Dos años de guerra y calamidades - Alfa y Omega

Dos años de guerra y calamidades

Cristina Sánchez Aguilar
Foto: CNS

15 de diciembre de 2013. «Faltaban solo diez días para la Navidad. Empezaron las masacres, y ya nunca se detuvieron». Lo recuerda el misionero comboniano Raimundo Rocha desde Yuba, capital de Sudán del Sur. «La Navidad es siempre un momento de alegría, pero desde hace dos años se mezcla con la tristeza y el miedo, por el recuerdo, y porque aún estamos en guerra y la violencia no cesa», reconoce.

El padre Raimundo, brasileño de origen, se afana estos días en recorrer los campos de desplazados «para visitar a la gente y llevarles la esperanza del Niño Jesús que nace. Ellos, ahora más que nunca, esperan que llegue el Príncipe de la Paz».

Según la ONU, dos años después del inicio del conflicto entre las tribus dinka y nuer, hay 1,6 millones de personas desplazadas internas en el país y cerca de 900.000 viven desde hace más de dos años en campos de refugiados de países vecinos como Kenia, Uganda, Congo o Etiopía.

Se espera una gran hambruna

«La gente lo está pasando realmente mal en Sudán del Sur», recalca el trinitario José Javier Parladé, misionero español con más de 42 años de experiencia en Sudán. «La vida en los campos de refugiados cada vez es más dura y, además, este año tenemos el problema añadido del hambre. No llueve nada, lo que significa que la agricultura –principal fuente de ingresos– es desastrosa. Además, con la guerra no se saca nada del petróleo, y el poco dinero que hay se gasta en armas. También influye la gran inflación de precios que tenemos. Un saco de durra –cereal básico en Sudán del Sur– cuesta más que el sueldo medio de un militar o un maestro, así que es imposible acceder a los alimentos. Nos estamos preparando para pasar una gran hambruna». Las agencias humanitarias han informado de que 7,5 millones de personas podrían verse afectadas por esta escasez alimentaria en los próximos meses, «e incluso morir de hambre», añade el padre Raimundo.

«Para colmo, estos días atrás, varios camiones llegaban desde Uganda cargados de alimentos, pero no han podido acceder a la zona donde nosotros vivimos (Yirol) por el mal estado de las carreteras», cuenta Parladé. A todo eso se suma la epidemia de malaria que afecta a la zona desde hace meses. «Para mi gente, la parafernalia que rodea la Navidad no existe. Aquí no pueden ni estrenar un pantalón. Pero lo único que quieren es que su sueño de paz sea real».