Jóvenes, entusiastas y, sobre todo, enamorados de Dios - Alfa y Omega

Jóvenes, entusiastas y, sobre todo, enamorados de Dios

Los diez santos Patronos de la Jornada Mundial de la Juventud recorren la historia de la Iglesia en España, desde los primeros santos madrileños -san Isidro y santa María de la Cabeza-, pasando por los fundadores de las Carmelitas Descalzas y de la Compañía de Jesús -santa Teresa y san Ignacio-, el gran misionero navarro que evangelizó Oriente -san Francisco Javier-, la cumbre de la literatura mística -san Juan de la Cruz-, el impulsor de la espiritualidad sacerdotal diocesana -san Juan de Ávila-, la primera santa de la América hispana -santa Rosa de Lima-, y un joven de nuestros días -san Rafael Arnáiz-. Corona la lista el Beato Juan Pablo II, con su amor a los jóvenes y a España. Los textos publicados a continuación son un extracto de la Guía de la Jornada Mundial de la Juventud, que los peregrinos encontrarán dentro de la mochila, junto a otros materiales de la JMJ

Redacción

San Isidro Labrador y santa María de la Cabeza
(1082-1172) († 1175)

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Ambos eran mozárabes, es decir, cristianos españoles en tiempos del Islam. Tres constantes marcaron la vida de este matrimonio de jóvenes intrépidos: su fe cristiana vivida en familia, el trabajo de ambos y su dedicación a los demás. María, además de la colaboración en las tareas agrícolas, mantenía la casa y los animales. Isidro trabajaba como pocero y labrador de familias nobles.

En el hogar familiar había siempre un plato dispuesto para el necesitado que llamase a su puerta. Repartían lo que tenían con cualquier indigente que pasase por la puerta de su casa. Ambos son Patronos de Madrid.

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San Francisco Javier
(1506-1552)

San Francisco Javier fue el adelantado de las misiones católicas de la Edad Moderna. Con los solos medios de la navegación a vela, recorrió más de ciento veinte mil kilómetros para anunciar a Jesucristo a pueblos que nunca habían oído hablar de Él, y bautizó a decenas de miles personas. Javier es la figura prototípica del apóstol, lleno de vitalidad, de iniciativa y de valentía.

Afrontó viajes muy penosos, soledades e incomprensiones, lenguas y culturas desconocidas, envidias e intereses mercantiles y políticos. Todo, para cumplir la misión de su vida: llevar a los más posibles la salvación, que sólo se encuentra en Jesucristo, el Señor.

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San Ignacio de Loyola
(1491-1556)

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El joven Íñigo era de carácter ardiente y empeñado en conquistar fama y honores en la carrera nobiliaria y de las armas. Mientras se reponía en su casa paterna de Loyola de las graves heridas sufridas, su cuñada no pudo darle las novelas de caballerías que pedía, pero puso en sus manos una Vida de Cristo y una colección de Vidas de santos. Aquella lectura, no buscada, cambió la dirección de su vida. En 1540 quedaba reconocida la Compañía de Jesús.

San Ignacio fue elegido por sus compañeros primer General. Se dedicó a plasmar en las Constituciones el modo de vida apostólica de unos sacerdotes, libres por la obediencia, para predicar en pobreza el amor de Dios que vence al pecado.

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San Juan de Ávila
(1499-1569)

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Nace en Almodóvar del Campo (Ciudad Real). Muy joven se trasladó a Salamanca para estudiar Leyes. Su encuentro con Jesucristo le cambió la vida, mientras estaba en una fiesta estudiantil. Dejó Salamanca, los estudios y el mundo que le rodeaba y se retiró a la oración durante tres años: Por Él lo perdí todo y todo lo tengo por basura con tal de ganar a Cristo.

Se convirtió en apóstol de Andalucía; experto director de almas, predica con ardor paulino misiones populares, desde los tejados y las azoteas de los pueblos. Acuden a su consejo los santos de su época, los obispos más significativos, personas de la nobleza y gente humilde.

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Santa Teresa de Ávila
(1515-1582)

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Tuvo una infancia feliz y una adolescencia muy abierta a los atractivos del mundo: le gustaba agradar y ser querida, y estaba dotada de una simpatía arrolladora. Poco a poco, en su corazón experimenta un cambio profundo, hasta el punto de que se decide dejarlo todo e ingresar en el monasterio de carmelitas de La Encarnación de Ávila.

Teresa fue durante su vida objeto de incontables carismas que la han hecho maestra indiscutible y Doctora de la Iglesia. En su lecho de muerte, acaecida en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582, sus exclamaciones son todo un testamento: Soy hija de la Iglesia… Amado mío y Señor mío: tiempo es ya que nos veamos.

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San Juan de la Cruz
(1542-1591)

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Juan de la Cruz es un profeta para nuestro tiempo. Poeta insuperable de la hermosura de Dios, sabe descubrir en la naturaleza y en el hombre la huella de su Creador. En su vida se percibe la armonía entre lo divino y lo humano. Enamorado del hombre, de su dignidad y grandeza, lo invita a adentrarse en el camino de las nadas, que no es más que ir despojando el corazón y dejándolo despojar de todo egoísmo, de las máscaras, de toda apariencia vana, para dejarlo purificado, para amar con mayúsculas y dejarse amar. Ha sido reconocido como Doctor de la Iglesia.

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Santa Rosa de Lima
(1586-1617)

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Es el primer fruto de santidad de la evangelización que la Iglesia en España llevó a cabo en América. De muy joven dudó tener vocación monástica, pero vio que Dios la quería en el mundo, como seglar, levadura en medio de la masa. Y en el mundo permaneció, consagrada totalmente al amor de Cristo y a la caridad con los más necesitados de Lima.

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San Rafael Arnáiz
(1911-1938)

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Rafael nace en Burgos. Era brillante en casi todo. Tiene éxito en los estudios. Toca el violín y el piano. Conduce su coche, le gusta disfrutar del paisaje y de la velocidad. Escala las cumbres de los Picos de Europa y las interpreta en sus acuarelas. Lee a san Juan de la Cruz, hace Ejercicios espirituales, se alista en la Adoración Nocturna y las Congregaciones marianas. Estudia Arquitectura en Madrid, cultiva la amistad de sus amigos. Un torbellino de actividad y de fuerza que culminará en la conquista de su proyecto más deseado, desde que, con 19 años, conoció la paz del convento de Dueñas: ser monje.

Pero el signo de la fuerza pronto se trocó por el de la debilidad. El joven atleta de Dios vuelve al hogar de Oviedo deshecho físicamente por la diabetes y atormentado espiritualmente. Los poco más de dos años que le quedan de vida los vive como la entrega completa de su vida a Dios, unida en ofrenda de amor a la Cruz de Cristo.

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Un Patrono muy especial: Beato Juan Pablo II
(1920-2005)

¿Tuviste ocasión de visitar la basílica vaticana, donde descansan los restos mortales de Karol Wojtyla? En la larga fila para entrar -cosa que antes no sucedía- oyes comentar a los jóvenes que esperan algo parecido a lo que cuenta el Evangelio de los dos de Emaús: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba? Llegan ante la losa de su sepulcro, sueltan sus mochilas y se arrodillan, o se sientan en el suelo sin prisa, a recordarle, a hablar con él, a rezar.

Los jóvenes se fían de él porque ven su vida, más allá de sus palabras; no ven a un líder político, sino a una especie de director espiritual del mundo, que no es de derechas ni de izquierdas, sino de por arriba. Ni esquemas ni etiquetas pueden definirle. Supo dar respuestas concretas, personales, a las nuevas generaciones carentes de padres; suscitó un nuevo modelo, no intimista, de espiritualidad, de ser cristiano sin complejos ni ambigüedades, exigentemente, sin medias tintas ni concesiones; hizo entender la dimensión pública y social de la fe. Perdonó y supo pedir perdón; proclamó el genio de la mujer, y la hipoteca social de la propiedad privada. Enseñó que, si la fe no se hace cultura, se desvanece, que la Iglesia es joven y libre, más encarnada en la vida real y sin moralismos despistadores.

ón y la civilización del amor forman parte de la herencia que nos dejó. La idea de las Jornadas Mundiales de la Juventud fue suya; por eso, de modo muy especial, es su Patrono.

de la Guía de la JMJ

Rafael Arnáiz, un modelo para quienes ya no creen en el compromiso

Vivimos en una sociedad en la que ser cristiano no es un valor en alza, sino algo que suscita más rechazo que compromiso o seducción. La familia se desestructura, y en su mayoría, ya no trasmite los valores cristianos; los hijos son cada vez más críticos con sus padres y con la sociedad, y, en fin, los valores éticos y morales están cada vez más en baja.

En este contexto, san Rafael Arnáiz Barón, un joven universitario que se enamora de Cristo, y al que sigue sin condiciones hasta la muerte, es un ejemplo claro para la juventud de hoy. En su relación con sus familiares, y, en particular, en el testimonio de su madre, Rafael era extremadamente cariñoso con los suyos. Amante de sus padres, como lo ratifica su amplia correspondencia con ellos, mantiene una relación muy especial con sus tíos, los Duques de Maqueda, con sus compañeros de universidad, y, en resumen, con todos los que tuvieron relación personal con él.

Cristiano convencido (como lo demuestra su amor a Cristo), su devoción a la Virgen María y su amor a la Eucaristía, le llevaron a tal altura en su vida espiritual que, sintiendo la llamada de Dios a la vida monástica, a pesar de su enfermedad y sus continuos abandonos del monasterio por esta causa, fue fiel hasta la muerte a una llamada que sintió segura por parte de Dios. Y aunque la prudencia humana le pedía que se quedase en el mundo, siguió los dictados de su conciencia para dar un ejemplo de fidelidad a un compromiso que le llevó a la muerte. Por eso, san Rafael Arnáiz es un modelo, un ejemplo claro para el mundo de hoy, que con tanta facilidad lo relativiza todo, y se ve y se cree cada día más incapaz de compromisos estables y definitivos.

Enrique Trigueros Castillo
Abad del monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas (Palencia)