Al Papa le toca en Kenia despertar al gigante dormido - Alfa y Omega

Durante la visita del Papa Francisco a Estados Unidos, la imagen del presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, llorando de pie al lado del Santo Padre, y más tarde su posterior dimisión, ha sido el tema de muchos comentarios. En mi opinión esto se podría deber a que la presencia de la iglesia católica siempre nos interroga sobre nuestro lugar en el mundo y el peso de nuestras acciones.

Digo esto porque hoy el Santo Padre llega a Kenia, este gran país de África oriental, el llamado orgullo de su continente. Kenia, que en los últimos 10 años es uno de los países africanos que más rápidamente se han desarrollado sobre todo en cuestiones económicas y de infraestructuras en general. Pero ¿qué aportará esta visita papal ante los desafíos de este país africano?

Porque a pesar de sus logros nacionales e internacionales, Kenia no carece de desafíos. Sobre todo respecto a la violencia que se desencadenó tras las elecciones de 2007 y que ha dejado sus huellas en el país hasta el día de hoy. Por eso, el Santo Padre llega en un ambiente de desconfianza inter-étnica, de disputa política, de alta corrupción, de un fuerte desafío de seguridad a propósito del modo de actuar de los extremistas islámicos y de conflictos entre las etnias minoritarias. Pero sobre todo encontrará una iglesia que parece disminuir su voz por falta de testimonios de los propios misioneros en los grandes medios de comunicación.

Una nación que tiene que decir «nunca más» después de los sucesos de 2007

Faltó poco para que lo ocurrido en Ruanda obtuviera su réplica en Kenia en el pasado año 2007. Gracias a Dios, debido a la intervención de la comunidad internacional, se consiguió frenar la limpieza étnica que se desencadenó principalmente entre los kikuyus por una parte, y los kalengines y los luos por otra. Aunque no se pueda pasar por alto que el gobierno de Kenia haya hecho poco por la justicia que merecieron las víctimas. Fueron 1.133 personas asesinadas tras las elecciones. Ninguno de los criminales fue llevado a juicio.

Pero sobre todo nos avergüenza que tanto el anterior gobierno como el actual pongan mucho esfuerzo y recursos en apoyar a los acusados en el International Criminal Court (ICC). El mismo presidente Uhuru Kenyatta fue el último en salir de rositas por falta de suficiente evidencia fiscal. El vicepresidente, William Ruto y el locutor Joshua Sang permanecen acusados en el ICC.

Según las cifras de las últimas elecciones presidenciales denominadas la tiranía de los números (the tyranny of numbers), la unión política entre los kikuyus y los kalengines ha influido en nombramientos que de forma abiertamente partidista favorecieron a estas dos etnias. A costa, por supuesto, del ninguneo de las demás.

A partir de estas premisas de corrupción política podemos resumir las estrategias de la oposición como un ir y venir de dardos envenenados para intentar romper la unidad de estas dos grandes etnias. Porque en África sabemos que la política étnica influye en todos los ámbitos, pasando, cómo no, por el económico.

Pero la realidad pura es que el problema no está en que las comunidades étnicas no puedan convivir. Las verdaderas fuentes de tensión ínter-étnicas surgen cuando en busca del poder, los políticos y los poderosos utilizan este conflicto sobre la masa pobre como piezas/peones de un juego de ajedrez. Al Papa le toca el trabajo de predicar una auténtica reconciliación y fortalecer al pueblo para que nunca más un hermano levante su mano contra otro por cuestiones de etnia.

Corrupción y rumores de corrupción y una política siempre acalorada

El hecho es que en Kenia, que a pesar de tener una de las mejores y más modernas constituciones del mundo y pese a que se alardea del apoyo de las instituciones correspondientes a favor de la lucha contra la corrupción, ninguno de los artífices de esta lacra ha sido llamado a juicio. Hasta se ha llegado a decir, con cierto sentido del humor, que en Kenia los tribunales son para encarcelar a los pobres… Si yo, por ejemplo, robase una gallina me meterían en la cárcel, pero si el saqueo viniera –como vemos que sucede– de parte de altas instituciones, simplemente se les ruega que vayan a la policía para hacer una declaración.

No existe ninguna institución honrada que desde el Gobierno luche por la Anticorrupción. Pero, en fin, como los ancianos de Kalengine me dijeron una vez: «Solemos decir que no se deja ninguna piedra sin tocar. Quizá tocamos piedrecitas… Pero las piedras grandes, nadie se atreve».

Un pueblo bajo el ataque terrorista

Los acontecimientos de los últimos días en Paris (Francia) y Bamako (Mali) abren los ojos al mundo frente al desafío principal de este tiempo. Desde que Kenia declaró la guerra al grupo terrorista Al Shabaab en Somalia, ha sufrido muchos y diversos ataques. No podemos borrar de la memoria los del West Gate del 21 de Setiembre del 2014 o la masacre de universitarios de Garisa en este mismo año.

Hay un hecho concreto que pudiera servir de ejemplo para entender la voluntad de colaboración de los líderes islámicos con las autoridades de seguridad en Kenia para fomentar la paz entre las religiones: en una persecución a los yihadistas fueron encontradas armas automáticas en una mezquita. Pero en vez de hablar de la pistola humeante hallada, algunos líderes musulmanes se quejaron de que la mezquita es un sitio sagrado donde no se debe entrar.

Pese a todo, creo que se debe aplaudir a la sociedad keniata por no haberse dejado arrastrar hacia la la islamofobia. La coexistencia entre las religiones es un tema que necesita una palabra de parte del Papa Francisco. También hacia la comunidad islámica que deben liberarse de los que estropean su religión.

P. Osuala Mbadiwe, CMF, en Kenia

Iglesia en la lucha para los marginados aunque con una voz débil

Frente de todos estos desafíos la Iglesia Católica contribuye activamente en la vida social de Kenia. Un país donde sin el apoyo misionero de la Iglesia, la asistencia sanitaria y la educación, por poner unos ejemplos, sufriría muchísimo más. En todos los poblados mas aislados –Isiolo, Marsabit, Lodwar, Maralal, etc.– se ven misioneros acompañando a los marginados, a los últimos.

Parece que los ciudadanos que desarrollan su vida en Nairobi cierran los ojos a la indigencia que padecen. En los seis años que trabajé en Isiolo, la región de la frontera del norte, contaba a los ciudadanos que no tan lejos de allí viven más holgadamente la realidad de mi misión. El resultado fue que venían a verlo por ellos mismos. No se lo podía creer.

Y este shock les convierte en misioneros a su modo, según sus posibilidades, buscando oportunidades para mandarnos lo que sea, aunque sólo sea ropa usada. Ojalá todas las comunidades misioneras que se encuentran en una ciudad como Nairobi puedan llevar la misión a estos poblados que viven al margen de la sociedad y civilización. Cada vez son más los obispos que piden misioneros en las fronteras porque saben lo que somos capaces de hacer. Con esto también quiero decir que en Kenia la diferencia entre los ricos y los pobres es muy alarmante.

Pero puede que alguien se equivoque si pensara que la iglesia en Kenia se calla. La iglesia de Kenia habla, y lo hace constantemente pero… pero parece que no se le hace tanto caso estos días.

A lo largo de estos últimos años la Iglesia ha perdido la fuerza moral al tratar asuntos sociales. Podríamos decir que por culpa del secularismo, una ola que está rápidamente llegando a toda África. Hace mas de 10 años que comenté que la iglesia católica de Kenia tiene que aprender de nuevo a ser voz profética y hacer obras de justicia y paz durante la era de los presidentes católicos.

Los ciudadanos esperan que los obispos se quejen indignadamente sobre las cuestiones que andan peor en Kenia, pero los líderes de la iglesia prefieren tener una audiencia privada con el presidente – tanto el anterior como el de ahora (católicos practicantes)- para aconsejar de forma más directa. Así hicieron cuando sus intervenciones jugaron un papel muy importante en el acuerdo que Kofi Anan presidió, y consiguieron para el pueblo un gobierno de coalición que detuvo la violencia en el año 2007, tras las elecciones.

Debo decir que no es justo evaluar la voz de la iglesia en Kenia solamente por las declaraciones públicas de sus obispos. Además, existe un problema añadido: en África la política tiende a la identidad étnica de los sujetos, y así la gente siempre suele sentir división en la conferencia episcopal según sus pertenencias étnicas. Y para ellos, esta división no deja a la Iglesia hablar a cerca de asuntos que incumben directamente a la sociedad. Y yo, como keniata, opino que cuando la gente tiene la impresión que los líderes de la Iglesia apoyan o denuncian a los líderes políticos según sus pertenencias étnicas, la Iglesia pierde fuerza en su voz.

Kenia sigue siendo un gigante dormido porque no se han aprovechado –o no han podido ser aprovechadas- todas sus posibilidades de transformación social. Así que yo, utilizando la imagen del misionero presentado por San Antonio María Claret, la de un hombre que está gritando para evitar que caigan los que ciegamente caminan al borde del umbral, espero del Santo Padre, el Papa Francisco, un fuerte grito para despertar al gigante dormido y para dejar ver al mundo el orgullo de África.

P. Osuala Mbadiwe, CMF