Mi amigo el santo - Alfa y Omega

Mi amigo el santo

Su secretario, el cardenal Dziwisz; su compañero de seminario el cardenal Deskur; el policía que preparaba sus excursiones secretas a la montaña, Egildo Biocca; Wanda Poltawska, a quien ayudó a superar su paso por el campo de concentración… Así, hasta 23 amigos de Juan Pablo II. Los ha entrevistado el periodista polaco Wlodzimierz Redzioch, en su libro Junto a Juan Pablo II. Los amigos & los colaboradores cuentan, que próximamente publicará en España la BAC. Abre el libro la primera entrevista que concede tras su renuncia el Papa emérito, Benedicto XVI. «Que Juan Pablo II fuera un santo me ha parecido cada vez más claro», dice. La agencia Zenit ha publicado algunos extractos

Zenit
Todavía hoy su bondad me acompaña y su bondad me protege

Primer encuentro con el cardenal Wojtyla:

El primer encuentro que tuve con el cardenal Wojtyla fue en el cónclave en el que fue elegido Juan Pablo I. Durante el Concilio, habíamos colaborado ambos en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo; sin embargo, fue en secciones diferentes, por lo que no nos habíamos visto. Naturalmente, había oído hablar de su obra de filósofo y pastor, y desde hacía tiempo quería conocerle. Wojtyla había leído mi Introducción al cristianismo, que había citado también en los Ejercicios espirituales predicados por él a Pablo VI y a la Curia, en la Cuaresma de 1976. Por eso era como si, interiormente, ambos esperásemos encontrarnos.

Sentí desde el inicio una gran veneración y una simpatía cordial por el Metropolita de Cracovia. En el pre-cónclave de 1978, el cardenal Wojtyla analizó para nosotros, de forma asombrosa, la naturaleza del marxismo. Pero, sobre todo, percibí enseguida con fuerza la fascinación humana que de él emanaba; y de cómo rezaba advertí cuan profundamente estaba unido a Dios.

La espiritualidad del Papa polaco:

La espiritualidad del Papa se caracterizaba sobre todo por la intensidad de su oración y, por tanto, está profundamente arraigada en la celebración de la Santa Eucaristía y hecha junto a toda la Iglesia con la recitación del Breviario. En su libro autobiográfico Don y Misterio, se puede ver cómo el sacramento del sacerdocio determinó su vida y su pensamiento. Así, su devoción no podía nunca ser puramente individual, sino que estaba siempre llena de preocupación por la Iglesia y por los hombres. […] Todos nosotros hemos conocido su gran amor por la Madre de Dios. Donarse por entero a María significó ser, con ella, todo para el Señor. […]

Fama de santidad en vida:

Que Juan Pablo II fuera un santo, en los años de colaboración con él me ha parecido cada vez más claro. Sobre todo hay que tener en cuenta, naturalmente, su intensa relación con Dios, su estar inmerso en la comunión con el Señor de la que acabo de hablar. De aquí venía su alegría, en medio de las grandes fatigas que debía pasar y la valentía con la cual cumplió su tarea en un tiempo realmente difícil. Juan Pablo II no pedía aplausos, ni miró nunca alrededor preocupado por cómo serían acogidas sus decisiones. Él ha actuado a partir de su fe y sus convicciones y estaba preparado también a sufrir los golpes.

La valentía de la verdad es, a mis ojos, un criterio de primer orden de la santidad. Sólo a partir de su relación con Dios es posible entender también su incansable compromiso pastoral. Se dio con una radicalidad que no puede ser explicado de otro modo.

Su compromiso fue incansable, y no sólo en los grandes viajes, cuyos programas estaban cargados de encuentros, desde el inicio hasta el final, sino también día tras día, a partir de la misa matutina hasta la noche tarde. Durante su primera visita en Alemania (1980), por primera vez tuve una experiencia muy concreta de este enorme compromiso. Para su estancia en Munich, decidió que debía tomarse una pausa más larga a medio día. Durante ese intervalo, me llamó a su habitación. Le encontré recitando el Breviario y le dije: «Santo Padre, debe descansar»; y él: «Puedo hacerlo en el cielo».

Sólo quien está lleno profundamente de la urgencia de su misión puede actuar así. […] Pero debo honrar también su extraordinaria bondad y comprensión. A menudo habría tenido motivos suficientes para culparme o poner fin a mi encargo como Prefecto. Y aun así me sostuvo con una fidelidad y una bondad absolutamente incomprensibles.

La última frase:

Mi recuerdo de Juan Pablo II está lleno de gratitud. No podía y no debía intentar imitarlo, pero he intentado llevar adelante su herencia y su tarea lo mejor que he podido. Y por eso estoy seguro que todavía hoy su bondad me acompaña y su bondad me protege.