José Luis Garci: «El amor verdadero nace con vocación de eternidad» - Alfa y Omega

José Luis Garci: «El amor verdadero nace con vocación de eternidad»

Javier Alonso Sandoica
Foto: María Pazos Carretero

Todavía sorprendido por la decisión que tomó hace un par de años de abandonar el cine –se lo dijo a Ángeles González-Sinde en una entrevista–, sigo pensando que algún día Garci volverá a sorprendernos con eso que él dice de poner la cámara a la altura del corazón y echar a rodar. Porque el artista, al igual que el santo, sabe que el hombre ha nacido para transfigurar la realidad, y ambos no abandonan nunca su labor. Como Picasso, que no interrumpió la experimentación con las formas, la composición, la deconstrucción, pues así Garci, que además sigue hablando de cine como los niños que te cuentan el primer día de colegio. «He dejado de hacer películas pero sigo viendo mucho cine y escribiendo sobre cine. He visto 30.000 películas y he hecho solo 18 largometrajes, la parte profesional es mínima comparada con mi pasión por el cine», responde él.

Quizá porque aprender a leer es tan importante como aprender a escribir, y lo mismo pasa con el cine, saber ver…
Y así todo, como aprender a pensar.

Coincidimos en la boda de un amigo común y allí estaba Alfredo Landa. Le pregunté que por qué no volvíais a rodar un nuevo Crack, y recuerdo que te llamó a gritos para decirte: «¿Ves, José? Lo que te he dicho un millón de veces».
Pues que sepas que pensamos hacer El Crack III. Había ya un guión que tuvimos que modificar cuando evolucionó su enfermedad. Alfredo estaba sentado, no podía moverse y pensamos hacerlo tipo Ironside. Lo intentamos pero no pudimos. Había mucho de Alfredo en ese personaje de Germán Areta, un tipo duro pero consecuente con sus ideas.

Alguna vez te he dicho que Las verdes praderas contribuyó a mi vocación sacerdotal. Me impactó mucho ese diálogo final de Alfredo Landa con María Casanova en el que el personaje de Alfredo se da cuenta de que ha trabajado para servir a las grandes marcas, pero no ha hecho lo que quería. La vida se le ha largado sin peso. ¿Qué piensas del paso del tiempo? ¿Crees que dejas huella, o solo recuerdos y fotos?
Bueno, yo no tengo convicciones religiosas pero soy católico de formación y me dieron clase curas que eran tipos muy inteligentes. Esto que llamamos vida es una experiencia irrepetible. Con los años tratas de ser mejor, te das cuenta de que no merece la pena el dinero, de que te conformas con otras cosas, paladeas un atardecer, escuchas ahora mejor a Bach que a los 20 años, te detienes ante el pensamiento de los demás. Yo creo que las religiones son buenas de por sí, porque ayudan a tratar de buscar el misterio de por qué estamos aquí.

Foto: María Pazos Carretero

Has dicho en algún sitio que te gustaría ser corresponsal del Retiro.
Sí, porque es un parque ruso, chejoviano, en verano te dan ganas de tomarte un vodka helado. Es melancólico pero, cuando llega la primavera y se animan esos castaños de indias, hay como una gran renovación. Recuerdo cuando vino el Papa Benedicto XVI, hace cuatro años, que algo ocurrió en el Retiro. No había un papel ni una botella de agua en el suelo. Fue como una oleada de bondad, había gente reunida, charlando, animándose, y ¿todo esto tenía que ver con la llegada de aquel Papa filosofo? Es que esas cosas no pasan en un concierto de rock, donde todo se queda tirado por el suelo. He visto la evolución del Retiro durante la crisis, cuando la gente comía allí, como en Central Park. Ahora ya han vuelto a los bares de Menéndez Pelayo. En el Retiro ves a miles de personas tratando de buscar la juventud perdida, corriendo, bebiendo agua, mirando el reloj, sudando. De pequeño yo no veía correr a nadie. Solo corría aquel al que le habían robado la cartera, o llegaba tarde al trabajo.

Luis Alberto de Cuenca me contó que, cuando hablaste con Severo Ochoa, te dijo: «Desengáñese, Garci, no somos más que física y química», y tú le contestaste…
Ah, sí, pedí un dry martini, y le dije que la mejor definición del dry martini no era la bala de plata, ni la guerra fría, sino una de Manolo Alcántara, que lo llamaba el cuchillo disuelto. Charlamos, hablamos de cine, y no sé cómo surgió y me dijo eso de que solo somos física y química. Yo le respondí: «Claro pero con una gota pequeña de vermut seco, que es el misterio».

Has pasado toda tu vida rodeado de cine.
Yo no tengo recuerdos personales, tengo recuerdos de películas. Porque mis padres no me contaron cuentos, sino películas. El cine que se produce en Hollywood de los 30 a los 60 es impresionante, un cine que viene de Alemania: Fritz Lang, Billy Wilder, Otto Preminger. Y de repente conviven en la misma ciudad John Ford, Alfred Hitchcock, Howard Hawks, Leo McCarey, Billy Wilder, algo irrepetible. Es como los impresionistas del XIX: Renoir, Van Gogh, Monet, Manet. Hoy en día puede haber buenos directores, pero es imposible que se repita aquella generación. Hay buenas películas, pero lo que entendemos como cine acaba con la trilogía de El Padrino; se acaba una manera de hacer cine de estudio. La Paramount no tenía nada que ver con la Warner, más sofisticada, ni con la Metro, que es familiar. Lo que es difícil es saber quiénes serán clásicos dentro de 40 años. Yo creo que una película ejemplar de este siglo XXI es Master and Comander; reúne las características de la época de aquellas películas, bien escrita, bien filmada, bien interpretada. También algunas de Clean Eastwood, La gran belleza de Sorrentino…

Foto: María Pazos Carretero

Hay muchas películas que hablan de un final de época, como la que citas de Sorrentino, la decadencia de una civilización sobre los restos de Roma, que se ha convertido en un decorado. Hay mucha nostalgia de una civilización que se ha devorado a sí misma. Y lo mismo pasa en literatura, hay mucha protesta pero poca propuesta de una verdadera cultura.
La religión, y en concreto la católica, es cultura, es innegable. Se muestra en esas catedrales, en esos cuadros. Sin la religión cristiana no habríamos tenido conocimiento de la filosofía griega, que se traduce en abadías y monasterios. Que no se estudie religión me parece un disparate, como que no se estudie griego o latín, es un retroceso tremendo.

Hay un monólogo de Orson Welles en su película documental Fake delante de la catedral de Chartres, hablando de esa cultura cristiana. Decía que en esa catedral se muestra la grandeza de Dios y la dignidad del ser humano.
A mí es la película que más me gusta de Orson Welles, porque es un truco de magia. Transmite lo que es el verdadero cine, la sensación de una vida que esta ahí. Yo creo que el amor de Casablanca durará como el de Romeo y Julieta. Porque el amor, si es amor de verdad, nace con vocación de eternidad. Y eso se ve en Casablanca, en Te querré siempre de Rossellini, en Tú y yo de Leo McCarey.

En La herida luminosa, la adaptación de la obra de teatro de José María de Sagarra, la protagonista, que es una religiosa, le dice a su padre no creyente que nunca ha encontrado a un hombre más cerca de Dios que él, por ser médico, por el contacto tan profundamente humano con los pacientes.
Mis héroes son siempre los médicos que están en lugares subdesarrollados, y los misioneros, que además les gusta el fútbol y te piden camisetas de distintos equipos para los chavales.

¿Cuál es el concepto más próximo que tienes de Dios?
Pues que, si existe, tiene que estar dentro de uno. Yo voy mucho a Nueva York y siempre me quedo sentado más de una hora en la catedral de San Patricio. De vez en cuando me meto en una iglesia y allí me quedo. En una escena de Tú y yo, cuando Ingrid Bergman entra en la capilla y él la ve, y entonces saben que se querrán siempre, veo un milagro. Como el de Ordet de Dreyer, el milagro de la resurrección de la mujer y el milagro de que el espectador se lo crea. En nuestra cultura tiene que existir una experiencia de milagro. Y tengo la sensación de que, cuando nos vayamos de aquí, o no hay nada o hay misericordia.

Madrileño aunque de origen asturiano, Garci será siempre recordado como el primer director de cine español que ganó un Oscar, por Volver a empezar. Fue nuevamente nominado por Sesión continua, y ha dirigido películas como You’re the one, El abuelo o Historia de un beso. El cineasta, que cumplirá en enero 72 años, debutará a comienzos de año en el Teatro Español como director teatral, con textos de Alfonso Sastre y Medardo Fraile.