Carmelita descalza: «No me imaginaba que se pudiera ser feliz en la clausura» - Alfa y Omega

Carmelita descalza: «No me imaginaba que se pudiera ser feliz en la clausura»

Javier Valiente

¿Pensabas que era así el Carmelo?
Jamás. Yo conocía la vida de clausura, pero no me imaginaba que detrás de esas rejas podría haber personas que fueran felices consagrándose a Dios.

¿Una entra en clausura porque huye del mundo?
Todo lo contrario. Cuando una tiene vocación de clausura cuanto antes debe responder a la llamada, pero no como huida, sino para entregarte cuanto antes a Dios y ofrecerte y rezar para que ese mundo se vuelva de cara a Dios.

¿Qué es lo que más te costó dejar?
Yo estaba deseando entrar. En el mundo yo estaba como fuera del agua, muy insatisfecha. Acabé la selectividad y al cumplir los 18 años entré en el convento. Deseaba cuanto antes estar en mi sitio, con el Señor para siempre.

Seguro que fue un cambio muy fuerte. ¿Qué ha sido lo más duro de la clausura?
La disciplina, tener un horario… Cuesta estar supeditado a otro, claro, y también las cosas normales de cualquier joven: los madrugones, el trabajo…

¿Qué hace una carmelita descalza?
Se levanta ya con una sentencia que invita a alabar al Señor. A las 7:00 horas rezamos Laudes y una hora de oración mental en silencio. Nos preparamos para la Misa, rezamos la Tercia y celebramos la Eucaristía. Después del desayuno, a trabajar.

La oración va marcado todo el día.
Sí. Luego a las 12:00 horas rezamos el Ángelus, Sexta, y a comer. Mientras comemos una hermana lee, lo que nos ayuda a no estar dispersas.

Es importante el silencio.
Cuando vienes del mundo te choca que en la comunidad no se hable, pero tiene sentido, porque una carmelita no viene aquí para estar de conversación, sino para que todo te ayude a sumergirte en Dios.

Y por la tarde…
Después de la comida tenemos recreación, en la que compartimos lo que nos ha acontecido durante el día, cantamos, reímos… Por la tarde hacemos la visita al Señor, y una hora de recogimiento. Rezamos Nona y hacemos lectura espiritual.

¿De qué se habla con Dios?
Cuando una mira al Sagrario le cuenta cómo le ha ido el día. A veces hacemos oración de súplica por el mundo, por la Iglesia, por la salvación de las almas. Pero también al Señor le agrada que le demos gracias y nosotras tenemos muchos motivos para ser agradecidas con Él.

¿Y qué te cuenta Dios, qué te dice?
Pues mira, yo no le oigo con mis oídos, pero yo sé que cuando hago algo mal me riñe, y cuando hago algo bien, me anima a seguir adelante. Y, sobre todo, me dice que me quiere mucho.

Mirando a santa Teresa, ¿qué tiene ella que decirle al mundo?
Ella es una madre para cada una de nosotras; todo el mundo que se acerca a ella encuentra el camino para llegar a Dios. Creo que ella le diría al mundo que despierte, que vuelva el corazón a Dios.

¿Qué le dirías a una joven que ha pensado alguna vez ser monja de clausura?
Le diría que entregarse a Dios es una fuente de felicidad, que sea valiente.

¿Eres feliz?
Muy feliz, porque la felicidad es hacer la voluntad de Dios, y yo con su Gracia he podido responder, y no me cambiaría por nadie, a pesar de las dificultades que he tenido.

En el locutorio del monasterio de las carmelitas descalzas de Beas de Segura hablo con la última religiosa que ha profesado. El convento lo fundó la propia santa Teresa de Jesús y, en ese locutorio, san Juan de la Cruz hablaba con las religiosas. Hay un cuadro que lo recuerda. Impone. La joven carmelita descalza entró con 18 años. Aún no ha cumplido los 25, es andaluza y me pide que no salgan ni su foto ni su nombre. Sonríe y habla con calma detrás de la pequeña reja. Un cartel en la entrada recuerda que en el Carmelo o se habla de Dios o no se habla. Esto también impone.