Monseñor Osoro anima a «acoger, cultivar y anunciar la misericordia» tras abrir la Puerta Santa - Alfa y Omega

Monseñor Osoro anima a «acoger, cultivar y anunciar la misericordia» tras abrir la Puerta Santa

El arzobispo de Madrid ha abierto la Puerta Santa de la catedral de la Almudena para dar comienzo al Año de la Misericordia en Madrid. Detrás de monseñor Osoro, ha cruzado el arzobispo emérito de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela; el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini; el obispo auxiliar, monseñor Juan Antonio Martínez Camino; los vicarios, y numerosos sacerdotes

Rodrigo Pinedo

Cuando no se habían alcanzado las 19:30 horas, el arzobispo de Madrid ha abierto la Puerta de la Misericordia de la catedral de Santa María la Real de la Almudena. «Abrid las puertas de la justicia, entraremos para dar gracias al Señor», ha dicho para luego empujar las puerta entre aplausos de los fieles. Tras él han cruzado la Puerta Santa el arzobispo emérito de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela; el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini; el obispo auxiliar, monseñor Juan Antonio Martínez Camino; los vicarios, y numerosos sacerdotes. Venían en procesión, cantando letanías, desde la cripta de la catedral, donde se había leído la parte inicial de la bula de convocación Misericordiae Vultus.

Ya en la catedral, se ha celebrado la Misa de apertura del Año de la Misericordia en Madrid, presidida por monseñor Osoro. En su homilía, el prelado ha animado «a atravesar esta puerta, a deteneros en ella unos momentos, y sentir en lo más profundo del corazón cómo, entrando por Cristo, en Cristo y con Cristo, estamos dispuestos a vivir con todas las consecuencias el paso por esta puerta de Verdad, de Vida, de Amor, de Misericordia; que no es más que mostrar con nuestra vida que, lo que Cristo nos da, lo repartimos a quienes nos encontremos en el camino de nuestra vida». «Cristo nos acoge. Cristo no regala su amor», ha aseverado.

No he venido a llamar a los justos

En esta línea, monseñor Osoro ha subrayado que el mensaje del Señor es «el mismo que con sus palabras nos manifiesta: “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”». «Quizá tengáis la tentación de decir, como a veces me han dicho a mí: “¡Ay, señor arzobispo, si usted conociera mi vida!”. No importa, entra por Él, confía en la misericordia de Dios. Dile a Jesús lo que tienes, ya que te pesa y te ata quitándote la esperanza, la libertad y la alegría. El Señor te abraza, te besa, te dice “tampoco yo te condeno, anda en adelante no peques más”», ha añadido.

Para vivir plenamente este Año Santo, según ha explicado el arzobispo de Madrid, tenemos que acoger, cultivar y anunciar esta misericordia. En primer lugar, hay que acoger la misericordia con la certeza de «el Señor está en medio de ti y te ama» y su misericordia es «la “viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” y, por ello, toda acción pastoral de la misma». La Iglesia tiene que estar revestida de la ternura de Dios para dirigirse a los creyentes y para mostrar a todos en el anuncio y el testimonio, el rostro de Dios que atrae y encanta a los hombres. […] Lo que Dios quiere es que lo acojamos, para así nosotros imitar su acogida, que perdonemos y nos amemos para parecernos cada día más a Él, que es comunión y amor», ha remarcado.

Cultivar la misericordia

En segundo lugar, el prelado incidido en la importancia de cultivar la misericordia, algo que pasa por saber que «el Señor está cerca, nada te preocupe, en todo momento, en la oración, en la súplica, en la acción de gracias, todo presentado a Dios, tendrás paz porque la misericordia sobrepasa el juicio y custodiará tu corazón y tus pensamientos». «Cultiva la misericordia como el apóstol santo Tomás, que al tocar las heridas del Señor Resucitado, manifestó sus propias heridas, con sus lágrimas y humillación. Toca al Señor, descubre cómo te quiso, lo hizo todo por ti. Misericordia es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Es la vía que une a Dios y al hombre, abre el corazón a la esperanza de ser amados siempre, hasta el límite de nuestro pecado. Para ser capaces de alcanzar misericordia, escuchemos la Palabra de Dios, recuperemos el valor del silencio; dejemos que el Señor nos mire y nos diga: «¡Sígueme!». Cultivemos la misericordia, respondiendo: «¡Sí, voy contigo!». Dejémonos mirar por la misericordia de Jesús y hagamos fiesta pidiéndole perdón y sentándonos a su mesa», ha añadido.

En tercer lugar, monseñor Osoro ha invitado a anunciar la misericordia: «El Señor en medio de ti, te da su vida para que la manifiestes y reveles con obras. ¿Entonces qué hacemos? Maestro, ¿qué hacemos nosotros? ¿Qué hacemos? Viste y da de comer, haz justicia y no exijas más de lo que te corresponde, trabaja con la fuerza de la misericordia y del amor. La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, que es el corazón del Evangelio, y debe alcanzar la mente y el corazón. Salgamos de la mediocridad y hagamos salir a todos los hombres de ella. Comunicar el amor misericordioso de Dios es nuestra misión. De tal manera, que os diría, que la nueva evangelización es tomar conciencia del amor misericordioso del Padre para convertirnos también nosotros en instrumentos de salvación para nuestros hermanos. Digamos a todos los que nos encontremos por los caminos que Dios ama al hombre tal como es, con sus limitaciones y sus errores, con nuestros pecados. Y carga con ellos para liberarnos a nosotros de los mismos. La primera verdad de la Iglesia es el amor de Cristo, que llega hasta el perdón y el don de sí. Tener un corazón misericordioso no es tener un corazón débil, sino todo lo contrario: fuerte, firme, cerrado al tentador, abierto a Dios. El amor misericordioso contagia, apasiona, arriesga, impregna y compromete. No tengamos miedo de llevar a Cristo a todas las periferias, también a las más lejanas e indiferentes».

Vivir las obras de misericordia

Para acoger, cultivar y anunciar la misericordia de Dios –ha sintetizado el arzobispo de Madrid– hay que «vivir y promover las obras de misericordia corporales y espirituales, que tan bellamente se nos describen en el Catecismo de la Iglesia Católica». «Aquí en este altar, se hace presente la misericordia que es Cristo. Y nos regala su misericordia. Lo habéis comprobado. Él nos ha recibido en su casa, y se encuentra con nosotros. Si estamos heridos, ¿nos ha reprochado algo? No nos reprocha, nos lleva a sus hombros y nos cura o busca quien nos cure, haciéndose cargo él de todo. A esto se llama misericordia. Para tenerla en más abundancia, celebra el sacramento de la Penitencia por la que Dios perdona no con un decreto sino con ternura, acariciando tus heridas. Y recibe las indulgencias de este Año Jubilar de la Misericordia: por el sacramento de la Penitencia quedan perdonados tus pecados. Pero hay una huella negativa que deja el pecado en nuestros comportamientos y pensamientos, que permanece. Pero la misericordia de Dios es incluso más fuerte que esto y se transforma en indulgencia del Padre que, a través de la Esposa de Cristo, alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, y lo habilita a obrar con caridad y a crecer en el amor. Cambiemos el corazón de los hombres y este mundo con la misericordia, que la experimentamos en nuestra propia carne cuando celebramos el sacramento de la Penitencia, que nos impele a vivir y rodear a los demás de esa misma misericordia», ha concluido.

Al final de la celebración, el arzobispo ha entregado a una veintena de personas representantes de las distintas realidades de la Iglesia madrileña una copia de los materiales del Plan Diocesano de Evangelización, «un itinerario de fe y de conversión pastoral» cuyo pistoletazo de salida este Jubileo y que se prolongará durante tres años.