Monseñor Celso Morga: «Es necesaria la amistad sacerdotal» - Alfa y Omega

Monseñor Celso Morga: «Es necesaria la amistad sacerdotal»

Ha pasado 27 años en la Curia romana —los últimos tres, como secretario de la Congregación para el Clero—, y este sábado toma posesión como obispo coadjutor de Mérida-Badajoz. «Quiero estar muy cerca de los sacerdotes», afirma, al mismo tiempo que aclara que «no hay ningún tipo de lujo» en la residencia arzobispal y que «el Santo Padre no ve pertinente la comparación» con otros casos

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Monseñor Celso Morga

¿Qué es exactamente la figura del obispo coadjutor, y por qué se ha elegido esta opción para la archidiócesis de Mérida-Badajoz?
Se trata de una figura jurídica prevista en el Derecho Canónico para aquellos casos en los que el obispo residencial tenga necesidad de una ayuda, o porque está impedido o enfermo, o porque lo necesita al llegar ya al final de su mandato. Se trata de una figura muy bien pensada, porque la vida es muy variada, y a veces es necesario ofrecer esta ayuda a un obispo hasta que se retire. En este caso, fue el mismo don Santiago García Aracil el que pidió esta figura, porque cumple los 75 años en menos de un año, y el Santo Padre se la concedió. Esto da cierta estabilidad en la época de transición entre un obispo y otro, y a mí me va bien por no tener experiencia al frente de una diócesis. Le agradezco al Santo Padre esta oportunidad de poder aprender de don Santiago durante estos meses que quedan.

El Papa Francisco ha insistido mucho en la figura del Buen Pastor como referencia para los obispos, con indicaciones concretas. ¿Cómo recoge usted este acento que quiere subrayar el Papa?
Todo sacerdote y todo obispo quiere eso mismo: reflejar la figura del Buen Pastor que es Jesucristo. Esos buenos propósitos tienen que conjugarse también con nuestros límites y debilidades. El Papa está insistiendo en ser de verdad pastores, en estar cerca de la gente, ser misericordiosos, escuchar a los que están a nuestro lado… Por esta línea hay que ir. Todos tenemos que esforzarnos por ejercer así nuestro ministerio.

Usted ha trabajado muchos años en la Congregación para el Clero; seguro que tiene una visión muy amplia sobre las luces y sombras del sacerdocio…
Para mí, el sacerdocio es una vocación estupenda, muy grande, pero que al mismo tiempo exige mucha gracias de Dios, por un lado, y mucha ascesis y dominio de uno mismo, por otro. El sacerdote es un hombre que ha elegido seguir a Jesús en una vida apostólica que supone dejar familia, una profesión, dinero…; y eso comporta algo que para mí es un punto doliente: mucha soledad.

Muchos sacerdotes, con los años, se van quedando solos, no por culpa de nadie, sino que a veces la vida te golpea, no te sientes comprendido, no te salen bien las cosas… Yo, a veces, pensando en tal o cual sacerdote, pensaba: ¿Cómo es posible que este sacerdote se haya ido encerrando tanto en sí mismo? Desde fuera, los problemas pueden parecer pequeños, pero el que está en el día a día de la parroquia es difícil, a veces surgen malentendidos, incomunicaciones, soledades… El sacerdocio es una vocación muy bonita, pero muy exigente en el plano humano. Es un continuo darte a los demás y no pensar en ti mismo. Por eso, es imprescindible una vida fuerte de oración y de estar con Jesús, así como la dirección espiritual, y contar con la amistad de sacerdotes que te ayuden.

Quizá los laicos podríamos hacer un poco más. A veces saludamos al párroco en la puerta de la parroquia, y hasta el domingo siguiente…
¡Y eso ya es mucho! Hay mucha gente en las parroquia que, gracias a Dios, ayuda y quiere a sus sacerdotes, y eso es una ayuda muy grande, tener amigos en la parroquia. Pero la vocación del sacerdote exige además amistad y fraternidad sacerdotales. Los laicos pueden ayudar, pero hay aspectos que sólo otro sacerdote puede entender. El sacramento del Orden hace necesaria una comunión que, si no se vive…

¿Cómo es precisamente el ser sacerdote de don Celso Morga?
Yo he vivido en Roma desde hace 27 años, y en la Curia vives mucho entre papeles. Yo he intentado vivir mi sacerdocio haciendo bien mi trabajo y rezando mucho por la gente que está detrás de esos papeles. Pero, al mismo tiempo, siempre he desarrollado una labor pastoral en una parroquia en Roma, para no perder esa dimensión de mi sacerdocio.

¿Y qué se quiere llevar a su nuevo destino pastoral?
En este momento, en el que la Iglesia está viviendo un tiempo sinodal, una de mis prioridades va a ser la familia. Creo que estamos ante una llamada muy fuerte del Señor para que nos ocupemos de las familias; tenemos que ayudar a los esposos a ser fieles y a educar a los hijos. Son dos puntos muy importantes: la fidelidad, tan atacada hoy; y la educación de los hijos, una misión en la que no debemos dejar solos a los padres.

Junto a ello, llevo a Mérida-Badajoz mi amor por los sacerdotes; mi deseo es estar muy cerca de ellos, y pido al Señor esta gracia, así como la de intentar descubrir esta vocación en los jóvenes, con una pastoral vocacional incisiva.

Llega justo en un momento delicado, por la polémica sobre las obras en la residencia arzobispal.
Cuando salió la noticia, llamé a don Santiago inmediatamente para conocer los detalles, y me puse en contacto con el arquitecto. Esas conversaciones, la carta de don Santiago a los sacerdotes, la Nota hecha pública por el arquitecto y el escrito del Consejo presbiteral me han dado mucha tranquilidad. No hay ningún tipo de lujo, son materiales normales… No me parece una cosa excesiva. Don Santiago me ha asegurado que ahí no va a haber lujos.

Además, se lo comenté al Santo Padre en una conversación privada; le di los datos y no le pareció que fuera pertinente la comparación con el Arzobispado de Limburgo. Me dijo: «Estate tranquilo, ve y actúa en conciencia».