Una tierra de mártires que necesita nuevos santos - Alfa y Omega

Una tierra de mártires que necesita nuevos santos

Desde que Benedicto XVI anunció, en agosto de 2008 en Sídney, que la próxima JMJ sería en Madrid, la Iglesia que peregrina en España se puso manos a la obra para acoger y acompañar al Vicario de Cristo y a los miles y miles de jóvenes que vienen a encontrarse con él. La Jornada es, ante todo, esperanza y apertura del corazón de los jóvenes al infinito, como afirman diversos representantes de instituciones y Congregaciones religiosas españolas

Redacción

Un nuevo Damasco
Monseñor Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei

Saulo de Tarso, lleno de celo por la ley de Moisés, llevaba cartas expedidas por la autoridad más alta del judaísmo, destinadas a las sinagogas de Damasco, con el fin de llevar detenidos a Jerusalén a cuantos encontrara, hombres y mujeres, seguidores del Camino. El Señor, sin embargo, no se lo permitió. Cuando ya estaba cerca de la ciudad, una luz intensísima lo derribó al suelo y oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El joven respondió: ¿Quién eres tú, Señor? Y la voz le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.

Todo ocurrió en un instante, en el camino de Damasco. Desde entonces, este nombre —Damasco— es sinónimo de conversión, de apertura a la gracia de Dios. Desde aquel momento, Saulo el perseguidor, con la ayuda de un cristiano piadoso de Damasco, Ananías, se convirtió en el apóstol Pablo. Dijo que sí al Señor, libremente, y fue hasta la muerte —con una lucha generosa, alegre— un fiel discípulo y evangelizador de Jesucristo.

De alguna manera, se podría decir que cada JMJ es, para muchas y muchos jóvenes, la ocasión de revivir el episodio de Damasco. El Señor Jesús, por boca de su vicario en la tierra, Benedicto XVI, dirigirá su palabra a quienes le escuchen y provocará —en quienes le oigan bien dispuestos— una nueva conversión, un cambio quizá profundo en su existencia. De esa palabra acogida con fe, pueden nacer millares de decisiones de búsqueda de Jesucristo, sin cambiar de estado —en la vida matrimonial, en el celibato apostólico—, o abrazando el sacerdocio o la vida religiosa. El Señor llama a muchos, a todos, a la plenitud de la vida cristiana, por muy diversos caminos. Pero se precisa —como en el caso de san Pablo— un corazón abierto a Dios y a los hermanos, que se adquiere y se profundiza con la ayuda de la catequesis y también con la colaboración de otras personas que, como Ananías, pueden facilitar que la palabra del Vicario de Cristo arraigue en el alma.

Cada santo, canonizado o no, ha tenido su Damasco, su momento de conversión radical a Dios. Quizá no fue tan vistoso como el de san Pablo, pero fue igualmente eficaz. Quizá se trató sencillamente de pasar de la indiferencia al don de sí mismo. De una vida que consistía en recibir, a otra que es también dar, que va acompañada de una felicidad profunda, tan diferente de la que ofrecen las satisfacciones materiales.

He tenido la suerte de vivir muchos años al lado de un santo que, lleno de convicción, aseguraba: «Madrid ha sido mi Damasco, porque aquí se han caído las escamas de los ojos de mi alma y aquí he recibido mi misión». Me refiero a san Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. Aunque nacido y criado en tierra aragonesa, fue en Madrid donde el Señor le mostró la tarea que le había asignado desde la eternidad: enseñar a todos los cristianos que la existencia ordinaria —entretejida de horas de trabajo bien hecho, de dedicación a la familia y a los amigos, de interés por el bien común de la sociedad— podía y debía ser un verdadero camino de santificación.

Durante muchos años, presintiendo que el Señor quería algo de su vida, pero sin saber qué, el joven Josemaría se dirigió a Dios con unas palabras tomadas del Evangelio: Domine, ut videam; las mismas que un ciego dirigió a Jesús que pasaba por el camino de Jericó: Señor, ¡que vea! Esa luz se hizo realidad en su alma el 2 de octubre de 1928, precisamente en esta ciudad de Madrid. Aquí desarrolló un servicio generoso entre todo tipo de personas, entre los enfermos de los hospitales y entre las gentes más necesitadas de las barriadas extremas. Bien pronto se rodeó también de un grupo de jóvenes a los que contagió su entusiasmo sobrenatural y humano, enseñándoles a santificar el estudio, el trabajo y todas las realidades de la vida cotidiana.

Muchas personas han tenido su Damasco en Madrid, tierra de santos, de mártires y de cristianos normales que procuran imitar a Jesucristo en la vida ordinaria. Por unos días, esta ciudad se convertirá en la capital mundial de la juventud. Sobre todo, va a ser la ciudad de Pedro. Benedicto XVI nos guía y nos lleva hacia el Modelo de todos los santos, hacia Cristo. Le damos la más calurosa bienvenida, rezamos por los frutos de su Viaje pastoral y pedimos, sobre todo, que muchas chicas y muchos muchachos se sientan personalmente interpelados por sus palabras y experimenten en esas jornadas su Damasco: un encuentro personal más intenso con Jesucristo, que cambie y mejore su existencia.

Decía el Papa, al comenzar su pontificado: «Quien deja entrar a Cristo en la propia vida no pierde nada, nada —absolutamente nada— de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren de par en par las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera».

Hemos de estar plenamente convencidos: Cristo no quita nada de lo que hay de hermoso y grande en nosotros, sino que lleva todo a la perfección para la gloria de Dios, la felicidad de los hombres y la salvación del mundo.

Recurro a la intercesión de san Josemaría, tan estrechamente ligado a esta ciudad, y al Beato Juan Pablo II, inspirador de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Que ellos nos alcancen del Señor, por intercesión de la Virgen de la Almudena, una lluvia de gracias en estos días. Que la JMJ de Madrid sea la Damasco de muchos jóvenes dispuestos a dejarse la vida por Cristo y por los demás, siendo testimonios creíbles y vibrantes de ese Evangelio —siempre antiguo y siempre nuevo— que el mundo actual, nuestro mundo, necesita con urgencia.

* * * * * * *

La tierra de Teresa le recibe con amor
Carmelitas descalzas, monasterio de la Encarnación (Ávila)

Amadísimo Santo Padre: ¡la tierra de Teresa le recibe con amor! España entera, ¿y cómo no?, su Carmelo y sus hijas, que le quieren con locura, que esperan con ilusión su Visita. ¿Quién no sueña con ella?, ¿quién no necesita de su corazón remansado de paz, de amor, de ternura, de entrega?

Nos preguntan qué supone para nosotras esta Jornada Mundial, que está tan cerca. Y no sabemos qué decir, Santo Padre, porque no encontramos palabras aquí en la tierra. Es una alegría inmensa, por sentir muy cerca del corazón el Corazón joven de nuestra amada Iglesia. Es un sentirse más hijas que nunca, y un desear ser a la vez más Madres, con lo que esto encierra; como la Virgen María, que, en este valle de lágrimas, cuidadosamente las recoge y perfuma, que amorosamente nos vela. Que, intuyendo nuestras necesidades en un golpe de amor, por nosotros se entrega. ¡Gracias por venir a nuestra patria! ¡Cuánto le necesitamos! Porque es nuestro Padre y queremos sus brazos, que nos cobijan y educan, que nos alimentan, que nos muestran el Amor y la Verdad, la santidad, así, muy cerca: en el día a día, en lo ordinario, donde el suave aleteo del Espíritu lo inunda todo, donde la ternura de nuestro Dios se manifiesta. Gracias, Santo Padre, por venir a darnos a Cristo, su bendita herencia. Gracias por introducirnos en su escuela, la de los pequeños, que viven de amores divinos y hacen al alma soltar sus amarras, viviendo en el cielo sin dejar la tierra.

Con Vuestra Santidad aprendemos a quererle de veras. ¡Qué gracia poder acercamos al santuario de su Corazón, entrar allí muy dentro, y comprobar que esa Puerta Sagrada está siempre abierta!

Sabemos, Santo Padre, cuánto ama al Carmelo, humilde parcelita de la Iglesia, y cuánto sabe también de la pasión de esta andariega, que, por cerrar sus heridas abiertas, se recorrió España entera, sembrando palomares de la Virgen, que la ungieran y quisieran. Sus Hijas también queremos ir sembrando la vereda, para que así, cuando pisen nuestros jóvenes, y cuando pase nuestro Dulce Cristo en la tierra, esté regado de amor y sacrificios, de milagros de silencios y de entregas.

En lo grande y en lo chico, en alegrías y en penas, en todas las circunstancias, sus carmelitas le seguimos como una sombra, que no se ve pero que está muy cerca. Y aunque nunca veamos los rostros de estos jóvenes aquí en la tierra, los llevamos en el alma muy metidos, uno a uno, con sus nombres que Dios sabe, con todas sus ilusiones de entrega.

Gracias, Santo Padre, por venir, por nombrar a Teresa —nuestra Madre—, copatrona en esta fiesta. A ella la encomendamos, para que siga abriendo la puerta, de ese Castillo interior que todas las almas encierran.

Rece mucho por nosotras, para que sus hijas tengamos un corazón, así, como el de ella, abierto de par en par, para la Iglesia entera.

* * * * * * *

Para acercar a los jóvenes al sagrario
Carlos Menduiña Fernández, presidente del Consejo Nacional de la Adoración Nocturna Española

Vivimos en un mundo que, por desgracia, ha dado la espalda a Dios, como es evidente en la sociedad española actual. Por ello, es motivo de gran gozo que Benedicto XVI haya querido celebrar en nuestra Patria, y concretamente en Madrid, la Jornada Mundial de la Juventud, de este año 2011.

En nuestra asociación hacemos realidad viva las palabras de Benedicto XVI, de su libro El espíritu de la Liturgia: «Una iglesia sin la presencia eucarística está, en cierto modo, muerta, aunque invite a la oración. Una iglesia en la que arde sin cesar la lámpara junto al sagrario, está siempre viva, es siempre algo más que un edificio de piedra: en ella está siempre el Señor que me espera, que me llama, que quiere hacer eucaristía mi propia persona». Por eso, promovemos la adoración al Santísimo Sacramento en las horas de la noche, y nuestros corazones laten con la llama de la lámpara del Santísimo, en un acto que queremos convertir, verdaderamente, en una manifestación viva de fe, esperanza y caridad, ante Jesús Sacramentado: donación del amor infinito de Dios a los hombres.

Desde que se anunció este magno acontecimiento, venimos rezando por el éxito de esta Jornada Mundial de la Juventud, y estamos seguros de que nuestras oraciones serán escuchadas por Dios. Es necesario acercar a los jóvenes al sagrario, y hacerles comprender que Jesús está realmente presente en el Tabernáculo, que nos espera para consolarnos y aliviar nuestras penas. También pedimos muy especialmente que, durante las Jornadas, todos los que reciban a Jesús Sacramentado en la Comunión, sean conscientes de a Quien reciben. Será el acto de adoración más completo y pleno que podemos hacer. «Que nadie —nos recuerda también Benedicto XVI— diga ahora: La Eucaristía está para comerla y no para adorarla. No es, en absoluto, un pan corriente, como destacan, una y otra vez, las tradiciones más antiguas. Comerlo es un proceso espiritual que abarca toda la realidad humana. Comerlo significa adorarlo. Comerlo significa dejar que entre en mí, de modo que mi yo sea transformado y se abra al gran nosotros, de manera que lleguemos a ser uno solo con Él».

Todos los católicos comprometidos y practicantes debemos volcarnos, para que el gran número de jóvenes de todo el mundo, que nos visitarán en el mes de agosto, reciban el mensaje de Jesucristo: mensaje de amor y de misericordia. Tenemos ante nosotros una enorme responsabilidad, y una oportunidad única para llevar a cabo una catequesis profunda y seria, que entusiasme a los jóvenes y los encamine por la senda de la Verdad y de la Vida. El Señor nos pide, en este tiempo histórico que nos ha tocado vivir, una entrega máxima, como apóstoles suyos del siglo XXI. Nos pide esfuerzo y generosidad para dar a conocer su Palabra y su doctrina. Y no podemos defraudarle. Somos conscientes de los frutos duraderos que estas Jornadas han dejado en el espíritu de tantos jóvenes; han surgido y crecido en torno al Santísimo Sacramento: manifestación del infinito amor de Dios a los hombres. Testimoniar esta verdad es para todos los miembros de la Adoración Nocturna un gran ideal que nos invita a vivir estas próximas jornadas con todos los cristianos, conscientes de que será una catequesis profunda y seria, que nos encamine por la senda de la Verdad y la Vida.

A Benedicto XVI queremos expresarle nuestro más sincero agradecimiento por haber escogido a España como sede de esta Jornada Mundial de la Juventud, y estaremos muy atentos a sus palabras. Será, sin duda, una nueva gran catequesis del Santo Padre.

* * * * * * *

Una mirada cercana
Loreto Ballester, directora general de la Institución Teresiana

Son muchas las situaciones que viven hoy los jóvenes. Se dan en nuestro mundo situaciones de guerra, de extrema pobreza, de carencias graves en educación. Son dramáticas las historias de los que abandonan los países de origen en busca de condiciones más dignas.

En muchos contextos hay bolsas de jóvenes cuya situación no interesa, a los que la sociedad invisibiliza o se les reconoce únicamente por los contextos conflictivos de los que proceden, o por los problemas sociales que llevan consigo, debido a la droga, a la violencia de las pandillas o tribus que les dan identidad.

No es infrecuente que las condiciones y ambientes creen en algunos jóvenes una barrera o entorno que les dificulta captar, en su realidad, las proporciones de las situaciones vitales.

Hay jóvenes con los que la vida es generosa, y se encuentran con ambientes vitales cercanos —la familia más próxima— y con otros ambientes como el educativo, la comunidad cristiana, las propuestas de servicio que les ayudan a crecer en una sociedad muy compleja.

Con todos estos jóvenes nos encontramos al recorrer ciudades y rincones del mundo. Con ellos, animada por la espiritualidad de san Pedro Poveda, que creyó y apostó por ellos, he compartido ilusiones y búsquedas en el trabajo universitario en una cátedra de Química en España, en proyectos formativos y de evangelización en países distintos y, en este momento, en la Dirección de la Institución Teresiana.

En las tan distintas situaciones, para cada joven hay un reto: tenerse en pie. Sostenerse al tiempo que proyectarse. Sentir todo aquello que les condiciona, reconocer lo que les construye y desarrollar su potencia. Y porque estamos convencidos del regalo de haber conocido a este Jesús a quien Benedicto XVI invita a mirarle, en esta XXVI JMJ, como Aquel en quien la vida puede arraigarse, puede encontrar cimiento. Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe, queremos acompañar los caminos de una fe consciente, alegre y que sirve.

Signo, con otros de la vida cotidiana, de cuánto importan a la Iglesia los jóvenes es el encuentro del Papa con los jóvenes en distintos contextos. Signo expresivo iniciado por Juan Pablo II a raíz del encuentro con los jóvenes en Roma en 1985, con motivo del Año Internacional de la Juventud, que genera la acogida de los jóvenes a todos los que llegan. Tenerse en pie juntos, proyectarse con los sueños de Dios, poder expresar algo importante que les une, como lo hacen también ante el deporte, la música, las nuevas tecnologías, es experiencia fuerte que se genera. Así lo he vivido personalmente en varias JMJ. Todos llegan con lo que la vida les ha dado, con lo que juntos hemos caminado en una fe personalizada. Llegan de modos muy diversos, porque todos caben en sus búsquedas. También el regreso es distinto para todos, adultos y jóvenes. Y, para cada joven, hay una JMJ en su vida.

* * * * * * *

Encontrar algo que corresponda a nuestra espera
Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación

Cuando pienso en un joven de hoy que se está abriendo a la vida, me embarga una ternura infinita: ¿cómo se orientará en esta babel llena de oportunidades y de desafíos en la que le toca vivir? Basta ver la televisión, o acercarse a un puesto de periódicos o a una librería, para ver la variedad de opciones que tiene ante sí. Acertar es empresa ardua. Pero si es conmovedor pensar en un chico ante semejante desafío, me asombra aún más que quien nos ha puesto en la realidad no haya tenido ningún reparo en correr semejante riesgo. Hasta el punto de escandalizar a quienes quisieran ahorrárselo a sí mismos y a los otros, sean éstos hijos, amigos, o alumnos.

El Misterio, sin embargo, no nos ha lanzado a la aventura de la vida sin proveernos de una brújula con la que poder orientarnos. Esta brújula es el corazón. En nuestro tiempo, el corazón es reducido a sentimiento, a estado de ánimo. Pero todos podemos reconocer en la experiencia que el corazón no se deja reducir, no se conforma con cualquier cosa. «El hombre está creado para lo que es grande, para el infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente», dice el Papa en su Mensaje. Nosotros lo sabemos bien.

Por eso, quien toma en serio su corazón, hecho para lo grande, empieza a tener un criterio para comprenderse a sí mismo y la vida, para juzgar la verdad o la falsedad de cualquier propuesta que se asome al horizonte de su vida. «Continuamente se os presentarán propuestas más fáciles, pero vosotros mismos os daréis cuenta de que se revelan como engañosas, no dan serenidad ni alegría».

¿Hay algo que esté a la altura de nuestras exigencias más profundas, que pueda responder a nuestro anhelo, grande como el infinito? Muchos responderán que tal cosa no existe, vista la decepción que en tantas ocasiones han experimentado al poner su esperanza en lo que estaba destinado a defraudarles. Pero ninguno de nosotros puede evitar esperar. ¿Es irracional esta espera? Entonces, ¿por qué esperamos? Porque es la cosa más racional: ninguno de nosotros puede asegurar que no existe.

Pero sólo descubriremos que existe si tenemos la oportunidad de encontrar algo que verdaderamente corresponda a nuestra espera. Como los primeros que encontraron a Jesús: Jamás hemos visto una cosa igual.

Desde que este hecho entró en la Historia, nadie, que haya tenido noticia de él, ha podido o podrá estar tranquilo. Todo el escepticismo no podrá eliminarlo de la faz de la tierra.

Estará allí, en el horizonte de su vida, como una promesa que constituye el mayor desafío que haya tenido que afrontar. Quien me sigue recibirá el ciento por uno y la vida eterna. Sólo quien tenga la audacia de comprobar en la vida la promesa que contiene el anuncio cristiano podrá descubrir su capacidad de responder a su espera. Sin esta verificación no podrá existir una fe a la altura de la naturaleza racional del hombre, es decir, capaz de seguir interesándole.

* * * * * * *

¿Por qué aplauden así?
Hermana Verónica María, superiora general de Iesu Communio

Las Jornadas Mundiales de la Juventud han sido ocasión para que cientos de miles de jóvenes se reúnan en torno al Papa y una pregunta se despierte: ¿qué buscan esos jóvenes que aplauden no sólo con las manos, sino también con todo el corazón al grito de Ésta es la juventud del Papa?

Juan Pablo II veía «en la juventud y en sus valores —la vida, la salud, la belleza, el vigor físico, el entusiasmo, la alegría— como un adelanto del triunfo de Cristo resucitado y de su venida gloriosa». Quizás esa visión le animó a impulsar con tanta decisión el encuentro con los jóvenes cristianos para testimoniar la belleza de la vida cuando Cristo la enriquece, plenifica y culmina. «Lo que fascina es, sobre todo, el encuentro con personas creyentes que, por su fe, atraen hacia Cristo, dando testimonio de Él» (Benedicto XVI).

Ni Juan Pablo II ni Benedicto XVI han convocado a los jóvenes para ofrecerles modas pasajeras, ídolos o ideales de efímero neón. No se han dirigido a ellos para fomentar la mediocridad, la pasividad o el aburrimiento, sino para abrirles horizontes de vida que les permitan asumir la seriedad y gravedad de la existencia. Han hablado a jóvenes «que no quieren dejarse engañar por propuestas sin plenitud, por diversiones vanas y destructoras, proyectos limitados; no quieren dejarse engañar por espejismos de felicidad barata, ni dejarse llevar por el sinsentido de la corriente; no quieren conformarse con medianías, sino que quieren madurar en opciones valientes bajo el soplo del Espíritu Santo» (Juan Pablo II).

Cuando los jóvenes, embargados por la alegría y la emoción, aplauden, cantan y danzan ante la llegada del sucesor de Pedro, del testigo por excelencia de la fe, no actúan como una masa manipulada por mensajes halagadores que inducen a una vida ajena al compromiso. Saben que el testigo de Cristo les va a hablar de la santidad, de la plenitud a la que están llamados: «Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conforméis con ser de segunda fila. Os pido que no persigáis una meta limitada» (Benedicto XVI).

Las Jornadas Mundiales de la Juventud han convocado a jóvenes de todo el mundo, unidos por la fe cristiana, anhelantes de confrontar sus vidas con la radicalidad del Evangelio. Jóvenes que han decidido ponerse a la fila de los cristianos para recibir el gozo del Perdón y el vigor de la Eucaristía, conscientes de que vale la pena conformar la vida con el Don de Dios. Querían ser presencia de Jesús en la comunión de todos los creyentes.

No se trataba de jóvenes simplemente inconformistas frente a las realidades que les ha tocado vivir, sino deseosos de conformar el mundo según el designio de Dios, dejándose configurar con la plenitud prometida por Dios al hombre, iniciada ya en la humanidad de Cristo.

La alegría que manifiestan estos jóvenes no es mera expresión de emotivo entusiasmo o fanatismo ante la presencia de un líder espiritual, sino expresión de su gozosa comunión con quien, en nombre del Señor, viene a confirmarlos en la fe, la esperanza y la caridad, para testimoniar juntos la comunión eclesial. Están alegres por el gozo incomparable de Cristo resucitado que no deja de estar vivo y presente en su Iglesia. «Sí, la Iglesia está viva porque Cristo está vivo y nosotros experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos» (Benedicto XVI).

El viaje de Benedicto XVI a Madrid, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, será un momento particular y privilegiado para seguir gritando, en nombre de Jesús, aquella invitación que es promesa: Ven y verás. Los jóvenes, unidos al Santo Padre y a cuantos lo deseen, testimoniarán la Verdad, la Bondad y la Belleza con que sus vidas se han visto agraciadas; serán testigos del don de llamarse y ser cristianos, del don de vivir en la comunión que es la Iglesia, el Cuerpo donde Cristo se sigue haciendo presente al mundo, donde su salvación permanece visiblemente eficaz.

* * * * * * *

La JMJ vivida en una comunidad contemplativa
Don Enrique Trigueros Castillo, abad del monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas (Palencia)

Las vivencias que se pueden experimentar ante un acontecimiento eclesial de esa magnitud, pueden ser muy variadas y hasta cierto punto imposibles de describir.

Siendo la nuestra una comunidad que vive alejada de la sociedad, al menos en su acontecer diario, pudiera pensarse que el evento de la JMJ sería algo que podría pasar un tanto desapercibido, o, al menos, no vivido con la intensidad que lo harán otros grupos de Iglesia. Y, sin embargo, no es así. Nuestra oración sabemos que es importante, para que la gracia de Dios se derrame en abundancia a todos los organizadores y participantes de la misma, y por ello la JMJ está presente constantemente en nuestros corazones y en nuestra oración. Pensamos que una vivencia tan multitudinaria de la fe es algo que alienta los corazones de los cristianos en estos tiempos de frialdad, por no decir de persecución solapada y a veces manifiesta. Sentirnos unidos en la misma fe en Jesucristo, y compartir esa fe con tantos jóvenes de todo el mundo, es algo alentador, y da fortaleza a nuestra fe. El hecho de que un monje de nuestra comunidad, san Rafael Arnáiz, sea uno de los patronos de la JMJ, implica de manera especial a nuestra comunidad, ya que no dudamos que su poderosa intercesión ante el Señor será importante para el éxito de esas jornadas. En el ámbito de la gracia, seguro que habrá momentos importantes de encuentros personales con el Señor de tantos jóvenes que vendrán ilusionados para acompañar al Papa, y a compartir su fe, por lo que nuestra oración ha sido perseverante durante estos meses. Con toda certeza, la lluvia de gracias que Dios derramará sobre tantos corazones, renovará la vida cristiana de muchos, aunque la acción del Espíritu Santo sea en el silencio y en la paz de los corazones y no la podamos cuantificar. Que el Señor recompense con generosidad a todos los que han hecho posible esta vivencia universal de la fe.

* * * * * * *

Se respira esperanza
María Rosa de la Cierva y de Hoces, RSCJ, secretaria general de la Provincia Eclesiástica de Madrid

Estamos viviendo un momento histórico y maravilloso en la Iglesia y en la sociedad: el encuentro de la Jornada Mundial de la Juventud, una fiesta de fe, como se define en uno de sus spots publicitarios. Fiesta de fe presidida y alentada por el Papa, Benedicto XVI.

Esperamos estos días con esperanza y mucha felicidad. El Papa está también contento de venir a Madrid. Las jornadas que estamos preparando estarán llenas de juventud, de alegría, de fiesta. Todo ello impregnado en la oración, la servicialidad, el apoyo, la amistad.

En los días de preparación que estamos viviendo, se respira esperanza y ánimo. Hasta el último momento, quedará mucho por hacer, pero todo estará a tiempo. No estamos solos. Somos muchos, pero, sobre todo, Alguien nos dice cada día: Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos.

La dimensión mundial de este acontecimiento cala en el corazón de todos y ensancha nuestro corazón y nuestro espíritu. En pleno mes de agosto, vamos a vivir una Resurrección y un Pentecostés. Porque el Señor viene, nos envía a su vicario en la tierra. Y con él nos llenará, aún más, de sus dones y frutos santos.

No habrá distinción de edades; aunque los protagonistas de la fiesta son los jóvenes según cronología, todos sacaremos, desde el corazón, esa juventud espiritual que nos hará disfrutar la fiesta del encuentro, de la oración y la plegaria, con la alegría y la esperanza del joven.

El ejemplo del Santo Padre será, para todos, modelo de juventud que no muere, porque es Dios quien da la vida llena de pujanza y de entusiasmo.

* * * * * * *

Responsabilidad y compromiso
Lydia Jiménez, directora de las Cruzadas de Santa María

Tener al Santo Padre entre nosotros es un privilegio, un don del Espíritu. Los encuentros tan atinadamente programados: docentes universitarios, vida consagrada, seminaristas, jóvenes discapacitados y los multitudinarios con jóvenes, propicia que el vicario de Cristo, el Dulce Cristo en la tierra nos ilumine con su magisterio siempre centrado en lo esencial. Un Encuentro precedido y avalado con tanta oración, nos hace confiar en que nuestros corazones serán tierra buena donde esta siembra providencial fructifique al ciento por uno. Y nuestra contribución a la nueva evangelización, una respuesta valiente y comprometida. Para España, un nuevo toque de alerta para reavivar nuestras raíces como ya nos recordó en su visita a Santiago y Barcelona. Un regalo poder contar por tercera vez con su presencia. Pero también una responsabilidad y un compromiso. ¡Gracias, Santo Padre, le esperamos con los brazos y el corazón abiertos!

* * * * * * *

Jóvenes, al encuentro de Cristo
Anselmo Álvarez, OSB, abad del Valle de los Caídos

Entiendo que el protagonismo de estas jornadas no recae ni en los jóvenes ni en su encuentro con el Papa. El protagonista absoluto no puede ser otro que Cristo. La movilización de la juventud del mundo adquiere su verdadera dimensión cuando se la conduce a la presencia de Cristo. La Iglesia no convoca en torno a sí, sino en torno al que es Salvador y Esperanza únicos de la Iglesia y del mundo. Lo hace para reafirmar ante los jóvenes de un mundo en ruinas que Cristo es la Fuerza y Sabiduría que, sin embargo, le sostienen; que Él es origen, guía y meta del universo; el objeto al que todo tiende y el centro en torno al que todo gira. Porque el plan de Dios es que todo tenga a Cristo por Cabeza.

Estamos ante una especie de concilio mundial de la juventud, sobre el que es necesario invocar el descenso del Espíritu para que, por la palabra del Papa, Él dé testimonio de Cristo, y los jóvenes, revestidos de la fuerza de lo alto, se conviertan en sus testigos hasta los confines del mundo. Testigos de que Él es Luz y Ley del mundo. Como afirmó el Concilio en su Mensaje a la Humanidad, Cristo es el gran artesano del orden y de la paz sobre la tierra, porque Él es quien conduce la Historia.

Esta jornada es una ocasión providencial para que la novedad de Cristo llegue al corazón y a la mente de los jóvenes, a fin de que descubran en Él la sangre nueva y eterna de la humanidad, su juventud única e inmarchitable. Porque lo que importa no es la modernidad, sino la perennidad, la que nos permite permanecer unidos al Cristo resucitado que ya no muere, el que es el Viviente y la fuente de la vida. Al que es el Dios antiguo, el Anciano de días, y que, por eso mismo, es la aurora perenne del mundo: El que es, el que era y el que viene.

Entonces comprenderán que Cristo es Aquel a quien los hombres hemos condenado de nuevo, pero al que Dios está preparando una manifestación irresistible. Ellos pueden ser los mensajeros de esta llegada por la cual el desierto florecerá y en la tierra brotará una nueva primavera.

* * * * * * *

Ir más allá de lo habitual…
Elías Royón, SJ, presidente de CONFER

Es posible que lo que más se subraye en la celebración de la JMJ sea el número de jóvenes participantes, la diversidad de procedencias, incluso lo que haya costado… Sin embargo, dejarnos impactar sólo por la cantidad sería caer en la superficialidad. Lo verdaderamente significativo de este acontecimiento es el por qué y el para qué esos cientos de miles de jóvenes vienen a Madrid. Estarán no sólo viendo al Papa, sino buscando que les señale un horizonte de esperanza, que sólo pueden encontrar en Jesucristo y su Evangelio, como esperanza que puede satisfacer plenamente sus anhelos más exigentes. «Este impulso de ir más allá de lo habitual, propio de cada generación de jóvenes», como ha dicho el mismo Papa, se verá colmado con creces. Ir más allá de lo normal, para, arraigados y edificados en Cristo, ser constructores de una sociedad rejuvenecida, orgullosa de cultivar valores cristianos de fraternidad, justicia y paz, donde sea posible reconocer a la fe la capacidad de humanizar las relaciones.

La JMJ es una fiesta de fe para todo el pueblo de Dios, para cada comunidad cristiana, cuyos jóvenes la renuevan y le dan un nuevo impulso. Una ocasión eclesial para confiar en los jóvenes, para acoger su creatividad apostólica, para apoyar sus búsquedas y decisiones vocacionales de respuestas a la llamada del Señor. Un testimonio de una fe gozosamente vivida y celebrada.

* * * * * * *

Yo hago lo posible, ¡María, haz tú lo imposible!
Juan Barbudo Sepúlveda, encargado de Juventud, de Schoenstatt

Esta frase impresa en una corona de papel pequeñita, que se le ofrece a la Virgen para que ella sea la Reina de un joven que venga a la Jornada Mundial de la Juventud, es la expresión del empeño y del cariño con el que estamos preparando la acogida de más de un millón de jóvenes de todo el planeta. En los tres santuarios de Nuestra Señora de Schoenstatt de España, se encuentra una vasija transparente con estas coronas y, al lado, arde una vela con el logo de la JMJ, que también es una corona en honor a Nuestra Señora de la Almudena, Patrona de nuestra diócesis. Esta corona la forman tres jóvenes que se dan la mano.

Nuestra preparación espiritual y material a la JMJ, como Movimiento Apostólico de Schoenstatt, ha estado muy marcada precisamente por este lema impreso en nuestras coronas, pero que, a la vez, es el mismo mensaje que expresa la corona del logo de la JMJ: somos instrumentos en manos de María. Los jóvenes del mundo se reúnen en Madrid junto al Santo Padre, para expresar su compromiso con la Iglesia del mañana, su disponibilidad a seguir las huellas de Jesús y construir su Reino. Ningún cantante de moda, ni político carismático, es capaz de reunir a tantos jóvenes. Benedicto XVI sí. Él nos trae a la persona de Jesucristo. Cuando es Cristo quien llama, no hay corazón joven que se le pueda resistir. Los jóvenes llevan ya muchos meses trabajando a marcha forzada y orando para que la JMJ sea un acontecimiento de Gracia en el que irrumpa el Espíritu de Dios con toda su fuerza transformadora. Ahí es donde entra María, quien con su poder de Reina hará lo imposible.

* * * * * * *

Más gestos y menos palabras
Juan Antonio Ojeda, secretario general de Escuelas Católicas

Desde Escuelas Católicas, valoramos muy positivamente la presencia y participación del Papa en la Jornada Mundial de la Juventud, y lo vivimos con esperanza y de forma comprometida. Hoy, más que nunca, es necesario el encuentro y el diálogo; ambos son fuente de confianza, y son herramientas básicas para la reconciliación, para construir una sociedad y un mundo más justo y pacífico, así como para superar la fragmentación, el enfrentamiento, la descalificación y la insolidaridad.

La fe, el Evangelio, la Buena Noticia que el Papa nos trae y visibiliza, nos inspiran y nos retan a amar más y a tener predilección por los más desfavorecidos. A través de la educación, hacemos patente este amor y predilección. Es a través del trabajo continuado como se logra interiorizar los valores evangélicos y transformadores en actitudes y comportamientos acordes con los mismos, y así colaborar con toda la sociedad en construir una vida digna y solidaria, sin corrupciones ni mentiras, en la que la verdad nos guía.

Cada día necesitamos más gestos y menos palabras y, sin duda, las JMJ son un gesto que nos compromete a trabajar con decisión en la transformación y mejora de la educación, de forma que todos logremos el éxito, la dignidad y el protagonismo propio de todo ser humano.

Santidad, gracias por su presencia, palabra y testimonio.