. «Su hambre y sed de justicia será saciada, su misericordia hará que encuentren misericordia y, como trabajadores de la paz, serán llamados hijos de Dios».