Javier Prades: «La primera evangelización es suscitar en el otro un interés» - Alfa y Omega

Javier Prades: «La primera evangelización es suscitar en el otro un interés»

¿Cómo suscita nuestro testimonio en el otro la pregunta sobre Dios? ¿Cómo se adapta el anuncio cristiano a una sociedad caracterizada por el mestizaje cultural? Son preguntas a las que responde en su último libro, Dar Testimonio. La presencia de los cristianos en la sociedad plural (BAC), Javier Prades, rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso

Ricardo Benjumea
Javier Prades, el escritor Jon Juaristi, el director de la BAC Carlos Granados y el profesor de CSIC Juan José Gómez Cadenas, durante la presentación del libro

¿Por qué una reflexión teológica sobre el testimonio?
Siempre me ha interesado comprender el método original con el que Dios ha querido comunicar a los hombres la Verdad sobre sí mismo y sobre el hombre. La confesión básica del Credo es que Dios se ha hecho hombre. El modo por el que se llega a conocer el Misterio de Dios es el testimonio histórico, empezando por el de Jesucristo, que comunica un amor de Dios que va más allá de toda medida.

De cara a la eficacia del testimonio, plantea usted el problema de un cristianismo dividido y frágil, por la ruptura entre fe y razón.
Si se separa el creer del saber se producen daños muy graves. El creer queda reducido a algo puramente irracional, sentimental, y el saber se ciñe a una forma de conocimiento que se reduce a un método científico, respetable en su ámbito, pero que no afectaría al significado último de la vida.

Benedicto XVI planteó en El Escorial esa cuestión refiriéndose a la figura del maestro, que no solamente comunica conocimientos, sino su propia vida.
También Pablo VI decía que el mundo de hoy necesita maestros que sean en primer lugar testigos. Y esto vale para todos los ámbitos: para la enseñanza de la Teología, para la escuela, para la familia, en la relación entre amigos… [El sociólogo] Víctor Pérez Díaz dice que, en España, tenemos necesidad de una comunicación testimonial a partir de la veracidad del que habla y de la confianza del que escucha, en contraposición al recelo frente al otro, la sospecha… Para que este testimonio sea útil a la sociedad tiene que ser creíble. No se puede creer cualquier cosa.

En otras palabras, el voluntariado de Cáritas debe ser capaz también de dar razones de lo que está haciendo.
Lo que hace falta es que la experiencia sea completa. Esto vale para el voluntario de Cáritas y para cualquier cristiano, porque no hay cristiano que no sea testigo. Necesitamos vivir una experiencia de la fe que suscite preguntas sobre el sentido de la vida, el sentido del trabajo, del amor, la vida, la enfermedad… Si no tenemos en cuenta todos esos factores, daremos respuestas parciales, que quizá resuelvan algo en su ámbito propio –esto no hay que desdeñarlo en absoluto–, pero perderíamos la oportunidad de entrar en diálogo con las últimas inquietudes del ser humano, que a veces se expresan de maneras muy impredecibles y extrañas, pero que desvelan una búsqueda.

¿Cómo se despierta la pregunta sobre Dios en el otro?
La gran pregunta del testimonio es: ¿qué tiene que suceder para que en el otro nazca una curiosidad, un interés por volverme a ver? Es algo tan sencillo como esto: ¿quién quiere volver a ver a un cristiano? El itinerario personal que lleva a poderse encontrarse con Jesucristo parte de un testigo que, viviendo de cierto modo, suscita en el otro un interés. Lo mismo sucede en el Evangelio. En su modo de hablar y de actuar, Jesús suscita curiosidad en el interlocutor. Desde luego también a veces resistencia y oposición. Con eso hay que contar. El testimonio más puro puede no ser acogido. Le sucedió a Jesús, les sucede a los mártires. Ahí resplandece cómo Dios no cambia de método ante la resistencia humana.

¿Cómo se adapta la presencia cristiana al mestizaje cultural de nuestras sociedades?
El motivo por el que he recurrido a la categoría de mestizaje es sencillamente para indicar que la condición humana es un continuo intercambio. No existen las culturas aisladas. Para el anuncio del Evangelio, este intercambio de ideas y personas es una oportunidad. Por eso hay que evitar los problemas que se derivan, por ejemplo, de una cultura que se encierra sobre sí misma o frente a la idea de que no se pueden comparar las diferentes culturas porque todas valen por igual. Precisamente porque todas las culturas son una expresión de lo humano cabe hacer una comparación e identificar aspectos que son luminosos y otros que no lo son. En todo ese diálogo entre las culturas del mundo, en ese mestizaje, el cristianismo puede jugar un papel de primera categoría, precisamente para ayudar a reconocer la común humanidad que todos vivimos y llevarla a su plenitud.

Entonces el reto hoy sería hacer nueva cultura.
Claro, hacer nueva cultura a partir de cada una de las culturas. El Evangelio, entrando en cada una de ellas, perfecciona lo que hay de verdaderamente humano y ayuda a corregir otros aspectos, sin que por ello se trate de imponer un determinado modelo cultural sobre otros. La fe dialoga con la humanidad vivida en cada cultura.