La música, una oportunidad para los niños de Brasil - Alfa y Omega

La música, una oportunidad para los niños de Brasil

Redacción
Ilustración: Asun Silva

Hace dos semanas, 44 niños y jóvenes necesitados de Brasil vivieron uno de los días más importantes de su vida. Con sus uniformes azules, se sentaron en el Aula Pablo VI del Vaticano, y tocaron para el Papa. Son los niños y jóvenes de la Orquesta Infantil Ciudadana, del Estado brasileño de Recife. El Papa los animó, y les pidió que tocaran un poco más.

Esta orquesta tan especial nació en 2006. Un juez de Recife había creado una fundación para evitar que los niños cayeran en la violencia, y le pidió a un compañero, Joao Targino, que coordinara sus proyectos. Como jueces, los dos sabían bien que los niños pobres corren el peligro de caer en la delincuencia y terminar haciendo daño a alguien, o sufriéndolo ellos.

Un día, Joao leyó una noticia en el periódico sobre una orquesta de niños necesitados, y fue a uno de sus conciertos. «Me pareció sorprendente, y decidí contratar al director para formar otra orquesta de adolescentes y niños pobres». Lo hicieron en Coque, la zona con más pobreza y violencia de Recife.

¿Cómo ayuda la música a estos niños? «Además de disfrutar del arte, la música ayuda a formar el carácter y da buenas cualidades a quien la estudia con disciplina y dedicación». Los niños aprenden a esforzarse, porque tocar un instrumento musical es bastante difícil y necesita mucha práctica. Y pueden ver que, con esfuerzo, hacen cosas bonitas. «No todos los alumnos de la orquesta se convertirán en profesionales, pero todos serán ciudadanos cumplidores, responsables de construir un futuro mejor. Con eso, nuestra misión estará cumplida».

La historia de Víctor

La historia de Víctor nos puede dar una idea de lo que consigue esta orquesta. Cuando tenía 13 años, visitó la orquesta con una excursión del colegio, y allí todos hicieron una prueba. Víctor escogió el violín, porque «me pareció que su sonido era muy bonito». Entró en la orquesta, y allí ha seguido hasta ahora, que tiene 21 años. «Todos los días, doy gracias a Dios por estar aquí. La zona en la que vivo es muy violenta, los jóvenes no tienen una meta en su vida. Es muy fácil entrar en el camino de las drogas. Sin la orquesta, probablemente no habría terminado los estudios, mi familia no estaría orgullosa de mí como lo está hoy, y tal vez ni siquiera estaría vivo. La música me transformó, me educó, me dio todo lo que tengo. Y, si Dios quiere, me va a dar más. Quiero ser profesor y enseñar a otros niños lo que yo aprendí en la orquesta».

Ahora mismo, en la orquesta hay 170 niños y jóvenes, de entre 3 y 21 años. Se dividen en tres grupos, aunque a veces tocan juntos para que los pequeños aprendan de los mayores. Todos los días, los niños van a clase en el colegio, y luego tienen cinco horas de clase en la Escuela de Música, donde aprenden mientras se divierten. Además de las clases, les dan tres comidas al día y alimentos para que lleven a casa, atención sanitaria, apoyo psicológico y clases de idiomas.