Una España en la que quepamos todos - Alfa y Omega

Una España en la que quepamos todos

Formar Gobierno será difícil, pero nada comparado al reto de que cada ciudadano se sienta responsable del resto

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Las elecciones del domingo dejan un Parlamento en el que no será fácil conformar mayorías de gobierno, pero que ofrece un reflejo bastante fiel de la realidad sociológica en España, más allá del efecto del voto protesta. Se trata de un jarro de agua fría para quien pudiera haber pensado que la crisis del bipartidismo abriría un nuevo ciclo político con coaliciones más o menos de centro, al civilizado modo centroeuropeo. Los viejos problemas políticos siguen donde estaban, singularmente el nacionalismo, ahora más radicalizado que nunca. Del PSOE se escinde una parte importante, la izquierda alternativa y postmoderna que alentó Rodríguez Zapatero, y ahora vuela libre. Haber soltado lastre no ha hecho, sin embargo, al PSOE más dispuesto a entendimientos con el PP, aunque los de Pedro Sánchez tendrán que elegir entre el centro o la vía radical de la confluencia de las izquierdas y los nacionalismos.

Formar un Gobierno será difícil, pero nada comparado al reto de configurar un marco político en el que todos los españoles puedan sentirse cómodos y dirimir de forma constructiva sus diferencias. El objetivo parece alejado cuando el quinto grupo parlamentario, ERC, envía a sus nueve diputados a tomar posesión con el único mandato de negociar la ruptura con el resto de España, o cuando, entre las propuestas estrella de varios partidos, figura la erradicación del hecho religioso de la vida pública, otra medida para dividir y excluir, en lugar de sumar e integrar.

Para sustituir la lógica del odio cainita por la del entendimiento hacen falta objetivos comunes que concreten los deseos de todos por conseguir un país mejor y más justo, como sucedió en la Transición. La política podría empujar en esa dirección, pero solo si existe ese impulso en la sociedad. La política de un país empieza a estar al servicio del bien común cuando cada ciudadano se siente corresponsable de lo que les sucede al resto. Si falta esa conciencia, ningún Parlamento llenará el vacío.