Es más caro un móvil que un niño sudanés - Alfa y Omega

Es más caro un móvil que un niño sudanés

Palizas por desobediencia, abusos sexuales, negación de su herencia cultural… son testimonios comunes de esclavos que han sido rescatados por congregaciones religiosas y otras organizaciones. Hoy, que se conmemora el Día internacional de la abolición de la esclavitud, ponemos la mirada sobre Sudán, donde, durante más de 20 años, se ha comprado a personas por el precio de un teléfono móvil. Allí, la Orden Trinitaria lleva años trabajando para erradicar esta lacra. La esperanza existe; y, si no, miren a santa Josefina Bakhita

Cristina Sánchez Aguilar
Un padre trinitario, en la misión de la Orden, en Sudán

Sudán lleva en guerra desde 1955, tras la independencia colonial británica; guerra que ha causado 2 millones de víctimas mortales y ha provocado el desplazamiento de 4,3 millones de personas. El conflicto se originó porque el norte de Sudán es de religión islámica y de raza árabe; y el sur, animista, con una pequeña parte cristiana, y de raza africana. El norte es un territorio pobre y sin agua. Y el sur es riquísimo, abundante en minerales y agua, además de ser una tierra rica en petróleo. La guerra se originó porque el norte quiso apoderarse de la tierra del sur.

La ciudad sudanesa de Rumbek, entre otras, es uno de los lugares donde los trinitarios llevan a cabo un proyecto, una ciudad que ha sido bombardeada durante años dos veces al día: «Los aviones llegaban, lanzaban bombas y, después, entraban los militares a capturar lo que había quedado: hombres que se enfrentaban a ellos -y salían perdiendo, al carecer de armas-; y mujeres y niños que eran capturados como esclavos», explica el padre Antonio Aurelio Fernández, trinitario y director de la Fundación Prolibertas.

¿Cómo liberarlos?

Son liberados comprándolos. «Nos encontrábamos con los mercenarios y comprábamos grupos enteros, sobre todo niños y niñas. Un niño puede costar unos 300 euros; la niña, 250; y la mujer, 200, porque la mujer allí es de menor calidad que el hombre. Los niños son vendidos para trabajar en los campos de los señores árabes o cuidando su ganado. Las niñas, para los harenes; y las mujeres al servicio de la casa de los hombres», cuenta el padre Fernández. En Europa, algunos teléfonos móviles cuestan más dinero.

Todavía quedan esclavos, los que fueron comprados antes del acuerdo de paz firmado en 2005, según el cual, el 9 de enero de 2011, tendrá lugar el referéndum para la separación del norte y el sur. «Nuestro trabajo es buscar cientos de niños que se compraron, e intentar rescatarlos. Si no pueden volver a casa, porque no existe, van a nuestros centros de acogida», señala el trinitario.

Hace más de 15 años que los trinitarios llegaron a Jartum, en el norte. Al mes de firmarse el acuerdo de paz, pudieron entrar en el sur, y allí construyeron los colegios y centros de acogida para los niños rescatados. Actualmente, cuentan con siete colegios y centros en el sur -uno con más de 1.500 niños-, y uno en el norte, con 166 niños y en proceso de ampliación: «Allí estudian, y aprenden a cultivar y cuidar del ganado», subraya el padre Antonio Aurelio. El proceso psicológico de los niños también es lento: «Muchos vienen con marcas en las muñecas, porque duermen sentados, apoyados en el tronco de un árbol, y con las manos atadas, para que no se escapen. Pero, cuando pasa el tiempo, los niños ya empiezan a tener otra mirada, otra presencia…, ya empiezan a sonreír», reconoce.

El padre recuerda que, para terminar con la esclavitud, es preciso que «las elecciones del 9 de enero se puedan realizar, aunque no sea sencillo, porque ya se están viendo militares del Gobierno por el sur, que intentan crear conflictos entre las partes. Si los organismos internacionales y las Naciones Unidas no intervienen, volverá la guerra y continuará la esclavitud».

La esperanza, que salva

Gracias al trabajo de Congregaciones como la Trinitaria, existen casos reales de salvación. Uno lo exponía el Papa Benedicto XVI, en su encíclica Spe salvi, la santa Josefina Bakhita. Sudanesa de origen, cuando tenía nueve años fue secuestrada por traficantes de esclavos. En 1882, tras ser comprada por un mercader italiano, Bakhita conoció un dueño totalmente diferente, el Dios vivo. En 1896 hizo los votos en la Congregación de las Hermanas Canosianas, y desde entonces intentó, sobre todo, exhortar a la misión.

La esperanza que en ella había nacido no podía guardársela: debía llegar a muchos. En esta tarea está, también hoy, la Orden Trinitaria en Sudán.