Monseñor Osoro: «Cuando no maquillamos a Dios, los jóvenes responden de forma maravillosa» - Alfa y Omega

Monseñor Osoro: «Cuando no maquillamos a Dios, los jóvenes responden de forma maravillosa»

«Cuando no maquillamos al Dios cristiano y presentamos la radicalidad del Evangelio», los jóvenes responden de forma ­«maravillosa». Es la experiencia de años de monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid. Así se refleja en la entrevista que le ha hecho Centinela, la revista de la Delegación de Infancia y Juventud de Madrid. Esta revista se repartió a los jóvenes que acudieron el pasado sábado a la Vigilia de la Almudena, y se puede consultar también en la página web de la Delegación (www.deleju.org)

Colaborador

El joven cristiano vive hoy más a contracorriente que nunca. ¿Cuáles fueron los desafíos de su juventud para vivir la fe?
Las situaciones que yo viví eran muy distintas a las de hoy, porque la sociedad tenía una serie de valores y unos estilos de vivir que ayudaban a encontrarse con el Señor, y hoy hay modos, ideas, manera de entender al ser humano, estilos que no tienen el diseño que el Evangelio da a la vida. Pero el hambre y la sed de Dios es innata en el ser humano. Yo sentí un hambre inmensa de Dios y descubrí en Jesucristo el lugar y el manantial más hermoso para saciarla. Esto es válido también hoy, precisamente porque quizá hay más vacíos en la existencia. En ese sentido, es apasionante anunciar a Jesucristo. Es cierto que las dificultades de hoy son mayores, pero también la capacidad de los jóvenes para acoger a nuestro Señor es quizá mucho mayor, porque tienen una mayor necesidad de encontrar a alguien que les sacie y que les dé una manera y un estilo de vivir como una novedad absoluta; también para construir un mundo distinto. Al joven de hoy no le gusta el mundo en que vivimos, y solamente puede darnos posibilidades para hacer un mundo diferente Aquel que tiene proyectos absolutos y verdaderos que dignifiquen siempre al ser humano.

¿Cuál sería para usted el gran valor que la juventud actual puede aportar a la Iglesia?
La sinceridad, la necesidad de solidaridad, de entrega, de servicio. El joven tiene unas antenas especiales para descubrir que el ser humano está roto, y que hay que recomponerlo. Eso le empuja a amar , y cuando encuentra el Amor, que se nos revela en Cristo, queda entusiasmado. Yo he visto verdaderas conversiones en los jóvenes, y he tratado a muchos. También es cierto que hay que hacerse creíble para que ellos descubran al Señor. Solamente con palabras no podemos ir, hay que ir como testigos.

Está extendida la idea de que los jóvenes de hoy no creen en nada. Sin embargo, usted les anima a «jugarse la juventud por grandes ideales». ¿Cómo reaccionan?
La experiencia ha sido maravillosa, cuando no maquillamos al Dios cristiano y presentamos la radicalidad del Evangelio: meditemos las bienaventuranzas y que en el juicio final, se nos va a juzgar por lo que hayamos hecho por los demás. Hoy, el joven se apasiona por la reconstrucción de ser humano. Y el ser humano sólo se reconstruye cuando entramos de frente en las situaciones que viven los hombre, cuando no convertimos la fe en una ideología, sino que percibimos al Señor en los demás, y descubrimos la necesidad que el otro tiene de encontrarse con un rostro que de verdad le presente vivamente, al Dios y al hombre que se nos ha revelado en Jesucristo. A quien da la vida y da una novedad total al hombre.

¿Poner en misión a los jóvenes puede descubrir sus talentos al servicio de la Iglesia?
Yo siempre animo a los jóvenes a ser audaces y creativos. Cuando hay un encuentro con Jesucristo, uno no tiene miedos. Además, te da una creatividad especial para estar presente en medio del mundo y para mostrar a los demás la Belleza que es Jesucristo, y la belleza de la vida cuando el Señor está en medio de nosotros. He intentado realizar estas misiones con los jóvenes. La última fue este verano, que yo titulé Construir la nueva ciudad . Grupos de jóvenes salían a barrios y pueblos a vivir, durante una semana, sin nada en los bolsillos. Mientras los demás trabajaban —ayudando en una residencia, visitando enfermos, yendo casa por casa, limpiando la plaza del pueblo, haciendo pasarlo bien a los niños y jóvenes del lugar—, dos se quedaban rezando por los demás, sabiendo que el que mueve el corazón y la vida es Él. Creo que con esta convicción, estas misiones han obtenido fruto, y han experimentado y manifestado una Iglesia que tiene que hacer una historia de amor en este mundo, una Iglesia en comunión, gentes de espiritualidades diferentes unidas en lo importante: el anuncio del Señor . Ésta es la experiencia que más captan los jóvenes de hoy. No tienen prejuicios, se los quita ese encuentro con el Señor.

¿Es el joven el mejor misionero de otro joven?
Yo creo firmemente que cuando los jóvenes acogen a Jesucristo, lo hacen con tanto valor y sinceridad que son capaces de hacer algo extraordinario. Pero hay que fiarse de ellos, claro. Yo siempre me he fiado de ellos, porque en el Evangelio hay algo maravilloso: en el momento culmen de Nuestro Señor, cuando está dando la vida por los hombres en la cruz, dijo al discípulo que tanto quería, que era un muchacho: «Ahí tienes a tu madre». La Madre era, de alguna manera, un rostro anticipado de lo que tiene que ser la Iglesia. Y el Señor se la encomienda a un joven. Por eso siempre me he fijado muchísimo en ellos.

Ha anunciado que tendrá encuentros mensuales con los jóvenes. ¿Qué consejo le daría a un joven para que el encuentro con el Señor sea posible?
Le diría que abra su corazón a Jesucristo, que no tenga miedo; que aunque a lo mejor no tenga claras las cosas, asista, el Señor siempre habla y se hace el encontradizo, no quita libertad, al contrario regala su libertad. Hay que eliminar todas las barreras de odio, de división, y eso sólo lo puede hacer nuestro Señor. Solamente cuando uno le acoge de verdad, te da un corazón distinto; te hace vivir lo que tantas veces nos repitió: que el otro sea el más importante para nosotros, porque es imagen de Dios, que fuésemos servidores, que entregásemos nuestra vida. El encuentro con nuestro Señor te hace ver también que la pertenencia a su Iglesia no es una anécdota, sino algo esencial. La Iglesia tiene la misión urgente de anunciar lo más importante: la única y buena noticia para los hombres. La valentía para ello no la conseguimos desde nosotros mismos, sino cuando el Señor entra en nuestras vidas. Tiene que haber hombres dispuestos a entregar la vida por el Evangelio. Por eso yo invito a los jóvenes a que vengan a las vigilias. Será un momento importante para estar con nuestro Señor, para pedirle ayuda, para dejarnos iluminar por su Palabra, para alentarnos a vivir en comunión, y sintiéndonos esa Iglesia de Jesús, que tiene una misión que quizá es lo que más necesiten los hombres. Y para vivir la catolicidad.

Frente a la enfermedad de las 3 D que dice que afecta a muchos jóvenes (desdibujamiento del ser humano, desesperanza y desorientación), ¿qué otras D les propondría?
Diría estas otras D: 1) Dibujo real del ser humano, que precisamente está en la persona del Señor. Sin ese dibujo es imposible ver al otro como hermano. 2)Darlo con la vida misma. Es importante no sólo dar el dibujo, sino dar con la vida el rostro de esa persona: quito mi desdibujo, que es sombra y doy con mi rostro el de Cristo. El cristiano tiene la vida de nuestro Señor por el bautismo. Esa vida es lo que tiene que pesar en la nuestra. Cuando cultivamos esta unidad, mostramos ese rostro en todos los ámbitos, en el privado y en el público —el Señor nos ha dicho que salgamos por el mundo—. 3) Demostrar. Nosotros somos creíbles en la medida en que tenemos identidad cristiana; es decir, nos sabemos hijos de Dios y hermanos de todos. Y eso se demuestra con obras; y con fervor .

¿Algún deseo personal o petición para los jóvenes de Madrid?
Quiero encontrarme con los jóvenes. Les invito a que crean y me ayuden en mi ministerio. No vengo por cuenta propia. Ni con unas ideas preconcebidas. Ni con mis ideas. Lo que yo quiero es traer y hacerles cercana a una Persona, a nuestro Señor. Y, con ellos, trabajar para hacer posible que este mundo sea diferente. Porque cuando entra Dios en el corazón de los hombres, se hace diferente. Invito a los jóvenes a que me ayuden a hacerlo. Necesito de ellos, de su audacia, de su creatividad, de su valentía, de su juventud para mostrar que el rostro del Señor siempre es joven. Joven es aquel que tiene un corazón permeable a Jesucristo, y que transforma todo lo que le rodea con la fuerza del Señor . Esto pueden hacerlo los jóvenes de una manera singular.

Carlos Ucelay

Cinco claves de don Carlos sobre el Padrenuestro
  1. «Padre Nuestro». Qué bonita es la vida dejándose amar por Dios, y sabiendo que uno no está solo en la vida, sino que Dios le acompaña.
  2. «Que estás en el cielo». Para poder encontrarme con Dios, tengo que salir de mí mismo. Mientras esté en mí mismo, nunca me encontraré ni con Dios, ni con el otro de verdad.
  3. «Santificado sea tu nombre». Las huellas de Dios, Su santidad, están presentes en medio de la vida: en tu corazón, y en las realidades de los demás. Sólo hace falta que yo me deje poner las gafas que el Señor me regala para ver las huelas de su presencia.
  4. «Venga a nosotros tu reino». Los reinos de este mundo no llenan nuestra vida. Sólo el Reino, que es el mismo Cristo, que es un Reino de amor, de justicia, de verdad, es el que queremos nosotros, y el Señor nos invita a incorporarnos a él y hacerlo manifiesto con su fuerza, con su gracia, con su amor.
  5. «Hágase tu voluntad». Es decir «Señor, aquí me tienes para hacer esto».